POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Este viernes, Oviedo amaneció cubierto de niebla. Desde Valdeflora no se veía ni la Jirafa. Nuestra muy leal ciudad, cual Llanera o el valle de San Claudio, constituía un destino de primer orden para los turistas amantes de la niebla; la perspectiva desde Toleo nada tenía que envidiar a la de Londres desde la noria, Big Eye del Támesis, sólo faltaba un Connan Doyle para narrarla, o un Jack para destriparla; me recordó Oviedo también al Cabo de Santa María, o de las Tormentas, en la isla de Terranova, donde nunca pueden verse los alcatraces ni los náufragos, pero es donde más hay; se parecía a Smolensk, en Rusia, cuando suda el río Dniéper y lo cubre todo; a Budapest, en las mañanas de invierno; a Brisbane, en Australia, al atardecer, y a Ciudad de México, en pleno smog de primavera. A lo largo de mi paseo matutino, la niebla se fue disipando y Oviedo volvió a recordarme a Oviedo.
Fuente: http://www.lne.es/