POR MANUEL GARCÍA CIENFUEGOS, CRONISTA OFICIAL DE MONTIJO Y LOBÓN (BADAJOZ)
Ayer estuve en Rincón de Ballesteros (Cáceres) en faenas de investigación histórica. Es un pueblo de colonización que tiene cosas para contar. Su trazado y proyecto se hizo en 1953. En la iglesia de Ntra. Señora de Guadalupe, erigida en junio de 1962, conocí a su párroco, Nacho López Cea, lo es también de Aldea del Cano y delegado episcopal de Cáritas de la diócesis de Coria-Cáceres; al que le agradecí su ayuda y amabilidad. Me llamó la atención su apellido Cea. En el diálogo cercano que mantuvimos le pregunté si el origen Cea estaba relacionado con un farmacéutico que hubo en Montijo: don Santiago Cea Flores. Me dijo que sí, que era su abuelo, hijo de Julia, de las pequeñas del matrimonio.
Don Santiago Cea Flores (Salamanca 1893-Montijo 1936) llegó a Montijo en 1925, al aprobar la plaza de farmacéutico titular del Ayuntamiento. Fue presidente del Partido Radical Socialista, que luego se fusionó con Izquierda Republicana, y presidente de la Sociedad de Obreros y Empleados Municipales de Montijo. Mantuvo buena amistad con el alcalde socialista Miguel Merino Rodríguez. La generosidad de don Santiago Cea siempre estuvo con las clases más vulnerables a las que no cobraba las medicinas. Su farmacia, lo contaba en días pasados, estuvo en la plaza de los Piñero, actual sede de la Policía Local.
Tras el 18 de julio, los integrantes del Frente Popular nombraron Comités Revolucionarios o de Defensa. Santiago Cea fue designado presidente del Comité de Montijo, hasta que las tropas del teniente coronel Juan Yagüe llegaron a Lobón el 13 de agosto de 1936. Fue detenido y junto con varios dirigentes de izquierda fusilado. Dejó viuda, María Ferrer y Ferrer (Trujillo) y seis hijos pequeños (María, Rosario, Manuel, Santiago, Julia y Enrique) que se marcharon de Montijo a Cáceres.
De regreso a Montijo le mandé algunas fotografías, a las que le acompañé este texto que en su día publiqué, recogido en uno de mis libros: “Agosto es memoria de un amanecer cierto, una llamada de teléfono negro bajo amenaza y decreto de cañón en los cerros apuntando y señalando un día de imborrable recuerdo. Agosto es tapia agujereada, herida y traspasada de cementerio. Agosto cocina en sus pucheros la verdad sensata de sus inocencias. Agosto rompe las conciencias que serán juzgadas por quien debe juzgarlas”.
Este sacerdote que conoce la experiencia de las misiones, pues estuvo en Nicaragua me respondió dándome “las gracias por el rato que pasamos charlando. Que su madre se había puesto muy contenta y que siempre es un placer escuchar hablar de alguien a quien no conocí directamente, pero que ha sido una constante en la historia de la familia… y un referente para mi vida”.