POR RICARDO GUERRA SANCHO CRONISTA OFICIAL DE LA CIUDAD DE ARÉVALO (ÁVILA)
Cada año llegado el paso del otoño hacia el invierno, siempre hay algunos días de nieblas, más o menos intensas, que se agarran más en estas planicies de la meseta y en las cuencas de los ríos. La zona de la comarca de Arévalo tiene dos putos de inflexión, la zona de Gutierremuñoz donde la ligera subida casi imperceptible llega a una cota donde la mayoría de las ocasiones esos bancos de nieblas desaparecen. Es un punto que bien conoce los conductores que saben que, al llegar a esos pueblos, las nieblas desaparecen. Otro ejemplo semejante, cuando en muchas ocasiones en Arévalo abre el día radiante con ese sol que anima los termómetros y los cueros, en las lomas hacia Segovia o en el norte y noroeste, hacia Medina y Madrigal, se queda ahí en el horizonte una bruma que delata que las nieblas no están lejos. Y así es, que hace unos días fuimos a Madrigal de las Altas Torres en visita de amistad y salimos con una tarde radiante y preciosa y al llegar a esa villa la nube rasante envolvía en caserío y sus torres dejando el paisaje desdibujado y enigmático con esa bruma que rodeaba doto el ambiente.
Un paseo corto por las calles madrigaleñas con ese halo de misterio. Y llegamos al Belén municipal obra artesanal de Rufino, recreando un precioso paisaje y caserío de misterio en su penumbra aunque esas lucecitas tenues nos recordaba algunos de nuestros pueblos que en la lejanía algunas luces centellean dejando entre ver su caserío. Tiene también como en el belén de Arévalo algún edificio característico de los monumentos, en este caso la torre de la puerta de Peñaranda. Y a niebla envolvía este nacimiento porque está en el porche del Ayuntamiento. Y no me canso en ponderar la tradición belenista. Nieblas que hacen temer en la carretera por los peligros que acechan, sobre todo en estos días de Navidad en que tantos viajan para reencontrarse con familiares y amigos, que son fechas de reencuentros y en familia.
También un paseo por nuestro casco histórico y monumental, porque en días pasados la niebla no era fría, hoy sí, y daba gusto pasear entre la neblina que a veces deja ver levemente esas siluetas fantasmagóricas de nuestras torres que, a medida que te acercas adquieren perfiles más claros y rotundos. Esas calles semi desiertas con la iluminación caramelo que se prolonga como u gran haz de luz hacia el cielo refulgente de luces monumentales.
Y así, sin darme cuenta y entre brumas de niebla, llegó el Papa Noel a nuestra ciudad, una de esas tradiciones importadas que ya han tomado carta de naturaleza, que a mí que soy más seguidor de los Reyes Magos me cae bien por su pinta de bonachón, que lo es, y lo sé a ciencia cierta… claro es que tengo enchufe y me dejó un magnífico regalo, sin pedirlo, él sabe que soy más monárquico, su amistad!!!!
Amigos, cuando ya estamos llegando a fin del año, con estas entrañables fiestas de Navidad como colofón del calendario festivo anual, son días de calor humano, de entrañables reuniones familiares y mucho más si hay pequeños en las casas… o en la soledad triste de tantas personas que están solas…
Por eso son fiestas de la Navidad muy entrañables muchas veces y tristes de soledades otras. Son cosas de las situaciones personales de cada quien. Por eso a mí no me parecen redundantes esas continuas felicitaciones consabidas, casi monótonas, pero que tienen un sentido de fraternidad y amor.
Ahí, a la vuelta de la esquina ya tenemos el nuevo año que siempre desearemos feliz y lleno de todo lo mejor como un deseo repetido, y que está ahí, desafiante y lleno de incógnitas…
Sean mis deseos amigos lectores de amor, fraternidad y de todo lo mejor para e nuevo año, que el Niño Dios que ha nacido en un pesebre sea nuestra luz y guía en medio de las turbulencias de la vida, os lo deseo de corazón.