POR ADELA TARIFA, CRONISTA OFICIAL DE CARBONEROS (JAÉN)
Hace justo un año que una servidora miraba el bullir de Madrid desde un balcón. Debajo paró un furgón desvencijado. Vi salir gente que metía dentro del portal, a una velocidad pasmosa, objetos variopintos: sillones viejos, bolsas con ropa, mantas, que arrastraban por la acera, y un par de colchones faltos de higiene, por ejemplo. Me resulto extraño el modo de desembarcar de los nuevos inquilinos. Pronto les vi asomados al balcón, un apartamento a estrenar, frente al teatro Monumental de Atocha. Lo habrán alquilado, pensé. Antes tenía puesto letrero de venta por una inmobiliaria. Lo último que se me ocurrió pensar es que tomaban posesión de lo ajeno unos ocupas a pleno día, con la poli transitando por allí, en pleno centro. Estamos acostumbrados a ver esas cosas por la tele, pero casi siempre suceden en barrios con bloques vacios, alejados de la Puerta del Sol. Además solemos pensar que tales noticias son sensacionalistas. Que no suceden delante de nuestras narices. Pero yo lo vi. También vi que en pocas horas ese balcón se llenaba de chismes. A los ocupantes la imagen del edificio y la estética urbana les importaba un pimiento.
Pronto se corrió la voz: habían entrados ocupas al edificio. Aunque el propietario, al parecer, quiso cortar la luz y el agua, los nuevos inquilinos tenían de todo: abrieron la caja de la empresa electriza a cara descubierta, e hicieron un empalme ilegal. Entre todos pagábamos desde hace un año lo que ellos consumen. Como el recibo de la comunidad, seguro, ascensor, limpieza, etc. Uno tiende a imaginar que una familia de ocupas son seres desvalidos. Pero los nuevos vecinos no se privan de nada. Sus hijos van siempre con bolsas de chuches y latas coca cola; cambiaban de ropa, bien chula, más que mis nietos. Los padres vuelven del Super cargados de comida envasada, mientras yo guiso potaje, sano y barato. Tampoco se cortan en evitar molestias a los demás. El balcón, pasado un año, sigue siendo un trastero, con sabanas que cuelgan a la calle. Bueno, la verdad sea dicha, Madrid está tan sucia en la zona de los Austrias que un trastero a la vista no cambia mucho su imagen. Puede que para el ayuntamiento eso sea irrelevante. Si las leyes permiten que te roben tu casa, no nos vamos a poner estrechos por un par de calzoncillos al aire.
Yo siento vergüenza por mi país. No conozco la legislación al respecto, pero me consta que el dueño denuncio esta ocupación. Ha pasado más de un año, y allí siguen, tan pachos. Al apartamento entran más bolsas y muebles. O sea, que no piensan marcharse. Mientras tanto los demás pagamos nuestras hipotecas, alquileres y sus recibos. Si no lo haces, en un instante te han embargado la pensión. España es un país especial: se puede derribar una puerta ajena, instalar dentro a un número ilimitado de ocupantes, engancharse a una instalación eléctrica de modo chapucero. Ese mundo encanta a muchos progres, siempre que el inmueble ocupado no sea el suyo, por supuesto.
Mi papelera dice que quien hoy se endeuda 30 años para tener casa propia, paga a hacienda, madruga toda su vida para trabajar, es un lelo. Que si nos gobernara el comunismo, el Estado regalaría casas a sus leales. También dice que aunque don Mariano afirma que España va bien, no hay que fiarse. Porque abundan los desocupados que prefieren vivir gratis total antes que coger tomates en los invernaderos para pagar alquiler. Basta ver los trabajadores de los invernaderos de Almería y Granada; todos inmigrantes. O sea, que una servidora, si tuviera pasta, no invertiría aquí un duro. Porque la indefensión es total. Es que lo he visto con mis propios ojos. Y allí siguen estos jetas. Cada día lucen más orondos porque no dan un palo al agua, mientras otras criaturas del bloque, ingenieros, fontaneros, “la casta” del edificio vamos, se levantan para currar a las 6 y vuelven molidos a las 10 de la noche. Y no se plantean tener hijos, porque nos les llega el sueldo. Menos mal que los ocupas tienen el día completo para reproducirse. A lo mejor ellos nos arreglan el problema demográfico. Es lo único que pueden arreglar.
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