POR PEPE MONTESERÍN CORRALES, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Degustando el Festival de la Avellana, en Infiesto, los veterinarios Alfonso Llano Terán y Cristina Fierros me hablaron de Richard Ford y su viaje por Asturias en 1845, en el que describe (Ed. Trea, 2005) el paseo en Oviedo que conducía al convento de San Francisco, entonces hospital, hoy Junta del Principado, y la panorámica del acueducto y San Miguel de Lillo desde la piedra sobre la que los criminales eran ejecutados, quizá la plaza de Riego, antes La Picota.
Dice el londinense que por ese paseo cantaba y bailaba la gente y cuando unos gritaban: “¡Viva Pravia!”, otros replicaban: “¡Viva Piloña!”, en alusión a la inveterada enemistad entre estos concejos.
Así lo escribe el hispanista: “inveterada enemistad”, de la que nada sabía yo y si hay razón la ignoro; de hecho disfruté una armoniosa velada en la casita de campo de Alfonso; Mestres arriba seguí su rodada que, como el alazán de Pelayo, pie halla.