POR FRANCISCO JOSÉ ROZADA MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE PARRES- ARRIONDAS (ASTURIAS)
Llevaba este cronista a las páginas de las mil revistas del Bollu-La Peruyal el pasado mes de julio -catalogándola como “parraguesa digna de elogio”- a Iluminada Villar Corteguera (“Mina”).
La amplia entrevista publicada en dicho portfolio estival fue realizada entre marzo y abril a través de sucesivos correos electrónicos y no sería hasta hace dos días cuando yo conociese personalmente a la protagonista del relato.
Un encuentro de este tipo necesitaba un “marco” apropiado y éste no podía ser otro que Covadonga, lugar siempre evocador, pleno de sentimientos y de tantas vivencias.
Tratándose de una monja debería ser la Cueva mariana el lugar principal de la jornada, con la misa previa al mediodía como eje vertebrador.
Agradezco desde estas líneas al canónigo del Real Sitio y Colegiata de Covadonga José Juan Hernández Déniz -celebrante de la eucaristía- las palabras de reconocimiento y aliento dirigidas hacia Iluminada al inicio y al final de la celebración (toda una sorpresa para ella), palabras que a la humilde “Mina” sé que le han llegado hasta la médula de su más sensible espiritualidad.
Visitar después los Lagos tras muchos años sin hacerlo ha significado para ella revivir aquellos tiempos de su juventud en los que tantas veces lo había hecho.
Incansable, observadora, participativa y con el mismo espíritu con el que hace tantos años recorría su Bode natal a toque de silbato madrugador despertando a los vecinos para recordarles que poco después todos saldrían caminando hacia Covadonga y que los más de 20 km. pasarían ligeros entre cantos, bromas y camaradería.
Sí, amiga “Mina”, ¡cuánto ha cambiado todo! como comentabas el jueves y es que ésa es la ley de la vida, igual que nosotros pasamos de niños a maduros más rápidamente de lo que nos gustaría.
No sé que más añadir para una persona como tú, con una fe que puede superar todas las pruebas y contratiempos que la vida pueda depararle; seguro que ante la adversidad eres de esas pocas personas que saben que aunque la tempestad azote fuerte y las velas de la barca amenacen rasgarse, tu fe te dice que no debes temer, aunque el guía del barco parezca dormido sobre el amasijo de maromas y cuerdas, Él te sigue repitiendo en cada instante de tu historia vital: “Hombres de poca fe ¿por qué teméis?”.
Al final de tu vida -aún dentro de muchos años- tu fe te seguirá asegurando que alguien te va a tender la mano solícito y te invitará a alcanzar esa ribera de la bienaventuranza a la que llegan los siervos buenos y fieles que supieron servir a los hermanos sin pedir nada a cambio.
Será en ese preciso instante cuando te acuerdes de la humilde capilla del Buen Pastor, en la Vega del lago Enol, al pie de la cual hace tantos años alguien orientó tu búsqueda de un camino que diese sentido a tus inquietudes y que cambió tu vida…pero ésa ya es otra historia que pertenece a tu privacidad.
Que tengas un buen regreso al inmenso país donde atiendes a los más pobres de los pobres, porque India necesita personas como tú… parraguesa digna de elogio.
PARRAGUESAS DIGNAS DE ELOGIO: MARÍA ILUMINADA VILLAR CORTEGUERA
POR FRANCISCO JOSÉ ROZADA MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE PARRES-ARRIONDAS (ASTURIAS)
Si en una de sus acepciones la palabra carisma tiene el significado de “don gratuito que Dios concede a algunas personas en beneficio de la comunidad”, éste es el caso que nos ocupa en esta tribuna de papel que cada año ve la luz con motivo de las fiestas del Bollu.
Traigo en esta ocasión a las páginas de nuestra revista estival de la Sociedad de La Peruyal a una parraguesa cuya dedicación y entrega a los demás no es muy conocida en el concejo que la vio nacer.
Pregunta.- Háganos, por favor, una presentación de usted misma. (Fecha y lugar de nacimiento, padres, hermanos, Bautismo, Primera Comunión, Confirmación y todo lo que crea oportuno para que la gente la sitúe tanto en su ambiente familiar como en su entorno habitual cuando era una niña).
Respuesta.- Mi nombre es María Iluminada Villar Corteguera. Nací el día 28 de noviembre del año 1942 en La Vega (Bode), concejo de Parres.
