POR APULEYO SOTO, CRONISTA OFICIAL DE BRAOJOS DE LA SIERRA Y LA ACEBEDA (MADRID)
Asturias es la única autonomía que se nombra en plural, precisamente por la diversidad de sus paisajes, sus gentes, sus artes, sus tradiciones y no sé cuántas cosas más.
Y dentro de Asturias está la singularidad de su capital Oviedo, que se distingue por la multiplicidad y belleza de las esculturas que pueblan los rincones, las calles, los jardines y plazas.
Tropiezas la vista en ellas y te paras ensimismado, contemplando la clariniana “regenta” Ana Ozores -¡ay, azares de la vida!- , “la maternidad” fecunda y gorda de Fernando Botero, el gafado cineasta Woody Allen o la bizarra presencia de Jovellanos, Ramón Pérez de Ayala, Sabino Fernández- Campo y otros próceres ilustres de esta tierra verde, alta y pelaya, con Letizia y Felipe a la cabeza.
¡Qué faraónica fábrica arquitectural le ha dedicado el ayuntamiento del Principado al ya nuevo Rey Borbón VI en el auditorio construido donde antes fuera campo solitario de yerbas y depósito de aguas! Para soñar sin echar gota.
He pasado unos días en este espejo de la Marca España, conferenciando sobre Alejandro Casona en el Congreso de los Cronistas Oficiales del Reino, y me he sentido como en casa, en la casa de la Península con sus islas adyacentes.
Oviedo es la mesura, la elegancia, la templanza, el despacioso pasear y placear y jardinear; el tranquilo placer de comer y beber, la pasión de leer y estudiar, el ansia de vivir cada día mejor.
Le he retratado en este mínimo poema: “Alcaldes, escritores/ cineastas, poetas/ santos, madres, donceles/ caídos en las guerras…/ tiene desparramados/ Oviedo en hierro y piedra,/ sentados unos,/ otros alerta/ de pie en sus calles/ paseaderas/ Con todos ellos/ mi alma se queda”.