POR JOSÉ SALVADOR MURGUI SORIANO, CRONISTA DE CASINOS (VALENCIA)
Con dolor hemos vivido la muerte de Pablo Raéz, el joven que movilizó las redes en su lucha contra la leucemia.
Ese es titular que desde el domingo pasado ha estado martilleando nuestra mente. Noticia triste, como la de todas las muertes. La muerte siempre es triste, y más triste aún cuando se trata de un chico joven, de un luchador nato que se ha dado a conocer por su espíritu y su tenacidad al luchar por una causa tan noble e importante.
La muerte es algo natural, algo que no aceptamos, algo que jamás esperamos y sobre todo algo inesperado. Así ha sido la muerte de Pablo, cargada de testimonios y cargada de principios adoctrinadores, que a través de su ejemplo ha puesto de manifiesto la importancia de las redes cuando de lanzar mensajes positivos se trata.
Pero en medio de esta desolación, en medio de tanto ejemplo, me quedo con dos ideas: Pablo un luchador, con nombre y apellidos, y ante este luchador, ¿cuántos luchadores anónimos que jamás supimos de ellos, de sus nombres y que cada día y cada momento se esfuerzan por seguir viviendo? Ese es un pensamiento.
Pablo es la puerta que abre tantas y tantas historias anónimas que tod@s esos luchadores realizan cada día por dar testimonio de su enfermedad y superación. La segunda idea es la oportunidad que nos brindan las redes para dar un buen contenido a las realidades que nos afectan, en este caso una realidad marcada por el dolor y la fuerza de querer presentarse ante el mundo como el abanderado de la esperanza.
Si, porque mientras hay vida, hay esperanza y todo lo que sea esforzarse para paliar el dolor y conseguir una mejor o excelente calidad de vida es algo digno de elogiar y de fomentar. Ante el dolor de la muerte, la puerta de la esperanza, la memoria de las buenas acciones, y el resultado de los buenos hechos.
Hay veces que la memoria es tan olvidadiza, que aunque hoy lamentemos la muerte de Pablo, la velocidad del olvido corre a mayor velocidad que la luz, y el testimonio de Pablo, puede quedar en el olvido. Ni calles, ni homenajes, ni adhesiones… solo la historia se revive con hechos.
El hecho más importante es el trabajo y la difusión que ha hecho Pablo a favor de una causa. Eso es lo que debe perdurar. Si de toda esta historia nos quedamos con el testimonio, algo hemos aprendido… si solo nos quedamos con la muerte, la historia de Pablo, será una historia más.
Pablo no se merece eso. Por él y por los otros que siguen luchando: ¡Adelante!
Fuente: http://www.onda3.com/