Mis padres fueron Fermín Villar y Ramona Corteguera. Fuimos una familia numerosa compuesta por doce hermanos.
Recibí los sacramentos del Bautismo, la Primera Comunión y la Confirmación en la iglesia parroquial de San Pedro de Bode. Puntualizaré que la Primera Comunión la hice con mi hermano Angelín, fallecido hace un año en Arriondas.
De aquella familia numerosa quedamos vivas tres hermanas: Tere, en Francia; Nati, en Toledo y yo, en India, por la gracia de Dios.
La primera de mis hermanas y hermanos se llamaba Pacita, la cual murió trágicamente cuando sólo tenía dos años e intentaba cruzar la vía del ferrocarril para ir con mi madre que estaba lavando en el río Sella. Llegó el tren y allí la mató.
Los siguientes hermanos fueron: Angelina, Ramón, Pepito, Carmen, Fermín, Isabel, Aníbal y Angelín.
Mi entorno habitual cuando era niña fue maravilloso. Al ser la más pequeña de la familia pude disfrutar de la compañía de todos. Lo recuerdo como un regalo de Dios, con muchísimo cariño y agradecimiento por tener una gran familia y siempre muy unida.
Mis padres -con su vida ejemplar y cariño- fueron para todos la primera escuela de la vida, donde aprendimos lo más importante: a amarnos, respetarnos y vivir la felicidad auténtica. Nos conformábamos con lo poco que teníamos, aunque la atención y la comida nunca nos faltó.
En casa había vacas, cerdos y alguna oveja, y como éramos una familia de pescadores y viviendo a orillas del Sella, no teníamos problemas.
Salmones, reos, truchas, anguilas, lampreas, etc. etc. además de castañas, manzanas, nueces, avellanas, prunos, ciruelas, peras, cerezas etc. no nos faltaban y, en casa, se sembraban patatas, maíz y fabes; de modo que no pasábamos hambre, gracias a Dios.
Una vez al año mataban un “xatu” y dos “gochos”, así teníamos “sanmartín” para todo el año.
El “sanmartín” lo vivíamos como una gran fiesta; cuando mataban los “gochos” oíamos los berridos desde la escuela. Había unas buenas mondongueras: Emilia la de Secaes, Concha la de La Tarmada, Cova la del Castañéu (con Falo, su marido) y Ángel Gutiérrez, éstos dos últimos eran los que mataban.
Emilia y mi madre -con las hermanas mayores- recogían la sangre para hacer las morcillas y los “probes”, se hacían los chorizos etc. mientras las mujeres pelaban los ajos, picaban la cebolla, ataban los “probes” y Falo despostaba el “gochu” con Ángel Gutiérrez y metían los jamones en una duerna con sal.
Los chorizos y morcillas se colgaban para que secaran con humo dentro del cubil, y todos nos reuníamos después a comer con vino y buena sidra.
Con la recogida del maíz y les fabes, pasaba lo mismo. Se reunían los hombres para enrestrar les “panoyes”, escoger les fabes y ponerlo todo en el hórreo a secar.
Teníamos una chalana para cruzar el río y llevar al molino de Coviella a moler, después traer la molienda -tras la maquila- que era bastante esa parte con la que se quedaban, pero bueno… era su paga por moler.
Antes se llevaba al molino de Remolina, de Margarita la del Ceñal, y -últimamente- recuerdo ir al molino de Mingo, más allá de Triongo.
P.- Háblenos de sus estudios en la escuela o colegio. Sobre su adolescencia y juventud cuente lo que le parezca para una entrevista que quedará para siempre como una breve biografía de su persona en las hemerotecas de nuestras casas y en la biblioteca pública.
R.- La primera parte de nuestra enseñanza fue para todos los de Bode en la escuela. Mis primeros años de estudios fueron en esa escuela de Bode, en el lugar conocido como El Quintanal y -a los trece años- mis padres me llevaron a un colegio a Oviedo.
En Bode nos juntábamos todos, grandes y pequeños, de todos los barrios, en la escuela que era mixta. Allí estábamos de La Pasada, La Valleya, Trespandu, La Llosona, La Llana, El Cipidiellu, El Ceñal, La Vega, etc. Nosotros, como éramos tantos hermanos y de distintas edades, a veces coincidíamos cinco o seis a la vez ¡Qué tiempos tan felices!
