POR FRANCISCO TUBÍO ADAME, CRONISTA OFICIAL DE FUENTE PALMERA
(CÓRDOBA)
En este 256 aniversario de la fundación de las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena y Andalucía, cabe preguntarse: ¿Podemos considerar a Pablo de Olavide como un afrancesado?, o ¿cómo un conocedor de la corriente ilustrada europea sin vincularse a ella?, o quizá aquellos que lo definen como el representante máximo de la Ilustración española, configurando las ideas intelectuales nacionales con las foráneas.
Lo cierto es que la obra de Olavide no destaca por su valor literario sino que lo que busca es la transformación racional de la sociedad y las costumbres. Todo lo que escribe está impulsado por el afán de cambio.
Veamos lo que dicen sobre su obra cuatro de sus biógrafos.
Para Marcelin Defourneaux, Olavide se transforma en un doble símbolo; de la España ilustrada, que impulsada por Carlos III empieza a remontar su atraso de siglos; de otra parte, es símbolo de los perjuicios del fanatismo que se despertó para acabar con la obra innovadora de los ilustrados españoles.
Manuel Capel Margarito afirma tajantemente que Pablo de Olavide no es en modo alguno un afrancesado, pues ni se alimentó en las fuentes del naturalismo enciclopedista, sino en las doctrinas político-teológicas tradicionales del Siglo de Oro Español.
José Luis Abellán nos dice que su producción no responde a lo que entendemos clásicamente por filosofía causa por la que se le ha tenido por “afrancesado”, definiendo su espíritu filosófico, preocupado por cambiar y transformar a la sociedad.
Por último, Luis Perdices Blas sostiene que Pablo de Olavide y los ilustrados españoles cogieron ideas francesas, pero excluyendo las religiosas y políticas, ya que junto a su formación intelectual coexiste su fidelidad “al trono y al Altar”. En Olavide concluye lo nacional y foráneo, toma todo lo que fuese útil, viniera de donde viniese. En su obra, encontramos influencias francesas, inglesas y españolas.
Voltaire fue el personaje que más influyó en su obra, hasta tal punto que, Defourneaux dice que su más alta ambición era llegar a parecerse a él, al menos en dimensiones españolas. Tuvo la ocasión de entrevistarse con él, invitándole a su finca “Les delices”, durante una semana del año 1761. Allí compartieron ideas sobre su pasión por el teatro y la refinada cultura del salón.
La admiración de Voltaire por Olavide se manifiesta por la recomendación que hace a su amigo: “Va don Pablo de Olavide, hombre que sabe pensar, español y no como los bárbaros compatriotas, piensa mal del catolicismo y de la Inquisición, y si Madrid tuviese cien hombres como éste, Madrid sería otro París.
Uno de los temas más polémicos en la vida de Olavide es su actitud religiosa. Su formación racionalista y su carácter desenfadado contribuyeron a propagar la imagen del filósofo incrédulo y volteriano que utilizó la Inquisición, una persona impía, blasfema y enemigo de la religión pero la realidad no es así, pues el peruano comparte con sus amigos españoles el respeto al Trono y al Altar que lo hará diferente a los filósofos franceses.
Olavide se rebeló contra la hipocresía de muchos creyentes contra las supersticiones contra las manifestaciones irracionales del culto , pero albergando en su alma sentimientos religiosos. Mantuvo una religiosidad ilustrada, una comunión crítica y racional con la Iglesia Católica.
Olavide trata de compatibilizar el ideario ilustrado con una exaltación de los sentimientos cristianos. Una idea que define Voltaire y Olavide es su enfrentamiento al fundamentalismo religioso de su época. Un fanatismo que había degenerado en guerras, matanzas y todo tipo de convulsiones políticas en Europa. Aunque existe una diferencia sustancial entre Voltaire y el limeño. Éste último, aunque era crítico con el poder de la Iglesia, mantuvo fidelidad a la monarquía y a la fe católica. Voltaire criticó el poder y los privilegios de la Iglesia , aunque en sus obras muestra una debilidad por los déspotas ilustrado y tampoco censuró los privilegios de la nobleza.
La última etapa de la vida de Olavide está influenciada por el impacto que le causó la Revolución Francesa, decisivo en su desenvolvimiento intelectual y que constituyó estímulo importante para orientar ideológicamente el último tramo de su trayectoria espiritual. La Revolución fue para él experiencia sugestiva y el único campo experimental para llevar a la práctica ideas de reforma .motivo de reconocimiento para lograr su propia acción y también oportunidad de rectificación y de meditación a cerca del serio compromiso de lograr la paz, la justicia, la libertad y el bienestar entre los hombres y también para variar el sentido y contenido de su obra posterior.
Entonces surge un afortunado y original narrador de novelas cortas y morales que pasaron inadvertidas para la crítica de la época.
En el último volumen de El Evangelio en Triunfo dedica cinco capítulos o cartas a explicar su propia experiencia como testigo y parte como el actor pasivo de la Revolución. Cartas cuestionadas por la censura española a pesar de mostrar su descanto con las ideas de Voltaire y Rousseau. Analiza las causas, agentes y efectos del proceso revolucionario y el gradualismo de las reformas de la Asamblea Constituyente, por la Asamblea Legislativa, por la Convención y por la Comuna, presenta como ya extremado cada más en el transcurso de ocho años (1789-1787) sus mandatos y decisiones de orden político, social y religioso.
Hace un análisis racionalista del fenómeno social y religioso, reprueba los excesos, la anarquía, el caos y la orgía revolucionaria, que llegó a ocasionar tremendas injusticias. Crímenes nefastos, profanaciones y persecuciones implacables.
El desenfreno llevaba a límites inconcebibles. Olavide reacciona con indignación y clama contra la violencia. Aboga por un orden y la vuelta al imperio del cristianismo tan maltratado por la Revolución.
FUENTE: F.T.A.