POR LUIS MIGUEL MONTES ARBOLEYA, CRONISTA OFICIAL DE BIMENES (PRINCIPADO DE ASTURIAS)
Hoy la lupa de la historia se detiene en los comercios de los años 50 y 60 del siglo pasado. El bar de Manuela se anunciaba así: «Su estómago consuela, si come en Casa Manuela». Casa Filomena tenía la especialidad en el canjeo de novelas del Oeste, y delante se ponía la cartelera del cine. El negocio de Pin (cementos, material de construcción y piensos): «Quiere cebar bien su vaca, su caballo o su rocín, compre sus piensos y paja en el almacén de Pin». Una vinotería decía: «Haga frío, haga calor, tome usted vinos Camblor».
En casa de mi madre, Ultramarinos Manolita o Casa Lita, se puso el primer maniquí del pueblo, todo un acontecimiento; se envolvía en papel de estraza y se podía pagar a plazos, se apuntaba en la libreta del pan. Un personaje entrañable era Luis el Panadero con su carromato, tirado por un macho, repartiendo pamestas y bollos por las aldeas.
No faltaba el bar Vigil con su especialidad en vermú, el bar de Germán con su espléndida bolera, la confitería de Araceli, el estanco de Leonides, el bar de Quila, Casa Estébana, el taxi de Olegario, Casa Campín, el chigrín de Lupe, el bar Flotante, las fruterías de Teresa y Leonides, la fonda Primo, el bar Faico, la zapatería de David, Casa Aurora, Casa el Rizosu, Teléfonos, el llagar de Enrique, la carpintería de Casimiro o la sastrería de Pachín.
En Casa Antón se organizaban foros entre la chavalería moderados con ironía por el propio Antón. Se discutía del sexo de los caracoles, de los orígenes del carbón, etc. Cuando le decíamos que el carbón venía de la descomposición de los vegetales, movía la cabeza a los lados y decía: «Tan engañándobus ena escuela, guajinus, ¡muncha maera tenía que haber!». También se compraban pitos sueltos y se daban las primeras caladas. El bar de Rosario sobrevivió hasta hace poco, siempre bajo el retrato de Franco. En los últimos años lo llevó la recordada Luisina.
Manolín de Bastián, padre de doce hijos y dedicado a la labranza, tuvo el primer taxi, también fue carpintero, minero y técnico práctico en radio. La panadería de Edelmiro («Llámese usted Sebastián, Bonifacio o Casimiro, si quiere comer buen pan, pida siempre de Edelmiro»). La sastrería de David el de La Rubiera, cuna de buenos sastres, era un mentidero futbolístico de primer orden en los primeros años del Iberia.
La carnicería de Ciano siguió con Gerardo la Riba y Sar. Tino Vigón (barbería, funeraria y agente de seguros), la tienda de Atanasio (muebles, calzados, ferretería, droguería y loza), Casa Adelaida (mercería, carnicería, bar y salón de baile) y más que se quedan en el tintero.
Los bares abrían todos los días y las tiendas solían cerrar los domingos por la tarde. Nadie tenía vacaciones. En la actualidad, los negocios se cuentan con los dedos de una mano.
Fuente: L.M.M.A.