POR ANTONIO LUIS GALIANO, CRONISTA OFICIAL DE ORIHUELA
Hace veinticinco lustros, Orihuela se preparaba como todos los años para celebrar lo mejor posible los días navideños. Los estudiantes de facultad y los funcionarios oriolanos destinados en otras localidades retornaban al calor de la familia, para disfrutar de estos días. Desde Jijona arribaban los expendedores de turrón, y los comercios de comestibles acopiaban productos que, generalmente durante el resto del año no eran de consumo diario. De los primeros, el turronero José Molina acudía ofreciendo sus especialidades de blando, yema, leche y duro de almendra “pura”, pastelillos de mazapán, dulces secos y peladillas de Alcoy, así como miel de romero. Su despacho lo establecía en la calle Mayor, frente a la tienda de Antonio Martínez (antes Cañizares). Filomena Sirvent hacía lo propio en la calle del Ángel (López Pozas, hoy) en el número 12 por las mañanas y por las noches en la posada de Ramón Morell en la calle del Río, al igual que Antonio García vendía sus productos en el hospedaje Buena Vista. También las confiterías locales como la de Higinio Correa en la Soledad, 3, recibían los dulces navideños para ofrecer a sus clientes habituales. Entre las tiendas de comestibles, Juan Lidón en su establecimiento de “La Confianza”, daba a conocer el haber recibido salchichones de Vich, chorizos de Candelario, queso de bola en vejiga fresca, vino de Valdepeñas, anís imperial y conservas. Pero, lo más típico para el consumo de los oriolanos en esas fechas eran, sin lugar a duda, los pavos y los pollos, sobre lo que decía “El Diario de Orihuela”: “funesta noche para las aves de corral cuyas suculentas carnes forman el fundamento de la mesa de Navidad que coronan castillos de dulces y pirámides de turrones”. En muchas casas se había estado criando al animal para ser sacrificado en la cena de Nochebuena o comida del primer día de Navidad, aunque otros lo habían comprado en el mercado de los martes víspera de la primera de esas fechas que, en 1890, cayó un 23 de diciembre. A tenor de lo que nos narra la prensa, debido a que el mercado de la semana anterior estuvo protagonizado por la lluvia, alcanzó grandes compra-ventas, sobre todo beneficiándose los vendedores de aves, cascaruja y turrones, no teniendo tanto éxito los datileros, ya que se ordenó que sus puestos se instalasen en la terminación de la calle de Los Hostales, casi a la puerta de la Sociedad Unión Agrícola, lo que motivó a que los compradores no se acercaran hasta allí. Actualmente, en este año de 2015, creo que no les habría sucedido, pues entre el picudo y no sé qué motivos más, no hay forma de comprar dátiles por ninguna parte, salvo los israelitas o tunecinos.
Pasados los días de la Navidad, se decía por el indicado periódico que, “se comió el pavo imprescindible quien lo tuvo y el que no contentose con contemplar el que tallado en piedra existe bajo el escudo de armas de la casa-palacio de los marqueses de Arneva”. O sea, el ave que tradicionalmente los oriolanos ubicamos en la conocida “esquina del pavo”.
Días antes se celebró el sorteo del Gordo, que tocó en suerte al número 10.520 que fue a parar a La Habana, con un premio de diez millones de reales, es decir: 2.500.000 pesetas o 15.026 euros de hoy, aproximadamente. En el tema económico, los vecinos estaban cansados de los pedigüeños reclamando el aguinaldo, por lo que esta costumbre estaba decayendo. Se acostumbraba a la felicitación navideña, y como no podía ser menos la prensa también la transmitía a sus lectores, así que “El Alacrán”, periódico imparcial de literatura e intereses materiales se despachaba de la siguiente forma: “Para nuestra más feliz felicidad deseamos que nuestros felices suscriptores y aun los infelices, pasen felizmente con todas las felices felicidades, la feliz Pascua, por lo cual les felicitamos enviándoles nuestra más felicitante felicitación que les felicite como si fuera la más feliz de las felicitaciones”. Ahí queda eso, junto con la letra de un villancico para paliar que en la misa de Gallo en la catedral, no se cantaron: “El insigne Ayuntamiento/ los consumos ha subido/ por eso los oriolanos/ se encuentran tan consumidos./ Carrasclás, y si los consumos/ carrasclás siguen como están/ carrasclás, entonces diremos/ carrasclás, carrasclás, clas, clas./ Como era tradicional, el día 24 por la mañana en dicha iglesia se predicó el sermón de la Kalenda, que estuvo a cargo de un seminarista. En el año que no ocupa, le correspondió al alumno de primero de Latín, Juan Manuel Mendiluce Albaladejo, de catorce años, natural de Alicante y vecino de Torrevieja. En las parroquias se celebró la misa de Gallo, destacando la de Santiago, en la que se cantó la misa de Pastorela y villancicos, interpretados entre otros por los señores Calatayud y Galiano. La perspectiva festiva para los días 25, 26 y 27 estaba a cargo por la Banda de Música Municipal, que el primero de estos días a las dos y media salía dando un pasacalles desde la Corredera, dónde vivía su director, por las calles de Los Hostales, Loazes y Calderón de la Barca, hasta llegar a la Glorieta, en cuyo kiosco interpretó un concierto. En ese día, debutó Julián Echevarría, natural de Checa (Guadalajara), que era un muchacho que había arribado a nuestra ciudad dos años antes como zagal de uno de los ganados que venían a invernar por esta zona, y que fue protegido por Adolfo Lizón. También se anunciaba en esas fechas, la puesta en escena de la zarzuela pastoril a cargo de los jóvenes del Círculo Católico de obreros. Por otro lado, el alcalde Francisco López García dio órdenes, para que los agentes de la autoridad extremasen la vigilancia en la Nochebuena a fin de evitar escándalos. Al parecer tuvo éxito, pues sólo se detectaron algunas pequeñas reyertas.
Así, con una lotería que no tocó en Orihuela, con o sin villancicos, evitando los aguinaldos, consumiendo turrones y peladillas de Alcoy, saboreando el salchichón de Vich y mirando “al pavo” de la “esquina del pavo”, pasó la Navidad, dulce Navidad de 1890.
Fuente: http://www.laverdad.es/