POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Aguanté hasta la tarde del domingo para ver la carrera de Indianápolis y comentarla aquí. Fernando Alonso, en una temporada desastrosa para sus aspiraciones, se reinventa, cambia el bichi, pinta su chapa de naranja y pretende ganar la triple corona, que en la aristocracia del deporte del motor no se refiere a ganar la triple corona de Fórmula 1 (le falta una), sino a conseguir la del Gran Premio de Mónaco (le sobra una), la de las 500 Millas de Indianápolis (le faltan tres) y la de las 24 Horas de Le Mans (aún no se matriculó); triplete sui generis que sólo ha logrado Graham Hill. Memoricé el circuito, tiempo tuve bastante, en tan aburridísima carrera, azarosa, casi una lotería. Magnífico Alonso, desde luego, pero, como decían las papeletas de las tómbolas de feria, otra vez será. Pensé si esperar a que terminara el partido del Real Oviedo, pero ya era de noche y preferí irme a la playa a tomar la sombra.
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