POR APULEYO SOTO, CRONISTA OFICIAL DE BRAOJOS DE LA SIERRA Y LA ACEBEDA (MADRID)
El tiempo que nos lleva. El tiempo, fundamento de todo ser y cosa inquietos y dispersos en un alucinante pasaje hacia lo incierto.
El tiempo malherido y maltratado, maltratador y atento, con dos caras feroces como un dios justiciero.
El tiempo, mandolina de cuerdas en requiebro, cuchillo, escoba, espada, campana de recuerdo, un toque de atención quedo, quedo, quedo…, máscara constante, constante actor cimero ante un público bobo frente a sus excesos coloquiales, vagos, fulleros, trileros.
Después de tanto afán no resta más que el hueco de allá donde estuvimos sin norte ni concierto. ¡Ay, ay, ay…! Eco, eco, eco…
El tiempo, canoso o calvo viajero lanzando a su paso mandobles al viento, soles, sombras, sierpes, penas y consuelos, verdades, mentiras, temblores y cienos…
El tiempo, hojiblanca de un calendario ciego, el que se va y no vuelve del uno al otro extremo. El tiempo, golondrina siempre en nido nuevo, tejedora de apaños, de guerras y sueños.
El tiempo, esa moneda de oro tirada al viento, ese cordón umbilical que nos liga a lo eterno entre el niño y el hombre que fuimos y seremos.
El tiempo, esa barcaza del más ansiado puerto al que nos dirigimos obsesos sin remedio.
El tiempo, ese marchamo demoledor obsceno de aventuras cuajadas fuera de tiesto.
El tiempo, el objetivo más seguro y directo a la consecución de las ensoñaciones y los hechos.
El tiempo, motor óptimo en puro movimiento, rueda que ruedan sus ruedas por el ruedo de la necesidad hecha precepto.
El tiempo, ni se estuvo ni se estará jamás quieto, ojo movible e indiscreto con la pupila absorta sobre lo incierto.
El tiempo, la clepsidra de la arena cayendo imperturbablemente, por el agujero cristalino, torpísimo, mortal, siniestro, que conduce a la nada, lo demás es silencio.
El tiempo, gota a gota agotándose presto en perpetua sangría a corazón abierto.
El tiempo, cofre de la esperanza y el encubrimiento. Unos tienen reloj, otros tenemos y detenemos tiempo.
El tiempo, esa ave en vilo, esa ave en vuelo que se alza a las alturas sobreviviéndonos.
Si esto no escribo hoy, no existirá ese tiempo en que gentes futuras logren leerlo.
Por él me consumo, por él me desvelo, por él me distraigo y por él me muevo, por él me desvivo, aprecio y desprecio, por él me contagio de desestimiento.
Bienvenido digo cuando me despierto, cuando me alucino con sus aspavientos, cuando busco el norte y hacia el sur me pliego, cuando me hago fábula o me cuento el cuento de su extravagancia sobre el universo.
Lo asumo, lo gozo, lo sufro, lo siento, lo veo templado, triste o traicionero, listo y vigilante, rico y pordiosero, príncipe desnudo y lobo y cordero.
Es flor virgencita y es fruto muy tierno; es aro girante y despeñadero, y es suma y es resta, las dos en proceso.
Es trotamundano y también casero. Es todo y es nada, es foto y espejo, es la voraz máquina de cualquier trasiego; es un “tontolaba” y un sabio putero, es un trampantojo, es un maniobrero, es un carrecalles perro perdiguero, es un sin parar y un todoterreno.
El tiempo es llegada y asimismo acceso y posada lábil del encantamiento, en la que hacer treguas con nuevos proyectos.
Somos sus vasallos, somos sus romeros, somos sus pupilos servidores legos, porque no intentamos, porque no podemos, porque es implacable deshacernos de ello.
De un día hacia otro se destempla el tiempo, pero permanece como un dios atento,y no hay quién le pare ni le ponga freno: todo nos lo auscultacon tacto certero,todo nos lo colma de ensueños diversos.
Es dúctil y es fuerte, es malo y es bueno, es superpotente y es retorticero y es tan inasible como justo y cierto
El tiempo está loco, pero es el más cuerdo de todos los vivos y todos los muertos.
El tiempo: señor de niños, muchachos, maduros, abuelos, el que no envejece en envejecernos como a vanos muebles de un sucio trastero acomodaticio pero polvoriento, en el que nos mete. Silencio, silencio.
Adiós, dice el progre que no obtuvo empleo, adiós el contrario rico satisfecho, adiós el potente, adiós su portero, adiós todos gritan cagados de miedo.
Y mientras las horas pasan a degüello como huríes bellas de no sé qué cielos, que no serán nuestras, que no alcanzaremos, por más que Mahoma nos las ponga en celo.
¡Oh tiempos idílicos romanos y griegos, entre viajes múltiples por el Mar Egeo! Ya no volverán, ya no serán ellos los que nos conduzcan al amor de Lesbos, cual volvió Cavafis tras el Uliseo, Penélope aparte tejiendo, tejiendo…
Tiempo al tiempo vamos. Después ya veremos cómo nos volcamos en sus enredeños, pues que no es posible de él desprendernos.
Que nos tiene atados, que nos lleva al remo de las circunstancias. Galeotes semos. Vida, vida, vida… Tiempo, tiempo, tiempo.