POR ANTONIO BOTÍAS SAUS, CRONISTA OFICIAL DE MURCIA
Ni imaginó Natalia que algún día, ella que trabajaba al frente de una empresa dedicada a la contratación de artistas en Gerona, una joven ilustrada y de mundo, vitalista y buena conversadora, se trasladaría a Murcia para dirigir una funeraria. Pero eso mismo sucedió hace ahora ocho años, justo después de advertirle a su madre que ni muerta lo haría. Nunca mejor expresado, claro. Y lo hizo. Quizá porque es la quinta generación de la familia que gestiona, desde hace un siglo y medio, la Funeraria de Jesús, la primera que, entre otros adelantos, ofreció la posibilidad de dar el pésame a través de la Red, con un éxito notable. Natalia Planas Albarracín ha logrado no solo comprender el delicado sector que gestiona. Además, sabe explicarlo con la medida justa de respeto y buen humor.
-¿Todavía se celebran velatorios en los hogares o es una costumbre que pasó a la historia?
-Casi ha pasado ya a la historia, aunque nosotros damos servicio donde se nos solicite. En épocas de calor, en cambio, intentamos advertir a las familias de la conveniencia de venir al tanatorio. Pero respetamos la voluntad de los fallecidos o de sus allegados. Hasta hace unos años era frecuente en los pueblos. Ahora es más raro que se produzcan velatorios en los hogares.
-¿Cuál es el estado del sector?
-Saturado. Existen demasiadas funerarias y tanatorios, aunque no lo parezca. Y algunas, como es nuestro caso, desde hace muchas generaciones en Murcia.
-¿Cuántas?
-La Funeraria de Jesús se inauguró hace 150 años. Lo hizo mi tatarabuelo Jesús, de ahí el nombre.
-Y estaban en la plaza de Las Flores, de toda la vida.
-(Risas). Todavía conservamos el edificio. Nos gustaría volver a abrir en él unas oficinas.
-¿Alguna vez se les ha levantado un difunto? Vamos, me refiero a algún cataléptico.
-¡Por suerte, no! Quizá eso sucedía más en la antigüedad. Hoy en día existen controles sanitarios y funerarios muy estrictos, lo que evita que sucedan casos como ese. Eso sería un error imperdonable.
-¿Y qué me dice de los chinos y la curiosa leyenda de que nunca se entierran aquí?
-En los años que yo llevo solo organizamos el funeral de un chino, que fue incinerado. Y también el de una japonesa, en cuyo ataúd introdujeron dinero sus familiares, según establecía su tradición.
-¿Dinero? ¿Mucho?
-No lo recuerdo. Pero cuanto metieron fue también directo al crematorio. Así lo solicitaron. En otro funeral, los deudos bailaron en torno al féretro.
-¿Y eso?
-No se lo preguntamos. Somos muy discretos en esos casos.
-¿Considera normal que uno pague durante toda su vida al seguro su propio entierro?
-No crea que se paga tanto. Quizá si uno fallece a los noventa años, pero piense si eso sucede a los cuarenta. Además, en esas cuotas se incluye, por ejemplo, el traslado nacional e internacional, que no resultan muy baratos. Así que considero que merece la pena.
-¿Se hace uno a cualquier empleo?
-Bueno. Aunque soy la quinta generación al frente de la funeraria, yo no me crie aquí. Cuando mi madre adquirió las partes de sus hermanos me trasladé de Gerona a Murcia. Recuerdo que, al principio, le dije que no contara conmigo. Pero luego empecé a venir, hasta que me quedé. Eso sí, los primeros meses fueron muy duros.
-¿Y aprendió algo?
-Cambia tu escala de valores, sin duda. Eres más consciente cuando disfrutas las cosas porque ves a diario que, de un día para otro, todo puede acabar.
-¿Cómo adaptan sus servicios a otras religiones que no sea la cristiana católica?
