Un paseo matutino por el istmo de Sancti Petri y el poblado, y volver por el litoral hasta el paseo marítimo de la Cruz Roja, son muchos pasos para no pensar en nada, aunque se vaya acompañado.
El sábado, el Atlántico estaba en calma, y el horizonte claro y sereno. No obstante, me vino al pensamiento la imagen de este mismo mar, en otro tiempo de historia con otro tiempo meteorológico: un mar rugiendo bravío durante una tormenta; un mar ante una tempestad con grandes olas capaces de sepultar en su fondo a cualquier barco. Inevitablemente apareció la tenebrosa sombra de los naufragios, porque han sido numerosos naufragios los acaecidos en nuestra costa desde que los primeros navegantes surcaron estas aguas: fenicios, púnicos y romanos; capitanes y pilotos de naos y galeones de la Carrera a Indias, a excepción del siglo XVI que no hubo ninguno, –según documentación consultada–
En el siglo XIX fueron tristes protagonistas los navíos, bergantines y barcos de vapor. Estos naufragios han sido los más renombrados por la prensa histórica decimonónica. Todos nos han dejado un historial de irreparables tragedias humanas, otras menos cuando pudieron salvarse algunas vidas. La segunda pérdida en importancia era la carga y después, el valor del barco; esos buques que yacen hundidos en el seno del océano y hoy forman parte de nuestro patrimonio arqueológico subacuático.
El siglo XIX comenzaba trágicamente en nuestro litoral con el naufragio del navío de línea francés “Fougueux” (1785-1805), que participó en la batalla de Trafalgar. Fue apresado por el británico, “Temeraire”, el 21 octubre de 1805, pero el fuerte temporal obligó a sus captores soltarlo ante el temor de hundirse ambos buques. Desarbolado, navegó a la deriva hasta naufragar en el arrecife de Sancti Petri; la mayoría de sus tripulantes murieron salvo 21 de ellos, que lograron subir a una lancha de salvamento y atendidos en tierra por miembros del Regimiento de Caballería, Farnesio.
Durante la Guerra de la Independencia los naufragios de lanchas cañoneras y embarcaciones corsarias eran frecuentes. Un ejemplo de ellos fue el publicado por el periódico gaditano, el Censor general, en el parte de línea del 24 de febrero de 1812: “Los enemigos [franceses] no cesan de recoger fragmentos de los buques que naufragaron en la costa”. Sin mencionar el número de ellos ni de los marineros fallecidos.
En enero de 1827, el Diario Mercantil de Cádiz, insertaba una nota de agradecimiento de una náufraga: “La Sra. inglesa Elizabeth Johnson, que en la mañana del 30 de Noviembre último naufragó en la costa de la Barrosa, perdiendo cuanto tenía de ropas, dinero, etc., da las más expresivas gracias (…) a los franceses de Chiclana por su generosa acogida y asistencia; después a los capitanes y tripulantes de los buques ingleses surtos en esta bahía, y finalmente á los habitantes de Cádiz, Jerez y Puerto de Santa María, por la suscripción que abrieron para facilitarse el volver á su patria embarcándola con toda comodidad y decencia en el bergantín ingles “Bramin”.
Hasta 1844 no hallamos otra noticia de un sonado naufragio que se publicó a nivel nacional por el periódico El Clamor del Público en enero de aquel año: “A las siete y media de la mañana del día 25 del actual, se perdió en la playa de la Barrosa, término jurisdiccional de Chiclana, la goleta española de matrícula de Cádiz, “Pescadora”, su capitán don Pedro Ferrandiz, venía de Buenos Aires, con nueve tripulantes, un pasajero y carga de cueros. Perecieron en el naufragio cuatro marineros, uno de ellos inglés, cuyo cadáver fue hallado en el mismo buque”.
Años más tarde, en abril de 1874, el periódico La Época informaba en escueta nota sobre el naufragio de un vapor inglés –se desconocía el nombre del buque– que había encallado, quedando varado en la costa de Sancti Petri. Reflotado de nuevo se fue a pique a menos de una milla de distancia de tierra. De manera inmediata el capitán general del apostadero naval de La Carraca mandó órdenes a los comandantes de Marina de las poblaciones cercanas: Chiclana, San Fernando, Conil y Vejer, para “que personas entendidas” socorriesen a los náufragos “en cuantos auxilios estén á su alcance”. El corresponsal añadía: “Se ignora el nombre del buque y si ha habido desgracias personales”.
El último, tuvo lugar al inicio de la última década (1892), entre Conil y el castillo de Sancti Petri por el barco, “Virgen del Carmen”. La revista Navegación y Comercio recogía la noticia especificando la carga que llegó a tierra: “El mar arrojó días pasados 186 barriles de vino tinto, 20 cajas de latas de pimiento molido, una botella conteniendo cartas, y restos de palos y obra muerta. A la playa de La Barrosa y Roche (…) también han salido multitud de efectos que custodia fuerza de carabineros”.
Así se cerraba el tormentoso siglo diecinueve en nuestras aguas.
Publicado hoy en El Periódico de Chiclana, pp. 18-19.
Bibliografía:
-BIBLIOTECA NACIONAL DE ESPAÑA. Hemeroteca Digital. El Censor General, 18 de febrero de 1812. El Clamor Público, periódico del partido liberal. Segunda época, nº 120. Madrid, miércoles 2 de enero de 1844). La Época, diario político. Año XXVI, nº 7.855. Madrid, jueves 16 de abril de 1874. Revista de Navegación y Comercio. 1892)
-BIBLIOTECA VIRTUAL PRENSA HISTÓRICA. Diario mercantil de Cádiz. nº 3803, 2 de enero de 1827
-FLORES, A. (1983 ): “Naufragios en el golfo de Cádiz. En https://core.ac.uk/download/
pdf/72018798.
-RODRÍGUEZ MARISCAL, N. E., ALZAGA GARCÍA, M. Y MÁRQUES CARMONA, L.: (2013): “El navío francés Fougeaux (1785-1805): la compartimentación del buque a través de la ubicación de los vestigios”. En “Arquitectura naval e iconografía. Activos Digitales IAPH
-FOTO: El castillo de Sancti Petri y su peligroso arrecife.