POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Iba a Cantabria por la A-8 y a la altura de Pando, Ribadesella (Pando o Pandiella, hay 39 en Asturias, significa abombado) vi la sierra Pagadín, que siempre llamó mi atención, y tomé la salida 326 para dirigirme a Sardéu y estacionar frente al alojamiento rural El Corberu. A pesar de los nubarrones que se cernían, subí por el espolón oriental de dicha sierra hasta su cumbre, casi en el extremo oeste, marcada con una cruz de tubos de andamio. ¿Por qué subir a los picos? Si tengo el síndrome de Noé y busco el punto más alto para librarme de inundaciones, el Pagadín fue el viernes mi Ararat. “Creo que ahí arriba buscamos el silencio”, reflexiona mi vecina Mercedes, y añade: “El silencio es la ciencia de la espiritualidad”. El caso es que cuando llegué a la cruz descargó una tormenta de carros de demonios. Es como si uno, para encontrar la paz, la rama de olivo, tuviera que enfrentarse al dragón del miedo.
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