Recuerdo unas maestras muy buenas: Dña. Juanita Cebrián, Arselina (que se hospedaba en La Pasada), Pilarina (en casa de Benigna), Carmina la de Lage y -alguna vez- Esther la de Ramiro. Guardo buenísimos recuerdos de aquella época.
Recuerdo también cuando el Generalísimo Franco iba a pescar salmón con su escolta de moros. Como la carretera era entonces muy estrecha, dejaban los coches en nuestra huerta. Papá era el pescador ribereño nombrado por la Federación de Caza y Pesca para enseñar a pescar a los personajes importantes; y, cómo no, Franco era el más importante, junto a sus ministros que también venían…como Camilo Alonso Vega, Agustín Muñoz Grandes, etc. También enseñó a pescar al Rey Juan Carlos cuando era más joven. El ayuntamiento de Arriondas le regaló una caña al rey y fue papá el que se la dio en el Mirador del Fitu, entonces Don Juan Carlos le dijo: “Bueno, ahora ya tengo caña y me tendrás que enseñar a pescar”.
Después de un tiempo se encargaron de esos asuntos mi hermano Ramón y Aníbal (que también acompañaban a muchos personajes), siguiendo -ya en el tiempo- mi sobrino Anibalín. Auténticos pescadores todos, como también Angelín; los doctores Vega pueden dar fe de ello.
Cuando Franco iba a pescar, ocho días antes los pozos del Llau Baju y Les Cañeres estaban reservados, no podía pescar ningún otro pescador. Un día, cuando volvían de pescar del Llau Baju le dijo a papá que nos quería conocer. Entonces mamá nos puso a todos en fila en la carretera delante de casa para saludar; él se bajó del coche y nos fue saludando a todos nosotros, uno a uno. Su esposa -la asturiana Dña. Carmen- ya entonces tenía en su coche una centralita para comunicarse.
Papá fue el que inventó el uso de la quisquilla como cebo para pescar. Mi hermana Nati y yo también teníamos licencia de pesca. El primer día que cogí una trucha en el Sella -con la alegría que experimenté- la lancé hasta un matorral y, después, la metí en la bañera para que no se muriera…cosas de rapaza.
Hablando de mi familia, unos cuantos hermanos de mi padre se marcharon a Cuba, donde vivieron durante años. Emprendedores y muy trabajadores, se hicieron con grandes negocios. Tío Nicasio, Paz, Manuel y tía Ángeles se establecieron allí y -al cabo de los años- reclamaron a mis hermanos mayores: Pepe, Carmen, Fermín y Tere. Carmen se casó allí con Ricardo, un cubano. Pasados los años -cuando todos tenían una buena posición- con la llegada del Régimen de Castro tuvieron que abandonar Cuba con lo puesto, negocios y todo perdido. Carmen y Tere se volvieron a España, Fermín también.
Pero Pepe no quiso venir con las manos vacías, se pasó a Nueva York reclamado por la cadena de hoteles donde trabajaba y Carmen -con su marido y su hija María- acabaron también en Nueva York, mientras Tere se quedó en España, donde se casó con un francés y se fueron al país vecino. Mientras, Pepe se casó después con la hija de Falo el del Castañéu.
Todos los tíos que habían quedado en Cuba se marcharon a Miami.
P.- Háblenos de su vocación religiosa y sobre los destinos que ha tenido hasta ahora.
R.- Mi vocación ha sido un capricho de Dios. Siempre me llamaban la atención las monjas y ya en mi interior sentía algo diferente a otras chicas de mi edad. Jesús me estaba preparando interiormente. Necesitaba hacer algo por los más pobres. Ya las fiestas -que tanto me gustaban- comenzaron a dejarme cierta falta de interés. Cuando era aún pequeña veía a las monjitas del asilo de Ribadesella que iban por los pueblos recogiendo manzanas para los abuelos y acogidos de su residencia y -como en mi huerta había muchas- yo las acompañaba encantada a recogerlas, sabiendo cual era su destino.
Pasando el tiempo comprendí que había llegado la hora.
Cuando marché a Madrid para entrar en el noviciado mi madre me dijo: “No olvides, hija, que en tu casa siempre habrá un plato para ti”. Eso me hizo pensar y todavía lo recuerdo con cariño y emoción. La razón que me movía era hacer algo por los demás, pero ¿cómo?, el tiempo me lo iba poniendo en bandeja hasta llegar aquí a India, que ha sido el último regalo que Dios tenía reservado para mí desde siempre. Y aquí estoy dando lo que me quede de vida, y si con ello hago felices a alguno de los que se crucen en mi camino ¡qué más puedo pedir! Ya no pretendo grandes cosas, sólo ser feliz, y si esa felicidad la puedo contagiar, pues mucho mejor.
