POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Escribo desde Cádiz; aquí echan la culpa al domingo de que existan los lunes; los lunes se trabaja poco y diríase que ni las gallinas ponen. Hoy la liturgia gaditana celebra la última visita de Jesús a Betania para seguir la evolución de Lázaro, paciente a quien había resucitado entre los muertos; la casa no estaba lejos del huerto de los Olivos, donde el Maestro pasaba las horas, aunque no era agricultor ni, que se sepa, manejó jamás una almazara. Marta aliñaba unas caballas de Galilea con olivitas, María, hermana de Lázaro, se arrodilló ante el más que doctor, con perfume de nardo mexicano le lavó y ungió los pies, con la melena y aliento de besos se los secó, y Lázaro, muy recuperado, se sentó a cenar con todos. Así de esperanzadora y preñada de fragancias comienza la semana de pasión; dicen acá que mañana empezará a torcerse y que acabará hecha un Cristo. Mal se compadece la pasión con la sensatez.
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