POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
Hace unos días el ALVIA que conecta Asturias con Madrid «padeció» un descarrilamiento, lo que obligó a un transbordo de viajeros, molestias y retrasos. Este suceso me recordó casos de huelga en ferrocarriles (siempre en días «punta») y unos versos, escritos en 1912, por el gijonés Luis Fernández Valdés, «Ludi» en su poemario satírico «Un kilo de versos»:
«El conflicto dichoso / de ferroviarios
motiva sinsabores / extraordinarios.
No sólo se trastornan / en estos días
los tránsitos continuos / de mercancías;
sino que también sufren / mucho las modas,
las fiestas, los teatros / y ¡ hasta las bodas!…»
¡Los tránsitos continuos de mercancías! Aquí quería llegar yo para contarles un cuento; «un cuentu que non ye cuentu, sino un cuentu que ye verdá», como decimos en Colunga.
En la última década del siglo XIX -creo que fue en 1894- se inauguró la conexión ferroviaria entre León (Provincia) y Vizcaya (Provincia) mediante un trazado de «vía estrecha» con el fin de facilitar el transporte de carbón desde las minas leonesas hasta la industria siderúrgica vasca, necesitada de grandes cantidades de cock. Ese trazado y los trenes que lo utilizaban se conocían como EL TREN DE LA ROBLA; tenía su punto de partida en la Robla (León) y su final en Valmaseda (Vizcaya). Por la provincia leonesa enlazaba las localidades de Boñar, Cistierna, Puente Almuhey para pasar ya a Guardo, en Palencia… y seguir ruta.
Era un viaje largo, pesado, fatigoso… y el personal que atendía el funcionamiento de máquinas y vagones (maquinistas, fogoneros, etc.) apenas disponía de locales en estaciones y apeaderos que pudieran satisfacer sus necesidades de alimentación y descanso (cocinas, dormitorios, servicios higiénicos…).
La solución estaba en el «autoservicio»; es decir, en el «cocine usted su comida». Así nació y se expandió el uso de la hoy recuperada OLLA FERROVIARIA.
¿En qué consistía este ingenioso artefacto?
Estaba formado por dos piezas: una grande, metálica, a modo de caldero con asas, que servía para quemar carbón o astillas de madera; la otra era una cazuela de barro o de las llamadas de «porcelana», que encajaba en la anterior, y en la que se cocía o guisaba «lo que se podía y se tenía». Era muy habitual el guiso de patatas y otros vegetales (puerros, alcachofas, zanahorias guisantes, habas…) y algún producto cárnico que frecuentemente eran costillas de cerdo (frescas o en salazón-previamente desaladas), oreja y patas de cerdo en salazón…
SAHAGÚN (por favor, nunca digan ni escriban «Sahagún de Campos», pues es simplemente SAHAGÚN) se suma este año a ese ya afincado núcleo de localidades que quieren rescatar el recuerdo de aquellas OLLAS FERROVIARIAS DEL TREN DE LA ROBLA. Una loable iniciativa pues Sahagún tiene historia de cultura, de reconquista, de arte, de religión, de exquisita y fértil huerta, de cocina muy sabrosa y tradicional y… DE TRENES».
La OLLA FERROVIARIA SAHAGUNERA (ahora gusta decir «facundina») exige como ingredientes: patatas y puerros de la zona y costilla de cerdo, además del «buen hacer» de quienes deseen concursar en este Certamen gastronómico.
En el Sahagún que yo viví (1963-1969), y lo viví con apasionada intensidad de juventud, nunca conocí esta OLLA FERROVIARIA. Bueno es que se rescate una tradición perdida y tan vinculada a la cocina leonesa.