POR ANTONIO LUIS GALIANO PÉREZ,CRONISTA OFICIAL DE ORIHUELA (ALICANTE).
Transcurren casi siete lustros para que un nuevo blasón se sumara a la Heráldica Episcopal de la Diócesis Oriolana, que venía acompañado por el lema “Obedentia y Pax” y que pertenecía a Don Francisco Álvarez Martínez que arribaba a Orihuela procedente de las de Calahorra-La Calzada y Logroño, una vez nombrado por Juan Pablo II, tras ser dado a conocer el 12 de mayo de 1989.
Orihuela, después de tantos años estaba deseosa de vivir una nueva entrada de un obispo en la capital de la Diócesis, lo cual acaeció en la tarde del 17 de junio, una vez visitado la villa de Cox y su parroquia, y el almuerzo con el “arroz y costra” como protagonista servido por su Ayuntamiento y, el posterior desplazamiento hasta la ermita de San Antón oriolana donde era recibido por miembros del Cabildo Catedral y representantes de la Corporación Municipal, para, a continuación recorrer el trayecto desde el Palmeral hasta la Puerta de la Olma que a su llamada quedaba franca para acceder a la ciudad. Allí, en San Antón, aguardaba la mula blanca que debía de cabalgar para mantener la tradición y que en esta ocasión fue donada por la Casa de Asturias de Benidorm.
Así, con las 21 salvas de honor se daba la noticia de la llegada del prelado a la ermita y después de un breve descanso se iniciaba el cortejo en el que iba acompañado por tres concejales y la Policía Municipal a caballo, y la Unión Lírica Orcelitana.
Yo estaba allí, al otro lado de la Puerta de la Olma y pude aproximarme antes de que descabalgara el obispo. Fue impactante por la multitud de personas que se congregaron en los alrededores y verlo a pie, acompañado por la Corporación Municipal dirigiéndose a la catedral donde se celebró la ceremonia que presidió el nuncio en España Mario Tagliaferri. No pude presenciar la ceremonia pues era
materialmente imposible acceder al interior, que desde tres horas antes estaba todo ocupado. Al finalizar tuve que esperar media hora para poder besar su anillo, siendo uno de los últimos en hacerlo. Recuerdo que le hice un comentario y me respondió con unas amables palabras.
Aquella tarde Orihuela estaba engalanada con banderas y arcos, los balcones con cobertores y la acogida que recibió le hizo manifestar: “Esto impresiona y me ha emocionado”, quedando sorprendido por el recibimiento. Orihuela, ansiaba volver a vivir la llegada de su obispo.
Al día siguiente, estuve en su llegada a la concatedral de San Nicolás de Alicante, donde todo fue distinto: prácticamente pocas personas en la Plaza del Abad Penalva, sólo miembros del Cabildo alicantino, el alcalde Lasaletta, algunas pocas autoridades y una o dos personas de las Hogueras de San Juan. Sin embargo, en honor a la verdad, el templo estaba lleno, aunque pude acceder sin ningún problema.
Don Francisco, supo ganarse a las gentes de Orihuela y desde el primer momento todo en él fue un ejemplo de sencillez y amabilidad. Esa primera noche se alojó en el Asilo de Ancianos y comenzó a participar en muchas actividades de la ciudad. Se recuerda como a los pocos días visitó los conventos de clausura oriolanos de la agustinas, clarisas, dominicas y salesas, así como la Casa Consistorial para felicitar al alcalde que celebraba su onomástica. Uno de los primeros actos celebrados en Orihuela al que asistió fue el 30 de junio de 1989, para la celebración de la Festividad de Nuestra del Perpetuo Socorro por el Colegio Oficial de Médicos de Alicante, organizada por Alberto Escudero Gómez-Pardo. En ella, presidió la Eucaristía en la catedral y después un Acto Académico en el que intervine dictando la conferencia “La Orihuela Mágica”. Días después, solicité audiencia para saludarlo y me fue concedida. Recuerdo que le dije: “Don Francisco, yo no soy quién para darle un consejo, pero si me lo permite, le diría que dé una vuelta a los puentes de vez en cuando y conocerá mejor a Orihuela”. Y así fue, no una sino muchas veces. Y en los primeros meses de su pontificado, no faltó a la celebración de la Virgen del Carmen, ni a presidir la misa festera, ni al año siguiente a las celebraciones de las cofradías y hermandades de Semana Santa.
Coincidí muchas veces con don Francisco, como en el Centenario de la Adoración Nocturna, en su nombramiento como Caballero de San Antón el Lunes Santo, 9 de abril de 1990, y cuando supe que había sido preconizado como arzobispo de Toledo, volví a pedir audiencia y le hice llegar un breve trabajo sobre “Arzobispos Oriolanos”. Siendo ya cardenal emérito recuerdo haberlo visto por la calle en Madrid y me reconoció, pues era un hombre de mucha memoria. Y la última vez que lo saludé fue en la entrada del obispo Jesús Murgui Soriano, el 27 de septiembre de 2012 y aún seguía recordándome.
De él siempre me quedará el recuerdo de un hombre serio, afable, sencillo, cercano, organizador y de buena memoria. Descanse en paz.
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FUENTE: https://www.informacion.es/opinion/2022/01/08/obedentia-pax-61381061.html