Al conocer la congregación en la que acabé ingresando con el carisma que tiene tan auténtico no dudé en marchar a Huesca para conocer en vida a su fundadora, y allí me quedé sin pensarlo más. Desde el primer día que entré ya la Madre Esperanza me mandó a la clase con los niños. La verdad es que siempre me gustaron mucho y me he visto muy realizada en este sitio. La Madre fundadora era una auténtica santa, yo tuve la suerte de convivir con ella durante seis años en Huesca, nos queríamos mucho y me enseñó a amar a la congregación -para mí desconocida- aunque un sacerdote de Logroño ya me había hablado de ella.
Esperanza Vitales Otín era el nombre de esta mujer cuya inquietud la llevó a fundar en 1939 -tras su dura experiencia en la Guerra Civil Española- la Congregación de las Misioneras de Nuestra Señora del Pilar.
Como yo misma pude comprobar era una mujer de Dios con una fe inquebrantable que nos contagiaba a quienes estábamos a su alrededor, una mujer generosa que sabía escuchar.
Cuántas veces la habré oído repetir:
“No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os elegido a vosotros y os he destinado para que vayáis y deis fruto” (Juan 15:16).
“Aunque pase por valle tenebroso, ningún mal temeré, porque Tú vas conmigo; tu vara y tu cayado, ellos me sosiegan” (Salmos 23:4).
Nuestro carisma congregacional se expresa en la misión apostólica a que estamos destinadas. Ésta consiste en infundir y mantener el Espíritu de Cristo en las familias, en todas partes.
Así, las Misioneras de Nuestra Señora del Pilar discernimos los diversos apostolados válidos para responder a las necesidades de los hombres y a los signos de los tiempos.
De Huesca -mi primer destino- fui a Alfaro (La Rioja) donde estuve tres años y siempre en contacto con ella. Yo les daba clase a los niños que tenían en el colegio, también catequesis y muchas más actividades.
En Broto (Pirineo Aragonés) tuve como dedicaciones la educación, corte y confección, celebraciones de la palabra en once pueblos de montaña -alternando con un único sacerdote- lugar en el que estuve durante cuatro años
Teníamos convivencias, campamentos, reuniones con catequistas y padres; en fin, mucha pastoral de parroquia y de colegio. Teníamos mucha juventud con la que siempre me integraba en los grupos, convivencias y campamentos de verano. A los tres años me destinaron a Autol (también en La Rioja) y seguí haciendo los mismos trabajos y apostolados. Autol era más pequeño, pero con mucha juventud también. Allí pasé otros tres años.
De Autol fui destinada a Madrid para hacer cursos de teología y -seguidamente- a los tres años, llegué al municipio de Cebolla (en la provincia de Toledo). En ese destino pasé veintiún años de mi vida, impartiendo clases, catequesis, campamentos, etc.
Tenía grupos muy numerosos para la formación y temas de época como podía ser el SIDA, los problemas de la juventud estaban entonces saliendo a la luz con mucha fuerza; también las mismas actividades: clases, coro, enseñar guitarra, reuniones con padres, organización de procesiones -que allí tienen mucha tradición- y visitas por diferentes motivos a Toledo, la gran ciudad de las tres culturas.
Los padres de los niños del colegio eran muy activos, preparábamos fiestas, campamentos a la sierra de Gredos, en fin… mucho movimiento.
A la ´casa madre´ -que estaba en Huesca- íbamos muchas veces a ejercicios espirituales, retiros, fiestas de la congregación, etcétera.
P.- Hecha la elección ¿cuántas cosas gratificantes se encontró por el camino? La inmensa mayoría serán momentos de vida plenos de satisfacción y entrega compartida, pero también habrá algunas incomprensiones… De los cerca de cincuenta países a los que yo mismo he viajado, han sido India y Nepal los que más me han impactado por todo lo visto en ellos, en algunos casos parecía un regreso a la vida de siglos pasados.
