Sin embargo, en la Orihuela de antaño de nuestros bisabuelos y abuelos, de alguna manera sólo se anticipaba en un mes, estando justificado probablemente porque los medios de transporte no eran como ahora y se efectuaba de forma diferente la adquisición de alimentos. Recordamos que en aquellos años del último cuarto del siglo XIX, al hablar de los tres últimos mercados semanales de los martes del mes de diciembre en nuestra ciudad, se les denominaba como de Navidad. Así. el del martes día 21 de dicho mes de 1886, era considerado como el último de los llamados «de Navidad». A pesar del tiempo desapacible estuvo muy animado. Sin embargo, los productos tuvieron unos precios no conocidos hasta entonces, como «los huevos en particular se hallan a tal altura que ningún pobre puede comprarlos», culpando de ello al agio o beneficio de los recoveros.
En ese año, además de los tres mercados de Navidad de los martes, el mismo día 24 (viernes) se celebró mercado al que acudieron vecinos de la huerta y del campo para proveerse de turrón y cascaruja. La bajada del Puente Viejo o de Poniente la llenaron los confiteros, siendo tal el número de puestos que dificultaron el tránsito por dicho lugar. Días antes arribaban a Orihuela los turroneros de Jijona, Filomena Sirvent y Antonio García que se alojaban respectivamente en una posada de la calle del Río y en el Hospedaje Buena Vista (mismo lugar en que en los años veinte del pasado siglo se encontraba el Hotel Palas), ya que acostumbraba a alojarse en la Posada de Pizana propiedad de Juan Lidón, que había sido derribada para la construcción del nuevo Puente de Levante. Antes de acudir a los mercados, ambos ofrecían sus productos en los mismos lugares de hospedaje, no faltando los turrones de Jijona, de nieve, de yema y el duro de Alicante, ni los pastelitos y las “peladillas roñosas y blancas”.