«NOS DIERON MEDIO PELLEJO DE VINO POR ASALTAR EL PERIÓDICO» • EL ROTATIVO MURCIANO LUCHÓ, PESE A LOS ATAQUES, POR LA PUREZA DEL PIMENTÓN Y CONTRA QUIENES LE AÑADÍAN ACEITE, HASTA POLVO DE LADRILLO O SERRÍN
May 23 2016

POR ANTONIO BOTÍAS SAUS, CRONISTA OFICIAL DE MURCIA

El de Roque. El celebre Molino de Roque, dedicado en gran parte a moler pimiento, frente al Palacio del Almudí.
El de Roque. El célebre Molino de Roque, dedicado en gran parte a moler pimiento, frente al Palacio del Almudí.

Medio pellejo de vino y una cesta de cascaruja. Eso costaba en la Murcia de comienzos del siglo XX atacar a la libertad de prensa. Y eso les pagaron «algunos políticos» a los dos centenares de cabestros que, al atardecer del día 11 de noviembre de 1902, irrumpieron a tiros en la redacción de ‘El Diario de Murcia’ en la calle Platería. Buscaban a José Martínez Tornel, célebre director del rotativo y quien había impulsado otra de sus recordadas campañas periodísticas en beneficio, mire usted por dónde, de la industria del pimentón.

El pimentón, por empezar por el principio, llegó a Murcia desde América de la mano de Cristóbal Colón, quien trajo las semillas en su primer viaje. De aclimatarlas se encargaron los monjes Jerónimos en sus monasterios de Yuste y de La Ñora murciana, de ahí el nombre que reciben en la actualidad. En la huerta llegaría a convertirse en una gran industria, de la que dependían los jornales de miles de murcianos. Hoy resulta increíble que hasta casi la década de los años sesenta se produjera en Murcia la mitad del pimentón de España.

La polémica en la que terció ‘El Diario’ se suscitó porque había partidarios de adulterar el producto. El proceso de adulteración, aunque no todos así lo consideraban, consistía en añadir al pimentón aceite de oliva. Eso permitía aumentar su peso y el precio de venta, además de mejorar sus características organolépticas. El problema se creaba cuando, en lugar de aceite, se le añadía polvo de ladrillo o serrín.

La llamada «cuestión» o «pleito» del pimentón adquirió fama nacional hasta llegar al Congreso de los Diputados. En su sesión del 3 de nociembre de 1902, una de sus señorías llegó a advertir de que Murcia producía cada año 600.000 arrobas y exportaba 1.2 millones. «De dónde salen 600.000 arrobas más? ¿Del aceite? No. De Ladrillo, aserrín y polvo de almendra, como yo lo he visto», aseguraba. Y si así andaba el ambiente en Madrid, Murcia no le iba a la zaga. En realidad, junto a ‘El Diario’, y algunos días más que este rotativo, mantuvieron la campaña y la discordia en favor de la pureza del pimentón todos los periódicos de la época, entre ellos ‘El Heraldo’, ‘El Tiempo’ y ‘El Liberal’.

El diario de Martínez Tornel se limitó a publicar días antes del asalto diversas informaciones sobre el tema. Bastaron para ser objeto de las iras de algunos. En el asalto participaron unos 200 exaltados. Sucedió a las nueve de la noche y Martínez Tornel no se encontraba en la redacción. Pero sí su hermano Joaquín, a quien incluso dispararon. ‘El Liberal’ ofreció su imprenta al día siguiente para que ‘El Diario’ pudiera editar un nuevo número. Sin embargo, lo más curioso de la historia es que alguno de aquellos asaltantes que arrasaron la redacción regresaron para pedirle perdón a Tornel. Incluso algunos se arrodillaron ante él, como recuerdan las crónicas. Por eso se supo que políticos locales les habían hecho el ‘encargo’ de asustar a los periodistas. Y todo a cambio de medio pellejo de vino y una cesta de cascaruja. Martínez Tornel, quien por cierto también vendía su propio pimentón en la misma redacción que le habían destrozado, no se arredró y continuó informando.

Un mes después, el 7 de noviembre, publicó una circular enviada por el ministro de la Gobernación al gobernador de Murcia, Miguel Aguado, en la que lo instaba a redoblar la «vigilancia para prohibir circulación y venta de todo pimentón que esté adulterado o mezclado con sustancia extrañas». Para ello, según las normas vigentes, podía exigir que cada saco mostrara en lugar visible su procedencia para el caso de que fuera detectada alguna irregularidad.

La advertencia se sumaba a la publicada un día antes, también en ‘El Diario’, por parte del alcalde, quien informaba de que «en cumplimiento de lo ordenado por las Autoridades superiores a esta Alcaldía, queda prohibida la venta de pimentón que esté adulterado o mezclado con sustancias extrañas». Y encargaba a los tenientes de alcalde y a los «alcaldes de barrio y de los partidos rurales» que anduvieran atentos ante cualquier irregularidad.

Aquel año, el último del célebre periódico, el periodista ya gozaba, por su murcianía, de una extensa fama en toda la Región. En la edición del 10 de noviembre incluyó la noticia de que un juez de Mula había ordenado que se devolviera a varios productores «cinco carros de pimiento mezclado con aceite». Y el día 13 anunció que en Totana «han sido detenidos por orden del Alcalde 15 sacos de pimiento molido, mezclado con aceite según parece».

La guerra no acabó ahí. La Dirección General de Sanidad, con sede en Madrid, encargó en 1903 a la Real Academia de Medicina que determinara si, como le pedía el alcalde de Murcia, era necesario prohibir la mezcla de aceite y pimentón. La controversia se publicó en los ‘Anales de la Real Academia de Medicina’. Ya por entonces, desde el 1 de enero, estaba prohibida la venta.

Los defensores de la mezcla argumentaban que solo añadían entre un 4% y un 15% de aceite al pimentón, «para conservar el producto». Además, recordaban que «así se hace desde tiempo inmemorial, y esta forma es conocida en todos los mercados de España y del extrajero, sin que se haya considerado como engaño ni como perjudicial a la salud».

De hecho, las ordenanzas municipales vigentes en la fecha prohibían la mezcla de pimentón con sustancia alguna, «excepto el aceite de olivas». Otro informe de la Sociedad Económica de Amigos del País de Murcia mantenía que añadir aceite al pimentón no podía considerarse una adulteración y que, si se prohibía, «puede llegar a perjudicar la producción».

Otros «nueve telegramas» llegaron desde los pueblos de «Espinardo, Orihuela, Raya, huertanos de Churra, Nonduermas, Alcantarilla, Puebla, Eralta y huertanos del partido de Aljucer». Todos se oponían a la prohibición. Oídas las partes, la Real Academia concluyó que la adición de aceite de oliva no era perjudicial, como podían serlo «la harina de maíz, la cáscara o hueso de almendra y aceituna, y quizá el almazarrón y tierra», aunque sí que debía aclararse en los envases cuál llevaba aceite y cuál no para proteger la calidad del producto. Era lo que a Martínez Tornel le dolía la boca de exigir.

Fuente: http://www.laverdad.es/

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