POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Nunca me interesó Camilo Sesto pero lamento su morboso declive, hubiera ganado él con un adiós muy buenas hace veinte años o más, aunque se perdiera por el camino alguna canción y un millón de ventas; lo pienso a efectos de su inmortalidad, por aprovechar el prestigio de la muerte prematura, caso de Nino Bravo, Tino Casal, Cecilia…, en hablando de música pop, y huir del patético síndrome de Dorian Gray: Sara Montiel, Paquita Rico, Raphael y el propio Camilo, dicho sea con respeto, por filosofar sobre las ventajas de retirarse a tiempo e incluso antes de tiempo. James Dean quiso morir joven y “dejar un cadáver bien parecido”. En “¡Queremos tanto a Glenda!”, de Cortázar, Glenda Garson (trasunto de Glenda Jackson) quiere regresar a los escenarios y la asesinan sus fans antes de que eche a perder tan impecable carrera. Sólo morimos una vez; a efectos artísticos, espicharla a tiempo es vital.
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