R.- Por el camino se encuentran cantidad de cosas gratificantes, según se vivan casi todas: gentes, lugares, costumbres, en fin, personas de toda índole y también problemas. Todo ayuda a sentirse necesaria y a dar todo lo que podemos de nosotros mismos… sobre todo con el ejemplo, el cariño y la comprensión de las distintas necesidades. En cada lugar los problemas son distintos, lo mismo que la gente. Son caminos diferentes, tanto en mentalidad como en costumbres. Hay que estudiar en cada sitio lo que necesita la gente y procurar hacer las cosas lo mejor posible, con la ayuda de Dios y de Nuestra Madre la Virgen del Pilar, así conseguiremos un mundo cada vez mejor.
Nuestra acción apostólica se desarrolla principalmente en estas dimensiones: apostolado familiar, evangelización y catequesis, educación, misiones y atención a las necesidades de los hombres.
En todo momento y circunstancia nos hemos de apoyar en la omnipotencia misericordiosa de nuestro Dios y Padre. La Virgen nos ofrece su Pilar como apoyo maternal y nos fortalece en nuestros votos de pobreza, castidad y obediencia.
P.- A veces le parecerá que su dedicación a los demás -especialmente en un país tan grande como lo es la República de la India, con más de 1.240 millones de habitantes- es como una gota de agua en la inmensidad del océano, pero estoy seguro que lo más importante para usted es acabar la jornada diaria con la conciencia tranquila del deber cumplido.
R.- En India generalmente el orden es bastante diferente al que habitualmente conocemos. Los horarios normalmente no se cumplen, siempre las cosas se hacen con mucha calma. Hasta los medios de transporte se retrasan muchas veces.
Y es que con las condiciones de carreteras y demás -con tanta moto, coche, camiones- se forman unos tremendos atascos. Aquí en la ciudad de Khammam -donde estoy desde hace cinco años- no hay ni rayas de cebra ni semáforos. Los peatones y todo el tráfico nos arreglamos como podemos, siempre pendientes del resto. Es un tremendo lío. La gente de aquí ya está acostumbrada, pero nosotras al principio no sabíamos pasar entre tanto barullo y siempre nos dicen “es que estamos en India…”
Luego, las comidas, muy picantes y siempre cantidad de arroz -la comida principal- el pan es sólo de molde, la leche de búfala, en fin…..nosotras comemos a nuestro estilo, por lo tanto nos acomodamos bien y a ellos ya no les llama la atención y procuran -cuando hay celebraciones y demás- ponernos cosas diferentes.
P.- En una sociedad como la india, tan multiétnica, multilingüe y con una compleja realidad religiosa (con un 80% de seguidores del hinduismo, un 15% de islamistas y poco más de un 2% de cristianos) ¿cómo conviven en el día a día tan diversas formas de entender la vida?
R.-Yo suelo ir a misa los domingos a la parroquia donde sólo se habla Telugu. Me gusta aunque no lo entienda, pero el fervor y los gestos de la gente me hacen pensar. Dios tiene muchas formas de comunicarse en cualquier lugar del mundo, los cantos son muy melodiosos y los repiten muchísimo, pero se convive bien porque ellos transmiten paz. En el momento del sermón hay muchísima participación, todos llevan sus biblias y están muy atentos al sacerdote leyendo en alto la cita que él inicia, los niños durante la homilía salen fuera con una catequista y -cuando se termina con la demás gente- entran de nuevo.
Al final de la misa todas las mujeres van para que el sacerdote les imponga las manos, mientras canta el coro. Todos los gestos son para ellos muy significativos.
P.- Cuéntenos alguna cosa curiosa -de las miles que habrá vivido- de su contacto diario con las personas con las que trabaja.
R.- Cerca del taller donde yo trabajo con las chicas hay un centro de niños huérfanos o abandonados, los cuida un seminarista del obispado, son muy cariñosos, a mí me llaman ´mami´. No tienen rencor ninguno, viven muy pobremente y se les proporciona comida, libros y uniformes (que se confeccionan todos en el taller al que dedico mi vida, aquí en India), la mayor parte del día van descalzos.
P.- ¿Cuáles son sus proyectos de futuro?
R.- De cara al futuro no tengo más meta que estar a disposición de la congregación y mi deseo es continuar en India mientras Dios me conceda salud para seguir acompañando a estas gentes. Seguir trabajando en el taller con el grupo de jóvenes que se preparan para conseguir una vida mejor, y que con su trabajo puedan el día de mañana -con el dinero que consigan así- casarse y formar una familia. Ésa es su ilusión. Aquí normalmente se casan muy jóvenes, pero si no tienen dinero, esperan.
