POR JOSÉ Mª GOLDEROS VICARIO, CRONISTA OFICIAL DE GRIÑON (MADRID).
Cuando llegan estas fechas de una nueva Navidad en Ciudad Real, siempre evocamos el pasado a punto de finalizar, volviendo nostálgicos al rememorar a todos, aquellos que ya desaparecieron. Durante tiempos pasados en nuestra ciudad celebraban numerosas fiestas religiosas, pero también otras de índole diversa coincidiendo con los ciclos agrarios. La tierra marcaba la vida de los habitantes, especialmente rurales. En efecto, todo ello organizado preferentemente y de modo modesto por grupos de vecinos destinados a conservar tradiciones locales.
Cualquier momento de fuertes lazos, además de suponer en las mentes de los hombres y mujeres marcaban el sistema de ordenación del tiempo, por ejemplo aquellas que daban la bienvenida a las estaciones. También fue un periodo creativo en la elaboración de fiestas, cuando el calendario de celebraciones lo armonizó con los ritmos estacionales y de culturas, facilitando el resultado de las que hoy aun somos partícipes.El origen de la Navidad en España se remontaba al siglo IV. Desde varias generaciones antes los pueblos ibéricos ´ya tenían la tradición de celebrar el solsticio de invierno (entre el 20 y 23 de diciembre).
Era el momento de proveerse de suficiente comestible para enfrentarse a la época más dura del año. La política de la Iglesia primitiva absorbía los ritos paganos existentes que celebraban de manera especial en el Saturnal romano, del 19 de diciembre en honor del dios de la agricultura, durante siete días de bulliciosas diversiones.
Otras fuentes señalan donde las costumbres relacionadas con el principio de enero se centraron en la fiesta, que expresaban San Mateo y San Lucas, que establecen como fecha del nacimiento de Cristo el 25 de diciembre, quedando instaurado así en el siglo V. Después de la Pascua de Resurrección es la fiesta más importante del año eclesiástico, cuando la Iglesia en el antaño y rural en el minúsculo Villa Real de entonces nada había en documentos históricos en el año 1255 en este confín del reino de Toledo, y siglos más tarde los pobladores del lugar ya conocían esta festividad cristiana que celebraban y dicen los investigadores más tarde, que aparecen algunos de los instrumentos populares y de su uso quedó constancia gracias a la sabiduría popular.
En efecto, el recuerdo en la memoria de los mayores; lo principal para la Nochebuena era, según algunos historiadores la modesta zambomba y otros sencillos instrumentos utilizándose en toda la región de la Mancha. Todo este arsenal de ingenio, fue una de las respuestas al reto que la extrema pobreza, que fue mucha, marcó la vida de esa mayoría de odestos manchegos de Pozuelo Seco, Villa Real, luego Ciudad Real.
De sí cumplimos con las tradiciones navideñas típicas en España bien arraigada y generalizada fue la de comer 12 uvas a las doce de la noche del 31 de diciembre, que
en otros países de Europa no había nada parecido, así que es algo propio de los españoles. El origen de esta costumbre fue una tradición de Navidad en España, datada a principios del XX y es de lo más curiosa.
La costumbre de beber champán y comer unas uvas el último día del año, existía en Madrid hacia 1896 y existe documentación sobre ella. Era algo que hacían las clases pudientes, los más ricos, a imitación de la burguesía francesa. Se trataba, por tanto, de una costumbre elitista, de la que no participaban las clases populares, que probablemente la conocían, aunque no pudiesen practicarla.
A principios del siglo XX, en 1902 se sabe que la tradición se había extendido a otras áreas de España, pero siempre reduciéndose a las clases sociales con más dinero. Fue en 1909 cuando, al producirse una gran excedente de producción de uvas –especialmente en la zona del Levante español– los viticultores iniciaron una campaña para promocionar esa costumbre popular y por lo que se ve, lo consiguieron. Hoy, en todos los hogares, a las doce de la noche de cada 31 de diciembre y siguiendo el ritmo de las campanadas del reloj de la Puerta del Sol de Madrid, los españoles van degustando una a una las doce uvas, que simbolizan la suerte que les traerá cada uno de los doce meses del año que está a punto de comenzar. En Ciudad Real se sigue esta tradición popular.
