POR LEOCADIO REDONDO ESPINA, CRONISTA OFICIAL DE NAVA (ASTURIAS)
En el diario convivir de nuestro concejo surgen, o se producen, noticias que, por su interés, o por otras causas, tan diversas como variadas, tienen puntual reflejo en la prensa diaria. Pero hay otras que, más en un segundo plano, y sin alcanzar repercusión en los medios habituales, concitan, sin embargo, la atención de un cierto número de personas. Valga, como muestra, la que sigue; el sábado 19, día de San José, en un concierto en el que también participó el Coro Errante, de la Comarca de la Sidra, con Miguel Quintana Aspra al frente, retomaba su actividad la Sociedad Coral de Nava “Allegro” (1972), de la mano del joven director Manuel Quintana Aspra. La velada, que tuvo como escenario el templo parroquial, fue seguida por numeroso público, que premió con sus aplausos la actuación de ambos coros.
No podían faltar decesos en marzo. Así que, el día 3, nos ha dejado Luis Bernardo Nozaleda Redondo, “Tito”, de Pruneda. El 6 lo hacía Isolina Lafuente Pérez, de L´Acebosa, Priandi, y el 13 se marchaba para siempre Manuel de Dios Cañal, natural de El Remediu, que vivía en Pola de Siero. El l9 se registró la falta de Severina Camblor Peláez, viuda de Abelardo Casado, vecina de La Colegiata y, el 26, conocíamos el fallecimiento de Francisco Fernández Arenas, conocido familiarmente como “Paco el fontaneru”.
Por último, el 30 fallecía en Gijón Gonzalo Rivaya Riaño. De vieja raíz escabechera, le recuerdo jugando como portero del Club Ceceda, en aquellos disputados partidos del campeonato de tertulias que se celebraban, por el verano, en el campo de Grandiella, allá por los sesenta del pasado siglo. Gonzalo fue también un precursor, pues defendía la portería vistiendo camisa de manga corta, en vez del tradicional jersey, habitual en aquel tiempo, adelantándose al galo Barthez en cuarenta años.
En cuanto a Paco, lo conocí allá por los cincuenta, cuando era mozo, y antes de ir a la mili (que, por cierto, cumplió en Salamanca). Ocurrió que el matrimonio formado por Marina del Tejo y Héctor Balbona, que residían en Turón, decidió construir una casa en El Tropel, sobre una pequeña elevación al lado de la carretera, conocida como el Cantu el Argayu. De modo que hasta allí vino Ricardo a instalar todo lo relativo a la fontanería, llegando con él, como ayudante, su hijo Paco, que ya entonces era un joven alto y fuerte, a imagen y semejanza de su padre, según recordamos mi hermano Severo y yo, que, pequeñinos como éramos, pudimos presenciar, como atentos espectadores, todo el desarrollo de la obra.
Estimado amigo del que suscribe desde hace un montón de años, ya quedó dicho que Paco fue toda su vida un profesional de la fontanería, en cuya empresa se formaron muchos jóvenes que después serían, igualmente, excelentes profesionales en su especialidad. También dedicó un tiempo largo a la política local, siendo primero concejal y llegando después a la alcaldía. Una vez jubilado, pudo optar por llevar una vida más tranquila, pero, en vez de eso, se comprometió con la Asociación de Pensionistas y Jubilados Alfonso X el Sabio, asumiendo la presidencia, que es un cargo (me consta) tan exigente como absorbente, y al que Paco, que estaba muy identificado con la labor, le dedicaba la mayor parte de su tiempo. Y puede decirse que, hasta el último momento, estuvo ocupado desempeñando la actividad social que le gustaba.
De esos paseos diarios entre su domicilio y la oficina de la Asociación, a la que acudía tanto por la mañana como por la tarde, nos queda a los navetos el recuerdo de su aspecto bonachón y su alta figura, desplazándose por las calles de la villa con pasos tranquilos, calmos y medidos, acompañado, en los últimos tiempos, de un ligero bastón.
Porque la sombra de Paco, al igual que su memoria, es alargada.
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Fuente: Diario LA NUEVA ESPAÑA. Oviedo, 9 de abril de 2016, pág. 17