POR JOSÉ MARÍA SUÁREZ GALLEGO, CRONISTA OFICIAL DE GUARROMAN (JAÉN).
Nos dejó escrito Víctor Hugo que una estatua es un codazo a la ignorancia. Y traigo a colación al escritor, dramaturgo y poeta francés del siglo pasado, recordando una anécdota de hace algunos años cuando alguien de mi pueblo se refería a Pablo de Olavide con un tajante «Sí, hombre, sí, el Benavides ese del que tú hablas«. El hecho hubiera quedado en un simple y peculiar sucedido, de los muchos que llenan nuestras tertulias, si no hubiera sido porque ocurrió en el campo municipal de deportes, que precisamente lleva el nombre de Pablo de Olavide, y ser el protagonista de nuestra pequeña historia un buen aficionado y exjugador del fútbol local.
Corrobora lo dicho el valor de mil palabras que la cultura tradicional atribuye como moneda de cambio a una sola imagen, aunque a veces hagan falta más de un millar de palabras que acompañen a una imagen para seguir desfaciendo entuertos. Mi buen amigo, el de la anécdota de hace años, recién colocados hace unos días, en la plaza de la Constitución de Guarromán, los bustos de Carlos III y Pablo de Olavide, me vio y comentó con su mejor intención: «Oye, sabes que queda bien el Benavides ese puesto en la plaza…«.
Evidencia manifiesta de que los grandes hombres suelen ser desconocidos; o, lo que es peor aún, mal conocidos. Sean, por tanto, estas cuartillas escritas como justificación histórica a los dos bustos que dan entrada a la plaza principal de mi pueblo, el particular codazo a la ignorancia con el que el cronista oficial de esta real población quiere reivindicar las raíces históricas de Guarromán como el mejor patrimonio cultural de los guarromanenses.