En la Nochebuena del año 1924, triste y desapacible en Ciudad Real de calles poco urbanizadas, se celebraba en el Gobierno Civil el reparto de raciones en especie a cien indigentes costeadas por el marqués de Villaterra, que había tenido la iniciativa de conmemorar la fiesta cristiana de la Nochebuena con esta iniciativa. Los lotes, bien surtidos, fueron recibidos por los necesitados con muestras de júbilo y gratitud.
El 31 de diciembre de 1935, en plena Navidad, un redactor del periódico “El Pueblo Manchego” intentaba acercarse al Asilo de las Hermanitas de los Pobres, (sitio en la vieja carretera de Miguelturra) para cubrir el evento de una función teatral a beneficio de los asilados. Es una mañana invernal lluviosa y turbia, cuando se encaminaba -dice el periodista- a la Puerta de Granada en cuyos extramuros se alzaba el asilo, echamos de menos un globo para pasar-argumentaba-el periodista. La entrada a la capital por aquel sitio clamaba contra la desidia de los encargados de conservación de la carretera que nos pone en comunicación con el vecino pueblo de Miguelturra.
Es impropio de urbes civilizadas de una capital de provincia el tener tan descuidada una vía tan importante, por considerarla una calle más, debiera estar adoquinada en sus primeros trozos. “Con mil afanes, metiéndonos de barro hasta las rodillas llegamos al asilo, instalado por primera vez en Ciudad Real el año de 1884 (sic). Años más tarde, el edificio fue utilizado para la sede del Colegio de los Marianistas. El entorno de esta puerta (de Granada) y otras de la capital, se hallaban en un estado urbano vergonzoso y de carácter tercermundista indigno de una capital.
Con vistas ya a la Nochebuena de 1937, el día 19 de diciembre, aproximadamente a las 14 horas, apareció una avioneta volando a gran altura la cual pasó por encima de la población, pero poco después pudo observarse que en su rápida pasada había arrojado a voleo varias bombas, que habían caído en algunas casas de la vecindad en los sitios siguientes; dos en la calle de Calatrava, frente al refugio nocturno, una en la calle del Lirio, otra en la calle Blasco Ibáñez y la última en la Escuela de Artes y Oficios. Las bombas eran de las llamadas incendiarias, pero no hubo que lamentar víctimas ni destrozos de importancia. Aquella Navidad y las siguientes, los ciudarealeños sufrieron las consecuencias de aquella lamentable guerra fratricida, pero muy pocos años más tarde vinieron otras Navidades de gran impacto para la ciudad.
En Nochebuena de 1947, en la noche del 23 al 24 las campanas de las iglesias, tocaban a rebato: un voraz incendio estaba reduciendo a cenizas toda la techumbre y las dos últimas plantas del edificio del antiguo Gobierno civil, Comisaria de Policía y Academia General de Enseñanza y otros. Hoy es el Museo Provincial de Ciudad Real. Con una cisterna móvil sólo disponible, fue inútil todo intento de frenar las llamas, hasta fue necesario llamar a los bomberos de Madrid y otros de pueblos de nuestro entorno. Era impresionante en aquella fría madrugada presenciar desde el Prado el vasto incendio Esa Nochebuena se celebró aún bajo la impresión del recuerdo del terrible incendio de la noche anterior.
Siete años después de este suceso, otro bien distinto va a sacudir a los ciudarrealeños de la recoleta capital manchega, también en la víspera de Nochebuena del año 1954, el día 23 de 1954 se extiende por la ciudad la noticia del fallecimiento del obispo prior de las Órdenes Militares D. Emeterio Echeverría Barrena.
El ambiente navideño transcurría con los preparativos de la fecha por aquellos años con mucha sencillez lleno de escasees. Don Emeterio se había agravado en su estado de salud después de una intervención quirúrgica a que se había sometido el 12 de noviembre. El óbito del Sr .obispo, había ocurrido a mediodía de día 23 de diciembre. La causa de su muerte fue debido a un colapso cardiaco al que no pudo sobreponerse. Aquel año, recordamos, no se celebró la Navidad, como era habitual en nuestra ciudad, en señal de respeto a su querido prelado.
FUENTE; J.M.G.V.