POR DOMINGO QUIJADA GONZÁLEZ, CRONISTA OFICIAL DE NAVALMORAL DE LA MATA (CÁCERES)
Aunque finalizaron los actos religiosos y recreativos en honor de San Andrés, aún permanecieron hasta el jueves día 7 de diciembre, una actividad cultural de las organizadas por las Mayordomas, que puede contemplarse en la sala de exposiciones de la Fundación Concha: la exposición de ropa litúrgica por un lado, así como algunas muestras de los libros religiosos más importantes de dicha parroquia.
Respecto al vestuario, al margen de exponer una muestra de prendas antiguas utilizadas por los sacerdotes de San Andrés en el pasado, destaca por su valor etnográfico y artesanal. Así, podemos apreciar un amplio repertorio de casullas, albas, capas pluviales, estolas, dalmáticas, amitos, manípulos, roquetes, etc. Como es evidente, la visión de las mismas es más aclaratoria que mis palabras.
Pero, sean cuales sean nuestras creencias, la muestra se acompaña de algunos de los fondos bibliográficos de San Andrés, que constituyen los documentos más arcaicos de la Villa y que, en ciertos aspectos, son los más importantes: por ejemplo, en ellos constan nuestros antecesores desde finales del siglo XVI, más otros muchos datos que son fundamentales para cualquier historiador (o interesado por el pasado).
Y todo ello debido a aquel buen prelado que fue don Gutierre de Vargas y Carvajal, obispo placentino autor, entre otros templos, del de San Andrés moralo (al que dedicamos los XX Coloquios del Arañuelo, donde pueden conocerse más detalles).
Antes de asistir al Concilio de Trento (1545-1563), se anticipa a varias de las reformas que se plantearían en el mismo: en 1534 convoca en Jaraicejo (Cáceres) un Sínodo, con el fin de tratar la ordenación y administración de la diócesis placentina; y, entre los 107 artículos que en él se aprobaron, se ordenan temas como la institución de libros parroquiales (bautizos, difuntos y matrimonios), visitas periódicas del prelado a los pueblos, la vida de los clérigos, etc.
Como decía, esos documentos parroquiales se decretarían años más tarde (1562) en el mencionado Concilio de Trento. De esa forma, toda la documentación generada durante siglos por estas prácticas, ha producido una acumulación de enormes cantidades de libros y legajos que son la base fundamental del patrimonio eclesiástico de cada parroquia.
Debido a la inexistencia de los Registros Civiles (surgen en el siglo XIX), toda la información personal, estadística, sociológica y genealógica de dichas entidades constituyen uno de los mayores tesoros que ha generado y aún se mantienen bajo la administración de la Iglesia.
Centrándonos en Navalmoral de la Mata y como podemos comprobar en la exposición, de los denominados Libros Parroquiales, el primero que se habilitó fue el de Defunciones, en 1573 (el primer registrado fue un párvulo niño pequeño, algo natural entonces); seis años más tarde el de Bautismo (el 29 de Noviembre de 1579 lo estrena un tal Alfonso); y a continuación el de Matrimonios y Confirmación. Estamos en tiempos de Felipe II…
Como podemos ver, su creación se retrasó a lo dispuesto en Jaraicejo. Pero es que don Gutierre falleció en 1559.
También se muestra en la Exposición otro de los textos dispuestos por don Gutierre: uno de Visitas Pastorales. Así como tres ejemplares de Libros de Cofradías del siglo XVII: Ánimas, Santísimo Sacramento y Virgen del Rosario (ésta fue fundada en 1656 por las misiones dominicas procedentes de los conventos de Santa Catalina de Aldeanueva de la Vera y de San Vicente de Plasencia).
Y el importante Libro Becerro (recibían ese nombre porque, desde la Edad Media en que surgen, eran encuadernados con tabla forrada de piel de becerro, al igual que los anteriores que hemos descrito), en nuestro caso de 1713, que eran una especie de inventario de las pertenencias, objetos de culto, libros, memorias, disposiciones y bienes (posesiones, heredamientos y tributos) de la parroquia; así como los beneficios y capellanías dedicados al culto divino y obras pías.
Dado que no se pueden manipular esas auténticas joyas bibliográficas, se muestran algunas copias de su contenido (aunque, para entender las mismas, hay que conocer la epigrafía de los siglos a que pertenecen).