POR RAFAEL SÁNCHEZ VALERÓN, CRONISTA OFICIAL DE INGENIO (REGIÓN CANARIA)
No se habían apagado los ecos del cañoneo por un submarino alemán al transporte portugués de 6.500 toneladas Machico, al norte de Alegranza, procedente de varios puertos de África para Lisboa y al que se estuvo buscando de manera infructuosa, logrando llegar a Cádiz con dos enormes boquetes, provocados por los cañonazos. Se daba la circunstancia que este buque había sido alemán y fue incautado por los portugueses.
Pocos días después, se produjo el suceso protagonizado el velero de la misma nacionalidad Emilia. Desplazaba 1.500 toneladas y estaba capitaneado por Joao Francisco dos Santos. Había salido de Oporto y venía a Las Palmas con un cargamento de madera de empaquetar tomates para varios comerciantes de Las Palmas y lastre, para continuar su viaje para Cuba donde debía recoger un cargamento de ron y azúcar para Canarias. Cuando se encontraba a unas diez millas al este del faro de la Isleta, sobre las ocho de la mañana del 14 de noviembre de 1916, oyeron un fuerte cañonazo y al submarino UC-20 de unos 25 metros de eslora, que les hacía señales de parada y petición de bandera, orden que fue obedecida por el capitán del Emilia que izó la bandera portuguesa. Del submarino partió un bote con un oficial y cuatro marineros que pasaron a bordo del Emilia. Dicho oficial reclamó la documentación del barco y formuló varias preguntas sobre la clase de cargamento, procedencia y destino. Después de inspeccionar la carga dieron diez minutos de plazo para arriar los botes y abandonar el lugar a sus 17 tripulantes con algunas pertenencias pues se veían obligados a hundir el barco. Los explosivos colocados en la bodega y la apertura de los tapones de desagüe no fue suficiente para hundirlo al ser la estructura del buque y el cargamento de madera, por lo que tuvieron que disparar veinticinco cañonazos, tras los cuales el buque se hundió mientras el submarino se sumergía, habiéndose incautado de provisiones del Emilia, especialmente carne y galletas. El bote fue remolcado al Puerto de La Luz por una falúa que había salido a encontrar un vapor holandés que pasaba para el sur y no entró en el puerto. Durante el trayecto tuvieron que hacer uso de los remos, temerosos de que se rompiera la vela. Un teniente de navío del crucero Princesa de Asturias con varios números de la misma se hicieron cargo de la tripulación, siendo conducidos a tierra por el muelle de Santa Catalina, a donde llegaron sobre las dos de la tarde del mismo día con la presencia de unas mil personas. Fueron obsequiados con tabaco y se les dio de comer, prestando declaración en la Comandancia y luego en Sanidad, para después ser entregados al cónsul de Portugal en Las Palmas.
Tras el hundimiento del Emilia, el cañonero Laya, inició la búsqueda de una supuesta base de submarinos alemanes en Canarias.
FUENTE: EL CRONISTA