POR HERMINIO RAMOS, CRONISTA OFICIAL DE ZAMORA
Ya esta bien de dar la lata con la célebre Transición. Solo hay que recordar esos momentos duros y difíciles que se han planteado tantas y tantas veces a lo largo y ancho de estas tres largas décadas de inestabilidad que sin exagerar podemos definir como permanente.
Es muy fácil entender cómo se ha producido la fragmentación de la España de nuestros sueños en esos diecisiete departamentos, sencilla y llanamente por dar un salto atrás y remover caprichos, burlas y ofensas y además arrastrando con ese capricho insatisfecho funerales, rapiñas y un sinfín de macabros testimonios junto a lágrimas y agravios sin cuento ni medida, y todo esto junto a complacientes y a la vez duros silencios en aras de unas libertades de todo tipo y para todo pero siempre en el predominio de los mismos.
Después del enfrentamiento de las dos Españas que costó un millón de muertos y más de cuarenta años de poderoso silencio, llegó el 15 de junio de 1977 y en ese revuelto de la historia pasada surgen las Constituyentes con la simpática ocurrencia de presentarse doscientos dieciséis partidos políticos que constituirán la base sociológica e ideológica de la que va a ser la gran norma repartidora de la España rota y separada en diecisiete minifundios, que como consecuencia multiplicará por diecisiete toda la estructura político administrativa, junto a las simpatías que genera el propio paisaje geográfico y su historia.
Este período lleva cuarenta años de vida y a lo largo de estas cuatro décadas es tal el desmadre originado, que no ha dejado un solo pilar de los auténticos fundamentos de la sociedad y del propio estado que no se haya removido: familia, educación. Está triturada y en constante cambiar hasta el punto de tener que cambiar permanentemente su propia estructura y ejemplos están comenzando a llegar.
Este siglo está pidiendo a voces una Constitución nueva, más corta, más clara con el sí y el no muy claros sobre toda esas administraciones duplicadas o superpuestas y para no entrar en disquisiciones lo más corto y claro es seguir con todo rigor ese esquema que aquel manifiesto del año mil novecientos treinta y dos que terminaba: Un hombre un voto y un cargo, yo le añadiría hoy en honor al siglo y al ambiente y también una nómina.
Fuente: http://www.laopiniondezamora.es/