POR APULEYO SOTO, CRONISTA OFICIAL DE BRAOJOS DE LA SIERRA Y LA ACEBEDA (MADRID)
Le he hincado varias veces los codos y los ojos a la segunda novela de Mariángeles Cantalapiedra, recién aparecida en Sial Pigmalión, empresa editora ejemplar del ínclito amigo y colega Basilio Rodríguez Cañada. ¿Y por qué? Porque me era difícil de asumir y comprender, tal es su complejidad. Se trata de una obra mayúscula, amarga y agridulce (320 apretadas páginas), que retrata la sociedad civil vallisoletana (y por extensión, española) de los años cincuenta del pasado siglo, cuando la vida se desarrollaba en un gris ceniciento apagado. Su testimonio no puede ser más absorbente para los que ya gastamos algunos años más que la autora.
A lo largo y ancho de un monólogo interior entreverado de cartas ficcionales que avivan los recuerdos de la escribiente (creo que visceralmente entrañada con lo que expone, porque la verosimilitud es asombrosa), revivimos con Juana, la mujer protagonista, aquellos días y noches oscuros, llenos de sueños y lágrimas por ser la que quería ser, frente a sí misma y frente a todos los demás, incluida su propia madre, la que le estampó en la pared de la casa matriarcal el gran juguete de sus cinco años.
Tensa, densa, complicada, atrabiliaria, fumadora empedernida…, se nos aparece Juana constantemente, debatiéndose consigo misma para hacerse comprender, y acabamos admirando su valentía “descosida”, o mejor, bien cosida tal vez, porque no logra descoserse de su educación infantil que tanto la impactó. Y todo ello representa una defensa del género femenino en su totalidad. Sus silencios antañones son aún más memorables que sus desboques hodiernos, los que nos explicita en el relato.
Yo he querido ver en ella esa “búsqueda del tiempo perdido” de Marcel Proust tras el olor de la magdalena tentadora. Estoy seguro de que será un perfecto acicate para sus subyugadas lectoras, que encontrarán en ella muy diversas maneras de liberarse.
Escritura intimista, de largas frases subjuntivas, todo lo contrario casi de su ópera prima “Sevilla… Gimnopédies”, que me sedujo hasta el final con un secundario personaje encantador.
Preciosa y expresiva portada de una mujer escultural sobre una silla en un equilibrio inestable y funambulista. Así es ella, Ángeles, la verdadera estrella fabricadora de esta novela apasionante.
Hay páginas enteras sin un punto y aparte y ello implica una lectura trabajosa, incómoda, pero especialmente gratificante. Lo fácil no merece la pena. Que ustedes la disfruten igual que yo y que tantos y tantos letraheridos/as que ya la han comprado y saboreado.
“Mujeres descosidas” de Mariángeles Cantalapiedra
Editorial Pigmalión, Madrid (666 976 950)
20 €.