-Sin ningún problema. Los musulmanes tienen una sala dispuesta para celebrar el ritual de lavado y existen otras sin símbolos religiosos. Además, tenemos féretros sin cruces y otros según las normas que establece el Corán. Somos una empresa de servicios funerarios, independientemente de la religión o cultura. Aunque el 95% de nuestros servicios son católicos, tenemos recursos suficientes para adaptarnos a los demás. En el caso de los testigos de Jehová ponemos a su disposición una sala sin imágenes religiosas para que puedan celebrar sus ceremonias, féretros sin Cristos, sin Cristo y sin cruz… Para los musulmanes también tenemos otra sala dispuesta para celebrar el ritual del lavado y féretros que cumplen con el Corán.
-¿Cómo son?
-Pues llevan en la parte baja del féretro tres círculos que, en el momento de depositarlo en la fosa, se rompen para que el cuerpo esté en contacto con la tierra.
-¿Trabajar en este lugar les anima a ser supersticiosos?
-(Risas). Créame que no. A veces me preguntan si oímos voces o ruidos, pero lo cierto es que nunca. No tenemos ninguna sensación extraña.
-Los murcianos, ¿somos más de ceniza o de fosa?
-La incineración ha aumentado en los últimos años, poco a poco. Quizá somos la zona donde menos se observa, en torno a un 30% de las familias que atendemos. Pero también es cierto que hace apenas cinco años el porcentaje se reducía al 20%.
-Pues el Papa ya advirtió hace unos días que las cenizas no podían aventarse por ahí como si fueran paja…
-Que cada uno haga según le parezca o haya dejado establecido el difunto. Sobre esas cosas no me pronuncio, la verdad. Hay quienes las entierran. Otros las llevan a sus hogares o las esparcen. O ambas cosas. La última novedad son unas urnas que pueden dividirse para que cada familiar se lleve una parte de las cenizas. Hay tantos casos como familias.
-¿Y existe alguna novedad más?
-Los diamantes. El proceso requiere utilizar el pelo de la persona fallecida, que enviamos a una empresa donde, a través del carbono, lo convierten en diamante. Pero no solo se hace en casos de defunción. Hay hijos que hacen lo mismo con su pelo para regalárselo a sus madres por su santo o su cumpleaños. O nietos que también desean tener ese detalle.
-¿Resulta caro?
-A partir de unos 800 euros y hasta los 5.000. Depende de los quilates y el color que se desee.
-Los tiempos avanzan, sin duda.
-Así es. En nuestro caso, también hemos modernizado las instalaciones, ampliando las salas y añadiendo pantallas donde incluimos, aparte del nombre de la persona fallecida, información sobre su funeral y una fotografía. Es curioso que el detalle de la fotografía gusta mucho. Entretanto, en nuestra página web ofrecemos la posibilidad de enviar pésames ‘online’. Así lo hacen quienes, por motivos de trabajo o de viaje, no pueden asistir al velatorio. Cuando todo acaba, les entregamos a la familia esos mensajes, que también son muy bien acogidos.
-Antiguamente existían entierros de primera, de segunda… ¿Existe eso en la actualidad?
-Existen servicios de todos los niveles. Lo normal es un féretro, una esquela, dos coronas, el velatorio, la misa y el enterramiento. Pero a partir de ahí encontramos muchas variedades. Un servicio puede ser todo lo caro que uno quiera. Por ejemplo, las flores pueden costar entre 125 euros y 600. La media total se sitúa en unos 4.000 euros.
-¿Y lo qué más ha visto usted que se han gastado?
-(Duda). Unos 12.000 euros. Pero, ojo, es un caso excepcional donde se cuidó hasta el más mínimo detalle.
-¿Se sigue adornando al difunto con cosas y recuerdos?
-Cada vez menos. Si acaso, una fotografía, una estampa religiosa o algún rosario. Antes se traían más cosas a los tanatorios.
-¿Se atrevería a profetizar qué usos y costumbres se observarán dentro de unos años?
-¡Resulta complicado! Desde luego, a corto plazo, desaparecerán los velatorios por las noches. De hecho, cada vez con mayor frecuencia, muchos familiares no pasan la noche en el tanatorio.
-Eso siempre se hizo en el norte del país.
-Cierto. Y terminará por pasar muy pronto aquí, pues la mentalidad está cambiando. En el norte se cierran los tanatorios en torno a las nueve o diez de la noche. Cada día se va recortando el tiempo.
Fuente: http://www.laverdad.es/