POR DOMINGO GONZÁLEZ QUIJADA, CRONISTA OFICIAL DE NAVALMORAL DE LA MATA (CÁCERES)
A mi buen amigo Jesús Mateos, que me animó a escribir estas líneas; y a muchos “cerrucos”, que descienden de allí.
Situado junto a la A-5, Km. 174, a unos metros de la gasolinera y restaurante ubicados en ese paraje idílico (de ahí su nombre: “Valle del Paraíso”), cuyo término es idóneo para las tradicionales labores del pasado: ganadería en la contigua dehesa de Cerro Cincho (o “Las Coscojas”) y agricultura en las mejores tierras del entorno, como son las vegas de los arroyos Valparaíso (o de Las Cuadras) y Valguañao. Además, contaba con abundante agua en las proximidades de esos torrentes, manantiales explotados ya desde época romana. Y, en Las Coscojas, se halla el mayor yacimiento de sílex en muchos kilómetros a la redonda, que ha sido explotado en diferentes fases, como veremos a continuación.
Por los condicionantes antes mencionados, el lugar fue poblado ya por los prehomínidos en la más remota Prehistoria: primero en las terrazas de los arroyos citados, así como en Las Coscojas, ya desde el período Achelense (hace más de 100.000 años), a juzgar por las numerosas herramientas líticas que han y hemos hallado en esos lugares: primero de cuarcita, más tarde del abundante sílex. Con la aparición del “homo sapiens” imitan a sus predecesores. La abundante caza, en continuo trasiego entre los ríos Tiétar y Tajo, lo posibilitaba; complementado con los abundantes frutos silvestres de la zona.
Hace dos milenios (siglo arriba, centuria abajo), los romanos eligen también ese lugar para asentarse de modo sedentario. La presencia de numerosas tégulas y el hallazgo de una inscripción latina y de una fuente lo confirman. Lo mismo sucederá en la época tardorromana.
Con la invasión musulmana (inicios del siglo VIII) hay un despoblamiento de la zona, que se limita a ciertos lugares esporádicos (Albalat, atalayas en la línea del Tajo y poco más).
Pero, tras la Reconquista, el Campo Arañuelo se repuebla, a la vez que la ciudad de Plasencia funda a finales del siglo XIV el Concejo de la “Campana de la Mata”, para asegurar esos asentamientos y librarlos de los codiciosos Señoríos de su entorno. En torno a Santa María de la Mata (actuales ruinas de San Gregorio), surgen una serie de alquerías que lo conforman (Navalmoral, Peraleda, Millanes, Torviscoso y Malhincada), que explotan las tierras comunalmente.
En un principio, Valparaíso permaneció al margen. Pero muy pronto los vecinos de Santa María de la Mata se dan cuenta de que el paraje al que hoy nos referimos reunía mejores condiciones edafológicas que las suyas, desplazándose a ese lugar, al que denominan Valparaíso (por lo ya reseñado) y “Lugar Nuevo” (apelativo que se explica por sí mismo). Permutan el arroyo Santa María por el Valparaíso, y la fuente “Labrá” por la que mostramos en el trabajo.
En el siglo XV ya existía. Como el resto de las alquerías citadas, en ese siglo edifican su iglesia (hoy en ruinas, aprovechando los sillares y mampostería romana)), a la vez que los señores de Valverde de la Vera y de Oropesa se la disputan. Pero interviene Plasencia y la incorpora a la Campana de la Mata.
Un siglo después, ya constan datos concretos de sus habitantes, alcaldes, profesiones y principales propietarios, con nombres y apellidos incluidos (según están registrados en las Alcabalas y Censos de ese siglo, que se conservan en el Archivo de Simancas y que pueden comprobarse en los XIX Coloquios Histórico-Culturales del Campo Arañuelo). En esa centuria llegó al alcanzar tal esplendor que, por ejemplo, en el Censo de 1553 es el pueblo más grande de la Campana, superando a Navalmoral y Peraleda.
Además, de todos los factores indicados, sepamos que entonces transitaba por el pueblo el “Camino Real de Extremadura”, desde donde se bifurcaban sendos ramales: uno a Peraleda y vado de Talaverilla (que aún existe, con un puente medieval sobre el arroyo Valparaíso), y el otro a Torviscoso y la Vera.
Precisamente, esa vía posibilitó que, el 26 de febrero de 1526, el emperador Carlos V pernoctara en el lugar, cuando se dirigía a Sevilla para contraer matrimonio con la princesa Isabel de Portugal. (Es posible que la presencia de los soldados alemanes en el lugar sean los progenitores de los numerosos pelirrojos, o “rufos”, que existen en Peraleda; caso parecido al que ocurrió en La Vera, cuando Carlos estuvo en Yuste).
Al igual que el resto de las poblaciones de la Campana, en 1636 logró la exención de la ciudad de Plasencia y el título de Villa, cuando ya contaba con casi medio millar de habitantes. Como los demás pueblos del Concejo, sus tierras seguirían explotándose de dos modos: unas, comunalmente, con el resto de municipios; otras, sobre todo los ejidos y huertos próximos a la localidad, por sus propios moradores.
Pero, lo que un día fue una ventaja (el referido “Camino Real”), se convertiría en la posterior causa de su destrucción y desaparición: el año 1706, en plena Guerra de Sucesión, un ejército portugués partidario del archiduque Carlos de Austria demolió aquel próspero municipio, de modo similar a lo que hicieron con otros pueblos del entorno: como Malhincada (Navalmoral), Santiago de la Piñuela (cerca de los túneles de Miravete), La Anguilla (Serrejón) y otros. Los vecinos que sobrevivieron se refugiaron en Peraleda y en Navalmoral (sobre todo en el barrio del Cerro, que surge entonces). Las piedras de sus edificios se diseminaron entre las cercas, corrales y casas de Peraleda (a cuyo término municipal está adscrito), y sólo las ruinas de su parroquia son el único vestigio de su esplendor pasado (además de sus numerosos útiles prehistóricos).
Tuvo personajes muy ilustres, como D. Sebastián Luis Moreno, que fue párroco de la iglesia de San Martín de Plasencia y “beneficiado” de la catedral placentina. Y otros menos reconocidos, pero cuyos descendientes moran en Peraleda y Navalmoral.