POR GOVERT WESTERVELD, CRONISTA OFICIAL DE BLANCA (MURCIA)
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El trabajo que les presento en este libro es el fruto de aproximadamente cuatro semanas de investigación intensa, con el objetivo de que un estudiante con más tiempo libre para su tesis doctoral pueda mejorarlo significativamente.
Sea como fuere, he dedicado este trabajo al Profesor Antonio Martínez Cerezo, ya que probablemente fue el primero en realizar una investigación exhaustiva sobre las andanzas de Miguel Rubio Arróniz y en su obra Murcialogía escribió por primera vez lo siguiente:
Por sus indudables méritos murcianistas, Murcia le debe una biografía y una calle. Siquiera sea por acallar la fama de ‘olvidadiza de ciertos sus buenos hijos’ que a la Matrona del Almudí (símbolo de Murcia) se atribuye. Y, sobre todo, para que el verso de su ingenio y mano (‘porque en tu suelo se meció mi cuna’) por siempre le glorie como cumplido epitafio.
En su nota al pie encontramos incluso:
“De Rubio Arróniz acumulo un notable apretón de papeles para una futura posible biografía, que alguien debería atreverse a publicar. Ojalá que acepte el reto algún alumno de la UMU”.
Lo que me llamó la atención de inmediato fue la gran perspicacia que este investigador demuestra en sus observaciones sobre los años 1851-1854. Prácticamente todos copian sin más lo que se ha escrito sobre el grupo compuesto por el boticario Miguel Rubio Arróniz, el sacerdote Miguel Ortega y Ortega, el estudiante Joaquín López García y el médico Juan Antonio Soriano Hernández, sin sacar sus propias conclusiones y sin indicar los documentos originales.
Antonio Martínez Cerezo, en cambio, nos presenta conclusiones valiosas y nos hace reflexionar a todos. Y entonces me vino a la mente de inmediato la perspicacia del gran poeta Edgar Allan Poe, que hizo lo mismo para demostrar la dificultad del aparentemente simple e infantil juego de damas en comparación con el ajedrez:
La facultad de resolución esta posiblemente bastante estimulada por el estudio matemático, y sobre todo por esa rama más alta de la misma que, injustamente, y simplemente por la razón de sus operaciones retrógradas, ha sido llamada, como su análisis par excellence. Sin embargo, calcular no es en sí lo mismo que analizar. Un jugador de ajedrez, por ejemplo, hace uno sin esfuerzo del otro. De ello se desprende que el juego de ajedrez, en sus efectos sobre el carácter mental, está muy mal comprendido. No estoy ahora escribiendo un tratado, sino simplemente anteponiendo un relato un tanto peculiar de observaciones que son al azar en gran medida; [página 117:] Yo, por lo tanto, tomare la ocasión de afirmar que los poderes superiores de la inteligencia reflexiva son más decididamente útiles por el no ostentoso juego de damas que por toda la elaborada frivolidad del de ajedrez. En este último, donde las piezas tienen diferentes y raros movimientos, con diversas variables y valores. Lo que sólo es complejo se confunde (un error que no es inusual) con lo que es profundo. La atención aquí llama poderosamente en juego. Si se decae por un instante, un descuido se comete, lo que resulta en una posición debilitada o en la derrota. Los movimientos posibles siendo no sólo múltiples sino también complejos, las posibilidades de este tipo de descuidos se multiplican; y en nueve de cada diez casos es el jugador más concentrado que el jugador más agudo el que vence. En las damas, por el contrario, donde los movimientos son únicos y tienen poca variación, las probabilidades de inadvertencia disminuyen, y la mera atención se deja comparativamente sin empleo, las ventajas que se obtienen por cualquiera de las partes se obtienen mediante una perspicacia superior. Para ser menos abstracto – Supongamos un juego de damas donde las piezas se reducen a cuatro damas, y donde, por supuesto, ninguna supervisión es de esperar. Es obvio que aquí la victoria puede ser decidida (los jugadores son del todo iguales), sólo por un movimiento ingenioso, el resultado de un fuerte esfuerzo del intelecto. Privados de los recursos ordinarios, el analista se arroja hacia el espíritu de su oponente, se identifica con el mismo, y muchas veces ve a primera vista, los métodos únicos (a veces los absurdamente simples) con los que pueden seducir al error o la prisa en un error de cálculo.
La agudeza y el pensamiento divergente son absolutamente necesarios para obtener más datos y para una correcta determinación de la trayectoria vital de Miguel Rubio Arróniz. Este trabajo y los muchos documentos que el profesor Antonio Martínez Cerezo posee pueden ser de gran ayuda para el futuro biógrafo, pero el verdadero trabajo aún está por realizarse.
Después de haber escrito tres libros sobre la historia del Panocho, con un total hacia 1.500 páginas, puedo decir con confianza que ya es hora de saber más sobre la historia de los primeros autores y sus primeros pasos en lo que se refiere al habla Panocho, porque sabemos muy poco de ellos.
Espero que tarde o temprano se descubra que una biografía de Miguel Rubio Arróniz es absolutamente necesaria para la historia de Murcia y la del habla Panocho.
Publico regularmente sobre la historia de Panocho en:
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