Las chicas son las que tienen que aportar la mayor parte. En estos momentos en mi taller hay una chica que está trabajando más horas para poder juntar lo que tiene que aportar; su novio ha ido al taller para que lo conociéramos y es un joven que realmente está enamorado y deseando casarse, pero… aún les faltan bastantes rupias.
En el taller tenemos dieciséis chicas trabajando y un sastre que se dedica exclusivamente a cortar y que es musulmán. Somos personas de distintas religiones trabajando juntas y yo me siento muy realizada y acogida por todos ellos.
Formamos un grupo muy bueno y todos nos respetamos y queremos mutuamente. A mí no me importaría terminar mis días en India, pero por mi voto de obediencia será lo que mi congregación disponga… y lo que Dios quiera. En sus manos está mi vida.
P.- Puede añadir todo cuanto quiera a esta entrevista.
R.- Me hace mucha ilusión daros a conocer estos lugares donde -en medio de todo- una se encuentra feliz de poder compartir con todos ellos el tiempo que nuestro Padre Dios nos regala a cada uno de sus hijos. Es justo que lo podamos compartir generosamente y con ilusión a estos pobres que carecen de todo, incluso de lo más necesario para poder vivir.
Si lo que tenemos lo hemos recibido gratis, lo tenemos que dar gratis. Cuando una ve tantas necesidades en el mundo no puede más que colaborar para que la vida se les haga más agradable, aunque sólo sea con nuestra presencia entre ellos y con ellos. Una se siente correspondida y compensada con compartir, aunque sólo sea el tiempo y el cariño hacia ellos. Son tan buena gente que nos dan mil lecciones con lo poco que tienen, aunque no sea más que una choza. Son capaces de compartir todo aunque se queden sin nada. Nos dan ejemplo de acogida y cariño, sus gestos lo dicen todo, son como el idioma común para comunicarse.
Aquí en Khammam -como decía antes- se habla el Telugu, nada fácil, pero poco a poco vamos aprendiendo algo, al menos para defendernos. Ellos -la mayoría- no hablan inglés… más o menos como nosotras, lo justo para entendernos y sólo con gestos. Yo en el taller con el sastre y las chicas ya nos comunicamos bien, no tengo problema.
A seis kilómetros tenemos un hospital, tres colegios, un seminario y siete comunidades de religiosas diferentes. Todas nos relacionamos muy bien y compartimos fiestas y demás; es un lugar muy tranquilo, uno de los más pobres de India. Somos tres hermanas españolas y una chilena, tenemos también una aspirante india.
Esperamos que con el tiempo se animen más para formar parte de nuestro carisma. Sus costumbres y forma de vivir nos impactan a todas, sobre todo al principio, luego ya nos vamos acostumbrando.
Nos respetamos y tratamos de ayudar en todo lo que podemos y nos sentimos contentas de poder colaborar. Cada una tenemos nuestro trabajo de voluntariado, siempre con los más necesitados, gracias a Dios y a la colaboración de nuestra congregación, con algunas ayudas de otras gentes podemos hacer frente a muchas necesidades.
Yo -personalmente- me siento muy realizada, aunque el idioma no lo domino, pero así tengo otra cosa para ofrecerles: mi pobreza. Dios siempre sale al paso.
Bueno, con todo esto que os cuento y muchas cosas más, solo quiero que sepáis algo de lo que hay en otros lugares de nuestro mundo desconocido, donde también Dios se hace presente de muchas maneras, y que recordéis que tenéis una parraguesa feliz y agradecida por la vocación recibida, colaborando poco a poco para que la gente pueda tener más ayuda con nuestro trabajo.
Quisiera que en la Fiesta del Bollu -tan recordada desde mi niñez- tengamos todos una oración y un recuerdo especial por India, porque se lo merece; son muy buena gente y nos protegen desde su carencia, pero con mucho amor y respeto.
¡Felices fiestas a todos!
Final
Por mi parte le agradezco mucho las respuestas a esta entrevista que le he remitido desde Arriondas y quiero manifestarle mi más sincera consideración y estima por la admirable labor que está realizando. Estoy seguro que éste es también el sentir de cuantos ya la conocen a usted o la han ´descubierto´ a través de esta conversación escrita, tan emotiva y esclarecedora.
(ENTREVISTA PUBLICADA EN LA REVISTA DE LA PERUYAL EL PASADO MES DE JULIO)