POR PEPE, MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Me sobrecogió Hugh Herr remangándose para mostrar sus canillas biónicas. Hugh colaboró para que Pistorius, el atleta sudafricano de piernas de carbono, llegase a ganar carreras de velocidad a atletas sin minusvalías; aunque haya terminado con sus férulas en la cárcel. Y es que, además de prótesis, extensión artificial que reemplaza o provee una parte del cuerpo, contamos con órtesis, que refuerzan en sus funciones al órgano poco capaz, o lo suple con valores añadidos. Tibias y peronés metálicos y telescópicos permiten a Herr graduar su estatura a voluntad. Un coche es una órtesis, porque mejora las funciones de nuestro aparato locomotor, y unos alicates añaden ventajas a la mano, también la pistola es más que un puño, y órtesis el teclado donde escribo, con el que alcanzo a reflexionar sobre Pistorius y la condición humana; hierro por fuera, por dentro escoria. Órtesis de la conciencia son la ley y la religión.
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