Ayer falleció en Córdoba Manuel Moreno Valero, cronista oficial de Pozoblanco, Capellán de Honor de Su Santidad y párroco de Nuestra Señora de Araceli, tras una larga vida pastoral en diversos ministerios.
Natural de Pozoblanco, donde nació en 1937, realizó sus estudios en el Seminario Conciliar de San Pelagio, siendo ordenado sacerdote en el año 1962 por el entonces obispo de la diócesis, monseñor Manuel Fernández-Conde.
Sus primeros destinos fueron las localidades de Posadas, como coadjutor de la parroquia de Santa María de Flores, y posteriormente, como párroco, en Azuel.
En la actualidad era párroco de Nuestra Señora de Araceli, habiendo trabajado también como canciller del Obispado y como archivero diocesano durante varios años.
La vida de un sacerdote no puede reducirse a una lista más o menos larga de los cargos desempeñados, sino a la fecundidad apostólica desarrollada.
Moreno Valero, desde sus años de formación en el Seminario, destacó por sus dotes literarias, siendo ya entonces colaborador del semanario de Pozoblanco ‘El Cronista del Valle’, donde firmaba con el seudónimo Mor-Val, reflejando en los artículos el amor por los valores de su pueblo y de sus gentes, valores que ha plasmado posteriormente en los libros publicados sobre Pozoblanco.
Recordaré siempre, en aquellos años que compartimos en el viejo caserón de san Pelagio, sus grandes inquietudes literarias; su afán por conocer los entresijos de una sociedad a través de las lecturas de las revistas, cuya entrada en el Seminario permitían en aquella época; su dotes para una comunicación siempre cercana a los demás; su estilo sencillo y directo en la difusión de los valores evangélicos.
Cultivó el compañerismo, se entregó con generosidad a las tareas parroquiales, alentó siempre con entusiasmo lo bueno, bello, hermoso y noble, que descubría en los demás.
Aún recuerdo el impacto que recibió de aquellas novelas católicas -como ‘Diario de un cura rural’, de Bernanos; ‘El poder y la gloria’, de Graham Green, o ‘Los nuevos curas’, de Michel de Saint-Pierre-, que sirvieron a su generación de pauta para enfrentarse al mundo que fue surgiendo en la década de los 60.
El querido compañero Manuel Moreno fue un hombre de grandes inquietudes en su labor como sacerdote, de fidelidad firme y generosa, de entrega a los ministerios que le encomendaron. Sus feligreses le despiden hoy, con dolor y con amor. Y todos cuantos le tratamos durante tantos años guardaremos su testimonio de siervo fiel y prudente. Descanse en la paz del Señor.
Fuente: http://www.diariocordoba.com/ – Antonio Gil