POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Dudé entre ir al ensayo general de “El ocaso de los dioses” en esas plateas donde no caben los pies y hay que torcerlos como si lleváramos esquíes durante cinco horas y media, o pasar de Wagner e ir a Poncebos, subir al Torrecerredo por Bulnes, Amuesa, los Cuetos del Trave y Cabrones, de regreso a Oviedo hacer unas fotos a San Miguel de Lillo antes de que caiga, luego fabricar una bomba para tirar el viejo Huca, después sumarme a una protesta por el uso que el Ayuntamiento hace de la enfermedad como coartada y mérito para entronizar a la mujer florero (al hombre no) y promover rancias pantomimas monárquicas, y aún me quedaría tiempo, antes de que Sigfrido y Brunilda desaparecieran del escenario del Campoamor, para comer en un chigre pulpo de Mauritania, a la gallega, cantar en una sidrería date la vuelta Pepe y llegar a tiempo para esperar a mi mujer a la salida del ocaso de los dioses, valga el oxímoron.
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