POR LUIS MIGUEL MONTES ARBOLEYA, CRONISTA OFICIAL DE BIMENES (ASTURIAS)
La costumbre de asignar con nombres de personas foráneas —con escasa o nula relación con el concejo— a los edificios públicos, organismos o dependencias municipales debería evitarse. A los forasteros que quieran optar a formar parte de los elegidos habría que exigirles unos mínimos servicios prestados al municipio ya sea en forma de ayudas, promoción o desempeño de un trabajo, y valorarlos no por sus promesas, sino por sus hechos, por su valía y por su trayectoria. Tampoco son de recibo aquellos nombramientos que se hacen entre compañeros dirigentes.
Hoy vemos que el Centro Social está bautizado con el nombre de Emilio González Aller, de San Martín del Rey Aurelio; la Casa de Cultura lleva el de Horacio Fernández Inguanzo, de Llanes; el Consultorio médico, el de Purificación Tomás, de Teruel. Hasta la reina María Cristina, de la República Checa, tuvo su placa. Aunque todos son merecedores, solo el primero —fue alcalde— cumpliría los requisitos.
En Bimenes hay personas de sobra, algunas de cuna y otras que fueron acogidas con sumo agrado, que destacaron por sus valores profesionales y humanos. Sirva esta muestra como ejemplo: Manuel Arboleya, maestro de pintores, cuya obra se expone en el Museo de Bellas Artes de Oviedo, el deportista internacional Melanio Asensio Montes o el académico de la RAE Salvador Gutiérrez Ordóñez. Otros nombres vienen a la memoria: el médico don Ángel Isasi ejerció la profesión durante más de 40 años visitando las aldeas a caballo; Atanasio Felgueroso impulsó la Biblioteca Circulante «Palacio Valdés», estudió esperanto, difundió el fútbol en el concejo y fue cofundador del Iberia; tuvimos un miembro de la nobleza, hablamos del marqués Jerónimo de Estrada Nava; el cura Pedro de Canteli, quien se rebeló ante el poder señorial del coto en el siglo XVI. Sin olvidarnos del campeón de tonada asturiana Armando Montes; de Juan Vigón, padre del ilustrado Braulio Vigón, quién formó parte de la primera promoción de la Guardia Civil a mediados del siglo XIX; de Amalio Rodríguez Vigón, nació en la rectoral de San Julián y residió en Gijón, médico brillante y destacado masón; Graciano Canteli, el diplomático de Piñera que salvó la vida a tantos asturianos y españoles en Bélgica durante la ocupación nazi en la II Guerra Mundial. Solo por motivos de espacio terminamos aquí la lista.
Por el lado yerbato tenemos que la Biblioteca está dedicada, desde los años cincuenta, en honor del agustino de San Julián P. Severiano Montes. Fue el fallecido alcalde Emilio quien tuvo a bien nombrar, en 2008, al primer Hijo Predilecto del concejo en la persona de Salvador Gutiérrez, nuestro paisano de Tabayes, con motivo de su ingreso en la Real Academia Española. Además inauguró el Polideportivo con el nombre del pintor Manuel Arboleya, con buena intención, sin duda, pero inapropiado para un representante del mundo de las artes, máxime contando con Melanio Asensio, el atleta olímpico de Suares. Sería recomendable que el seleccionado tenga algo que ver con el edificio al cual va a dar su nombre, y que para futuros actos miremos primero dentro de casa que haberlos, haylos.