PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Antes de ponerse de moda en el Mundial-86, viví la ola humana en 1983, en el Luis “Pirata” Fuentes, de los Tiburones Rojos, de Veracruz, en un partido de fútbol entre México y Chile. Un grupo de amigos, a mi lado, se levantaba, brazos en alto, y volvía a sentarse, animándome a imitarlos; a la tercera los seguí, contagiamos a los vecinos de grada y así, una y otra vez, hasta que hizo la ola el sector norte y, al fin, dio la vuelta al estadio. Gestos simples, estribillos y obstinación de unos pocos basta. Los movimientos de masas (sufragios incluidos) se vinculan a la emoción, al instinto y a la estética, no siempre avenidos con la ética o la supervivencia; pienso en linchamientos o en los 400 borregos que se precipitaron por un acantilado en Turquía. ¿Cómo evitar la ola?, ¿con la Guardia Civil?, ¿liquidando al líder?, ¿prohibiendo el fútbol? Póngase en marcha otra ola más convincente y más digna, sin avergonzarnos de llamarla España.
Fuente: http://www.lne.es/