JOSÉ MANUEL ESCOBAR CAMACHO, CRONISTA OFICIAL DE HORNACHUELOS (CÓRDOBA), CONFIRMA EN SU LIBRO «EL POTRO Y SU ENTORNO EN LA BAJA EDAD MEDIA» QUE EL TOPÓNIMO PUEDE RESPONDER AL «APELLIDO DE ALGUNO DE SUS VECINOS»
La calle Mucho Trigo es una de las que surgen en la confluencia de las llamadas Cinco Calles, una encrucijada urbana del barrio de San Pedro, en la Ajerquía, formada por Lineros, Carlos Rubio, Don Rodrigo, Consolación y la propia Mucho Trigo, que unos doscientos metros más adelante desemboca en el Paseo de la Ribera, frente al río.
Especula Ramírez de Arellano sobre su nombre, afirmando que «así se llamaría alguno de sus notables vecinos». Lo que el historiador José Manuel Escobar Camacho, cronista oficial de Hornachuelos, confirma en su libro «El Potro y su entorno en la Baja Edad Media» (1985), al asegurar que el topónimo puede responder al «apellido de alguno de sus vecinos», y para documentarlo cita a varios Muchotrigo localizados en documentos del siglo XV; pero también se inclina porque este fuese «el camino que proseguirían las cargas de trigo que iban hacia el molino de Martos» para su molienda, situado en la orilla del Guadalquivir a pocos metros del final de la calle. Un cordobés de hoy, José Manuel Fuerte, dice en su blog que su padre solía decir «Mucho trigo y poco pan», aludiendo a la escasez de la época que le tocó vivir. La misma a la que corresponde sin duda este añejo anuncio en un periódico de los años cincuenta: «Se ofrece ama de cría. Mucho Trigo, 22».
Vista en perspectiva desde su inicio la calle conserva un aspecto pueblerino, dicho sea con el mayor respeto y el sentido más noble, pues su fisonomía urbana de arquitectura popular parece no haber cambiado en siglos. Es la Córdoba profunda y desconocida. La recorro despacio una mañana otoñal de octubre y aprecio que la transitan escasos vecinos -uno de ellos pasea a su perro lobo-, tranquilidad perturbada de vez en cuando por furgonetas de reparto y taxis presurosos que desde Lineros o Carlos Rubio buscan la salida a la Ribera.
Recuerdos
Al inicio de la calle ya no se ve a Vicente Amigo probando las guitarras que le hacía Graciliano Pérez porque se trasladó a Tecnocórdoba cuando el taller se le quedó pequeño. Un artesano exigente cuyos instrumentos gozan de la predilección de artistas como Vicente o Paco Peña, entre muchos. Sí pervive en el chaflán de la casa la antigua hornacina con un bajorrelieve de San Rafael, vigilante y protector del enclave. En la acera opuesta, esquina a Consolación, estuvo el horno Nuestra Señora de los Remedios, negocio del que sólo queda su recuerdo en un mural de azulejos que pervive en la fachada. Dos cierres de negocios indicativos del languidecimiento de los barrios populares. Sin embargo la calle se mantiene viva, es decir, habitada, pues sólo encontré una casa en venta, la número 6, y dos solares, los números 10 y 34. En el 10 vivió un tintorero, José Carnago, cuyo hermano Rafael fue picaor de toros, como evoca Paco Muñoz en su blog «Notas Cordobesas», que toma el nombre de la obra homónima de Ricardo de Montis y sigue la misma línea de investigar el pasado.
En contraste con esos abandonos la mayoría de las casas, de dos alturas, muestran un aspecto cuidado, señal de que los propietarios las viven y están a gusto en su calle. Algunas de ellas alojan talleres de platería, según asegura un vecino, aunque por seguridad no muestran ningún signo exterior que así lo indique. En la sucesión de casas de la acera derecha me detengo frente a la número 24, pues llama mi atención la cruz en relieve sobre el dintel de piedra, aunque la puerta entreabierta revela que interiormente ha sido remodelada. De ella sale un hombre mayor con una bolsa en la mano y trato de pegar la hebra, pero parece que tiene prisa y se limita a decir que «la llamaban la Casa de la Cruz». Le pregunto si fue convento o centro religioso, pero el hombre, sin detenerse, se limita a decir que no lo sabe y sigue su camino. En sus socorridos «Paseos por Córdoba» don Teodomiro afirma que en esta calle hubo un modesto hospital fundado en el siglo XIV por una cofradía de asteros (fabricantes de lanzas) nombrado de la Misericordia, en el que se estableció una hermandad que tenía entre sus fines «recoger y dar sepultura a los cadáveres de los infelices muertos por sentencias judiciales». Qué tiempos tan negros.
Dos callejas
A lo largo de la acera izquierda se abren dos callejas. Una sin nombre propio en cuyo fondo se abre la puerta de una casa rehabilitada bajo el nombre Loft Trigo 13 (trigo trece; parece un trabalenguas). La otra calleja es más honda y tuvo nombre propio, se llamaba del Posadero según acredita un azulejo antiguo en su esquina, pero hoy forma parte de Mucho Trigo y sus casas siguen la numeración de la calle. En tan ignorado rincón urbano sorprende ver un hotelito con encanto que responde al nombre de Patio del Posadero, que con perseverancia y buen gusto ha rescatado un artista emprendedor natural de Almedinilla, José Manuel Ariza. Ocho años le costó recuperar el inmueble, antaño fábrica de capotes, taller de platería y casa de vecinos, que entre 2003 y 2008 participó en el concurso de patios y se despidió con dos menciones de honor. Gracias a aquel patio concursante muchos cordobeses supieron donde estaba Mucho Trigo y descubrieron su antigua y perdida calleja del Posadero. La puerta de la calle está abierta e invita a entrar en el zaguán para contemplar el patio desde la cancela de diseño; una original cancela ovalada de hierro forjado y lacerías mudéjares unida al bastidor con gruesas cuerdas blancas, como si estuviera flotando, cuerdas que se repiten en la escalera y los balcones. Ariza ha recuperado con sensibilidad y mimo la arquitectura antigua del patio, cuyo frente recorre una arquería de ladrillo visto, toscos capiteles y columnas de ladrillo revocadas sobre el suelo empedrado, que contrasta con el verde frescor de las plantas, como la esbelta palmera washingtonia, el filodendro trepador, las colocasias y las aspidistras. Un pequeño paraíso perdido aquí.
Atraído por la magia de esta casa se me ha ido el santo al cielo, pero he de añadir, finalmente, que Mucho Trigo da un giro de noventa grados a la altura de la calle Valderrama, que viene de Agustín Moreno y con la que confluye antes de desembocar sin encanto alguno en la Ribera, donde ahora abre un centro municipal de Servicios Sociales, lugar donde antaño hubo un anuncio de Anís la Cordobesa que los viejos recuerdan con cierta nostalgia.
Fuente: https://sevilla.abc.es/ – Francisco Solano Márquez