POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
Estamos en el plenilunio de enero. Luna llena «al por mayor», que es lo mismo que decir una luna grande, grande…, presagio de muertes, de partos y de «mareones de arcinos».
Y, ¡cómo no!, tentación de fotógrafos de cielos y de estrellas.
Los días de luna llena la marea tiene la bajamar en la mañana, horas muy propicias para, sin prisa, ir «al pedreru con cestu y ganchu a pañar oricios».
Digo lo de «pañar» porque la faena queda mejor concretada con este verbo que con el de pescar.
Les cuento una historieta que viví personalmente.
Estábamos en el pedreru de Huerres un buen grupo de gentes, en día de buena marea y buen tiempo, a la captura de oricios. Ya saben ustedes cómo se hace: se «palpa» con la mano por debajo de las piedras bañadas por el agua y si se detecta presencia de oricios, se mete el gancho, se les arranca de su morada… ¡y al cesto!
Pues como les digo, en ese faenar nos ocupábamos cuando una ola un pelín bravisca y el vientín nordeste levantaron la falda de una moza llastrina dejando a nuestra vista «el íntimo tinglado».
Inmediatamente, al percatarse del suceso la moza, con «seria sonrisa», plena de ese salero alegre que tienen en Llastres, nos preguntó: «Manín, equí a qué venimos ¿a pañar arancinos o a ver bragues?».
Al final, risas generalizadas.
Los erizos de mar, que ese es su nombre castellano, en Asturias los llamamos ORICIOS, ARCINOS, ARANCINOS Y ALEZNES.
Antaño eran «pesca noble» para gentes ribereñas y allá, a los pedreros, íbamos poco menos que en romería.
Ahora han cambiado los tiempos. La pesca se hizo «masiva», industrial incluso, por demanda de los mercados europeos, de las industrias conserveras y de la propia hostelería.
La especie, amigos míos, está en peligro; al menos en Asturias. Esto conlleva la prohibición de esas capturas en nuestra costa y la importación de ejemplares procedentes de Comunades vecinas (como Galicia), no tan vecinas (Andalucía) y hasta de naciones cercanas (Portugal).
Consecuencia: precios altos, altísimos… y a «enaguar» cuando los vemos en las pescaderías.
Yo, ¿qué quieren que les diga?, RENUNCIO a esa compra.
¿Qué cómo se comen los oricios?
Para mi placer, que es muy primitivo y rústico, les diré que los como CRUDOS, ABIERTOS EN DOS POR EL CULO, REBAÑADOS A DEU Y ACOMPAÑADOS CON PAN, SIDRA Y AL SOL.
Ahora bien, si los desean cocidos y con todo su sabor a mar, a iodo y salitre (como si fueran crudos), sigan este consejo:
Dispóngalos en una fuente con la boca (del animal, claro) hacia arriba. Introdúzcanlos en el microondas a plena potencia durante 2 minutos.
¡Ya están listos para comer!
Después de abiertos, por supuesto.