POR JOSÉ ORTIZ GARCÍA, CRONISTA OFICIAL DE MONTORO (CÓRDOBA)
La historia se hace cada día. Cada uno de nosotros aunque no lo creamos hacemos con nuestros documentos y nuestros actos historia. Los años se encargan de sacar a la luz incluso lo que yace en los archivos adormecido siglos, y sin que lo esperen los documentos hablan y dicen pequeñas gestas obradas en beneficio o en contra de cualquier persona, edificio, animal, lugar o cosa.
Hoy por ejemplo y haciéndolo coincidir con esta imagen del patio del Hospital de Jesús Nazareno, publicada en los años veinte en un importante diario de turismo, quiero poner un apunte que no quita, pero si pone un apunte más sobre este lugar alzado allá por el XVIII.
En 1799, D. Antonio de Vacas Canalejo, vecino de Montoro, soltero y mayor de cincuenta años, se encontraba a punto de morir gravemente en su cama. Por esta razón y viendo que nada de sus pertenecías iban a servirle de nada mandó que toda la ropa blanca y de color que poseía, así como dos catres de madera buena y noble, se depositaran en el Hospital de Jesús Nazareno para que sirvan a los pobres que regentasen la enfermería de dicho centro. De la misma forma el resto de ropa que tenía de su uso diario quería que fuese también a dicho centro pero para que se usase o se vendiese para material del establecimiento para la curación “de los pobres enfermos”.
Así mismo legó un olivar con una centena de plantas a Fray Diego de los Dolores, su hermano, el cual parece que regentaba el hospital montoreño, el cual se encontraba recién sembrado en las llamadas cabezadas de Conejero, en el pago del Risquillo y colindante con un callejón antiguo que se dirigía a Santa Brígida. Con los frutos de dicho plantío indicó que se sufragase su carrera de prelado, y en caso de que se saliese o abandonase la misma los frutos pasaran a unos sobrinos suyos dejando una parte siempre a la curación de enfermos y desvalidos de Montoro.
En el afán por ayudar al Hospital, los frutos de la aceituna y el aceite obtenido en la molienda lo dejaba pagando un canon en el molino de aceite que dicha institución tenía como propia en el Charco Novillo. Allí declara que tenía setenta y siete arrobas de aceite virgen, que destina a María del Socorro, monja dominica en el convento de la ciudad de Cabra. Desconocemos cual era el lazo de unión con dicho donante.
Espero que os guste.