POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
Lo leemos en el profeta Isaías (1,3): «Conoce el buey a su dueño y el asno el pesebre de su amo».
Joseph Ratizinger, anterior Papa Benedicto XVI, escribió en «La Infancia de Jesús»: «Nosotros somos buey y asno frente a lo eterno, buey y asno cuyos ojos se abren en la Nochebuena de forma que, en el pesebre, reconocen a su Señor».
TODO TE INVITA AL APOYO
Ese Belén, que es cuna y abrigo,
calor que regalan, ¡pobres seres!,
una mula híbrida y un buey estéril,
dicen que fue el germen y el pilar de un mundo nuevo.
Cuentas tu vida,
reflexión continuada en tu presente,
y buscas el bastón para tu ayuda;
ese bastón que hiciste tuyo y se partió en añicos.
Quisiste ser entrega para forjar mundos de fe
y de servicio;
y encontraste oídos sordos y palabras de vacío.
Allí no estaban ni el portal de Belén
ni la mula híbrida
ni el buey estéril;
ni tampoco el NIÑO con su sonrisa de inocencia,
ni siquiera ese bastón que, como al de José, le brotaba una azucena.
O… si estaban ¿y no palpábamos su presencia
en ese apresurado latir del corazón,
en ese rubor cálido en las mejillas,
en ese temblor de manos
y de piel?
Belén está aquí; con su NIÑO-DIOS
que es apoyo que no rompe;
con su María y José que acunan cantares;
con su mula trabajadora y su buey lleno de mansedumbre.
Ese es el bastón.
Ese es el pilar.
Ese es el futuro de un cielo sin tristezas.