POR MIGUEL ROMERO SÁIZ, CRONISTA OFICIAL DE CUENCA, VILLAR DE DOMINGO GARCÍA Y CAÑETE (CUENCA).
EL PUPITRE
Cierto es que la pandemia está rompiendo la estructura cultural como ejemplo de dinámica social y aprendizaje constante. Las instituciones no saben cómo actuar, y ante complejas decisiones, se abre y cierran puertas, sin saber la decisión acertada. Tal vez, en el ocio venga la presión obligada de unos hosteleros que están quebrando ideales económicos sin encontrar la respuesta adecuada de quienes tienen la responsabilidad y la decisión en sus manos. Pero hay otro sector, donde también hay quiebras morales, que es la cultura, por eso de ser siempre los últimos en cada momento que la historia determina.
Ante ello, cuando una institución, empresa cultural o gestores incansables, rompen la dinámica negativa y afrontan retos hacia adelante, para conseguir aunar espíritus inquietos y fortalecer mecanismos de aprendizaje y desarrollo, hay que alabarlos y potenciarlos. Me viene a la cabeza, el esfuerzo constante de Titiricuenca o Amigos del Teatro por seguir insistiendo en su programa anual; igual que me viene, el deseo de esos músicos, estén incardinados en grupos o enseñanzas profesionales o partan de propuestas individuales y privadas, por querer seguir expresando la música en esa carrera de camino truncado por Covid y miedos. Son vivos ejemplos, como lo son también, la Catedral y sus apuestas digitales en órgano, audiovisuales artísticos o mecanismos de retos entre ingenios culturales y conferencias virtuales; y me queda mi apuesta en colaboración con la Biblioteca Municipal por seguir ofreciendo esos paseos virtuales entre patrimonio edificado, historia, curiosidades y leyendas en esos «Veinte Rincones de Cuenca», porque así podemos seguir haciendo cultura a tiempo parcial.
Pero hoy quisiera centrarme en el Museo de Cuenca, con la oferta de su exposición permanente de la colección de Saura «La Muerte y La Nada» que desde el pasado 13 de febrero vuelve a tener las puertas abiertas en los horarios habituales y según establece el protocolo para prevención del Covid-19 en este tipo de centros. Entrada gratuita y aforo limitado a un tercio son las exigencias que hay que cumplir, pero visualizar una maravillosa exposición como ésta es digno de alabanza y de aprendizaje cultural.
La muestra reúne veintisiete dibujos originales de Antonio Saura realizados entre 1987 y 1989, en los que se inspiró Jacques Chessex para escribir sus poemas. Ambos trabajaron por encargo del editor Pierre Canova quien publicó 2.500 ejemplares numerados de “La muerte y la nada” en 1990.
Los veintisiete dibujos originales y cartas manuscritas entre los dos autores fueron adquiridos en 1999 por la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha. La citada adquisición, en principio con la intención de entregarla a la ya entonces tambaleante Fundación Antonio Saura, propósito que, por prudencia, no se llevó a cabo, sino que fue entregada para su custodia al Museo de Ciudad Real, desde donde se transfirió en 2007 al Museo de Cuenca.
Ahora, seguramente con sorpresa para muchos, reaparece convertida en una exposición permanente, que se puede ver en la sala del Museo de Cuenca situada en la calle Princesa Zaida. «Ahí está Antonio Saura en estado puro, con su maestría en el trazo, dominando siempre por la feroz negrura de imágenes torturadas que transmiten un mundo interior complejo, no fácilmente asimilable. Pero es, sin duda, una maravilla del arte contemporáneo, ahora disponible cualquier día del año», en palabras de José Luis Muñoz Ramírez en su blog.
FUENTE: https://eldiadigital.es/art/355521/museo-de-cuenca-a-puerta-batiente-por-miguel-romero