POR JOSÉ MARÍA SAN ROMÁN CUTANDA, CRONISTA OFICIAL DE LAYOS (TOLEDO)
El pasado sábado día 16 de septiembre, el historiador y profesor Fernando Martínez Gil impartió la lección inaugural del Ateneo Científico y Literario, cuyo título fue: ‘500 años de las Comunidades de Castilla. Toledo: una oportunidad perdida’. El mensaje fue bastante claro. Toledo ha perdido la oportunidad de conmemorar y analizar en clave de centenario uno de los hechos históricos más importantes de la edad moderna española, que, además de nacer y desarrollarse a partir de Toledo, significó un antes y un después en la historia de la reivindicación en clave política y jurídica. ¿Prurito? ¿Ideología? ¿Falta de ganas de debatir y confrontar? ¿Desconocimiento? Sea como fuere, defender a Toledo como ciudad cultural dando la espalda a sus efemérides hace estéril cualquier mínimo esfuerzo cultural.
Aunque el conferenciante mencionó la magistral obra de Moreno Luzón titulada ‘Centenariomanía’, cuya lectura les recomiendo encarecidamente, otros autores han tratado con gran interés -y, casi con dedicación exclusiva habida cuenta de su enjundia- el asunto de los centenarios, que ya tuvo que ver de forma decisiva a mediados del siglo XIX como forma de ensalzar a personajes cuya reivindicación significaba una dosis de orgullo patrio. Ese fenómeno de conmemoración de los países, por tanto, no contribuía solo a su fenómeno organizativo cultural y social, sino también a la nacionalización de sus habitantes mediante la puesta en valor de aquellos personajes que, como tal, podían ser considerados como buques insignia de su cultura nacional. Uno de los grandes autores en la materia, Eric Storm, coloca como países de referencia en esa época a Alemania con los actos conmemorativos del nacimiento de Schiller y a Italia con los que se organizaron en homenaje a Dante Aligheri, Ludovico Ariosto y Miguel Ángel.
En España, sin embargo, parece que aún no ha calado como debiera este modelo conmemorativo. Leyendo de nuevo a Storm, que en este caso habla de celebraciones posteriores al desastre de 1898, no hace sino narrar una situación que atiende perfectamente al modelo que sufrimos hoy: «Cuando se mira a las conmemoraciones celebradas y a los monumentos y edificios representativos en Madrid construidos en los años antes de 1900 -dice Storm- queda claro que, en contraste con la mayoría de los países europeos, en España no existió una política cultural consistente.
Parece que después del desastre de 1898 hubo algunos intentos de cambiar esa situación. Pero ni siquiera el mejor intento de celebrar una conmemoración a gran escala, que fue el tercer centenario de la publicación del Don Quijote en 1905, fue un verdadero éxito». Y en Toledo, ¿qué? Pues, hasta hace bien poco, más de lo mismo. Centenarios organizados ‘tarde, mal y nunca’, sin un criterio unitario entre la publicidad y el conocimiento, que han pasado sin pena ni gloria y que no ha conocido ni tan siquiera la totalidad de los habitantes de Toledo. Alfonso X no se lo merecía. Hoy, hoy mismo, debería ser el momento de empezar a plantear un plan cultural de cuatro años en el que la celebración de los centenarios más importantes sea un pilar. Y contando con todos, todos, los actores culturales de la ciudad. Que no perdamos ni una sola oportunidad más. La oportunidad se nos presenta hoy. Mañana, puede ser tarde.