POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Tras las elecciones todos los políticos se proclaman ganadores, sobre todo porque jamás antes de los plebiscitos hacen públicas sus metas, sus umbrales de satisfacción; pero a partir del 28 de abril de 2019 el tiempo vino a demostrar lo contrario: todos resultaron perdedores, no han sabido gestionar su “triunfo”, prisioneros de la esperanza, y ahora parecen tuertos, sin destreza para calcular distancias y situarse en el espacio que les corresponde, incapaces de ver España con perspectiva, en su dimensión. Deberían hacer como Federico de Montefeltro, duque de Urbino (lo pintó Piero della Francesca), que tras perder un ojo en un duelo se quitó el tabique de la nariz para conseguir mayor campo visual con su ojo único. Los votantes, traumatizados también y confusos, quedamos como aquellos bizcos que subían al Naranco en autobús y el cicerone les decía: “Si miran a la derecha podrán ver el Palacio ramirense a la izquierda”.
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