POR JUAN CÁNOVAS MULERO, CRONISTA OFICIAL DE TOTANA (MURCIA).
La huella de un estilo de vida cimentado en la fraternidad evangélica y su espiritualidad ha caracterizado el peregrinar del franciscano capuchino José Giner Crespo, ‘Padre Lucas’, fallecido el pasado 4 de enero en Totana. Su carisma de persona de fe ha dejado una intensa impronta en varias generaciones de hombres y mujeres de esta población y su entorno. Con el desgarro por su pérdida, pero con la mirada puesta en la esperanza redentora de Cristo, se respira gratitud y veneración por su extraordinario testimonio.
José Giner Crespo había nacido en octubre de 1936 en la población alicantina de Benissa. Su niñez transcurrió en la población valenciana de L’Olleria hasta que ingresó en el Seminario Seráfico de Massamagrell en agosto de 1947. Inició su trayectoria capuchina al tomar hábitos en septiembre de 1952.
En junio de 1960, fue ordenado sacerdote. Un año después, avalado por una sólida formación filosófica y teológica, se licenció en Sagrada Teología en Granada. A partir de entonces, junto al desempeño presbiteral, ejerció como formador de estudiantes capuchinos y como profesor del Seminario Seráfico de Massamagrell, del Colegio San Lorenzo de Brindis de esta misma localidad, y del Colegio san Buenaventura de Murcia.
Fue definidor de la Provincia Capuchina de Valencia en varios periodos. En 1984, llegó a Totana, donde, en el convento de San Buenaventura de la localidad, en la parroquia de Las Tres Avemarías, vinculada a él, como también en las diputaciones rurales de Paretón-Cantareros y Cañada de Romero, realizó, a lo largo de los últimos 38 años, una prolífica actividad pastoral, catequética, humana y religiosa, sembrando la semilla de la cercanía, de la escucha atenta y serena, de una robusta fe.
Amplios sectores sociales
Con su sabio proceder, con sus palabras aromatizadas de calidez, acompañadas del suave bálsamo de la misericordia y la comprensión, ha convocado a amplios sectores sociales al seguimiento a Cristo, en cuyo mensaje de solidaridad, de luz, de servicio, certidumbre y hermandad, afirmó su andadura, ofrendándolo como preciado tesoro, compartiendo en su quehacer misionero el trazo de ese amor, el don de la salvación.
En 2009, con motivo de la celebración del primer centenario de la bendición del cementerio parroquial de Nuestra Señora del Rosario de Paretón-Cantareros, a su impulso y capacidad investigadora, se publicaba un estudio sobre dicha necrópolis y la ermita de igual advocación.
En correspondencia a su gestión, se denominó uno de los viales de esa zona del municipio como calle Padre Lucas.
Asimismo, el Ayuntamiento de Totana, consciente de su valiosa y fecunda biografía, le concedió en 2013 el título de Hijo Adoptivo de la ciudad, un merecido reconocimiento a la consistencia de su implicación.
Con tan excelentes mimbres, el padre Lucas lega una reciedumbre existencial, referente de identidad, sentido y compromiso, abriendo un hueco de cariño y admiración en esta tierra que ha sido bendecida con la nobleza de su templanza. Descanse en paz.
FUENTE: https://esquelas.laverdad.es/obituarios/padre-lucas-un-espiritu-acrisolado-en-la-bondad-409471.html