PALAZUELOS, EL MEDIEVO DESCONOCIDO
Sep 05 2019

SEGÚN ANTONIO HERRERA CASADO, CRONISTA PROVINCIAL DE GUADALAJARA, DOÑA MAYOR GUILLÉN DE GUZMÁN VENDIÓ EL PUEBLO AL INFANTE DON PEDRO, HIJO DE SANCHO IV • POR LOS AÑOS 1950–1960, LA POBLACIÓN DISMINUYÓ DEBIDO AL ÉXODO HACIA LAS GRANDES CIUDADES”, EXPLICABA JOSÉ RAMÓN LÓPEZ DE LOS MOZOS, CRONISTA OFICIAL DE MARANCHÓN

Cuando se habla de localidades amuralladas en España, a muchos les vendrán a la cabeza nombres como Ávila y Lugo. Incluso, los más avezados evocarán Sagunto –en Valencia–, Trujillo –en Cáceres– o Ciudad Rodrigo, en Salamanca. Sin embargo, muy pocos saben que en Guadalajara también existe una villa de este tipo caracterizada por su patrimonio histórico y por sus orígenes medievales.

Se trata de Palazuelos, un pequeño pueblo emplazado al norte de la provincia, a pocos kilómetros de Sigüenza. De hecho, se encuentra anexionado a esta localidad. A pesar de ello, su pasado reluce con brillo propio. Su fundación ocurrió en la Edad Media. Desde entonces, la historia ha dejado una relevante huella en sus calles. Conserva la práctica totalidad de sus murallas, así como su fortaleza, su iglesia parroquial y una trama urbana muy interesante, además de otros muchos alicientes…

En cualquier caso, el «devenir histórico» de la localidad siempre se ha encontrado asociado a sus dueños. “La historia de Palazuelos se fundamenta en la de los múltiples señores que –durante siglos– poseyeron la villa”, confirman los especialistas.

En este sentido, tras la mal llamada «Reconquista» el pueblo pasó a pertenecer a la Tierra y Común de Atienza. Sin embargo, esta situación no se prolongó «sine die», ya que –poco después– fue donada a doña Mayor Guillén de Guzmán –perteneciente a una de las familias más renombradas de Castilla– por parte del rey Alfonso X El Sabio.

Empero, el recorrido del asentamiento no finalizó aquí. Doña Mayor dejó Palazuelos en herencia a Beatriz de Portugal, quien –al mismo tiempo– transmitió la villa a su hija, doña Blanca, que llegó a ser abadesa el monasterio de Las Huelgas. Dicha señora “vendió el pueblo al infante don Pedro, hijo de Sancho IV, y de éste pasó –también por venta, en 1314– al obispo de Sigüenza, don Simón Girón de Cisneros”, añade Antonio Herrera Casado, cronista provincial de Guadalajara.

Empero, el devenir de Palazuelos continuó pasando de mano en mano. Los prelados volvieron a «traspasar» el asentamiento a los Mendoza. Hecho que ocurrió durante la segunda mitad del siglo XIV. Esta familia retuvo el pueblo bajo su propiedad durante varios siglos, impulsando la edificación de gran parte de los monumentos que se observan en la actualidad.

“En 1380 la villa figuraba incluida entre los bienes del mayorazgo que don Pedro González de Mendoza fundó a favor de su hijo Diego Hurtado, futuro almirante de Castilla, de quien pasó –en 1404– a su hija Aldonza. Su hermanastro Íñigo López, primer marqués de Santillana, la poseyó y comenzó a levantar su castillo y murallas, dejándola a su hijo don Pedro Hurtado de Mendoza, quién prosiguió y concluyó las obras”, confirma Antonio Herrera Casado.

Palazuelos continuó bajo el dominio de estos aristócratas durante siglos. Así sucedió hasta 1812, año en que la Constitución de Cádiz suprimió los Señoríos. Desde entonces, bien como Ayuntamiento independiente o bien como lugar anexionado a Sigüenza, sus habitantes no han conocido el yugo de ningún linaje noble…

Lo imprescindible para visitar

Esta rica historia ha provocado que Palazuelos posea una gran cantidad de complejos monumentales. “En este pueblo, el visitante va a encontrar las huellas de la Edad Media por todos los rincones. No puede escaparse a su presencia”, asegura Antonio Herrera Casado.

En este sentido, uno de los elementos más importantes de la villa es su muralla. La misma, “rodea al pueblo en todo su perímetro, excepto en muy leves trozos derribados. Se refuerza con torreones y, en ella, se abren cuatro puertas, a las que se penetra bajo arco ojival”, confirma el cronista provincial de Guadalajara.

El caminante puede adentrarse en la localidad por cualquiera de estos cuatro accesos. Sin embargo, “cuando llega a Palazuelos, suele entrar por la puerta emplazada al norte, hosca y de feroz mirada. Y –generalmente– sale por la que mira hacia levante. La puerta del campo, sin embargo, ubicada en lo más alto del pueblo, no da a ninguna parte”, asegura Herrera Casado.

De cualquier forma, en Palazuelos se pueden visitar otros edificios históricos. Entre ellos, su fortaleza. “El castillo se alza inserto en la muralla, en su costado noroeste. Le rodea una barbacana o defensa baja, a la que se penetra desde la villa por una puerta que tuvo un puente levadizo y que está escoltada por dos desmochados torreones. El recinto interior tiene una liza que le rodea. Y, en el centro, se alza el cuerpo central, que consta de un edificio alto, cuadrado, herméticamente cerrado y rodeado de dos cubos en las esquinas y de una gran torre del homenaje adosada al muro de poniente”, describe el cronista provincial.

Empero, en esta localidad no todo es patrimonio civil. También existen antiguos complejos religiosos, como la iglesia parroquial dedicada a San Juan Bautista. El actual edificio es una reconstrucción del siglo XVI, aunque sus orígenes son anteriores. De hecho, en su entrada aún hoy se pueden distinguir trazas románicas.

Pero el turista podrá disfrutar de otras alternativas, como la ermita de la Virgen de la Soledad. “La construyeron los hermanos de la Cofradía de la Vera Cruz y sabemos que a mediados del siglo XVI ya existía como hoy la vemos. Es decir, con su planta cuadrada, fuertes muros e importantes contrafuertes”, asegura Herrera Casado. “Lo más hermoso es su pórtico delantero, con sus columnas rematadas en capiteles de solemne talla”, confirma dicho especialista.

En torno a este edificio se han generado numerosas tradiciones. “En los primeros días de la primera luna llena [de primavera], los cofrades salían acompañando a la procesión del Santo Entierro. Durante la misma, los jóvenes hacían sonar solmenes las caracolas que anunciaban la muerte de Cristo y la Soledad de su madre”, describe el cronista provincial.

Sin embargo, la riqueza etnológica de Palazuelos no finaliza aquí. Todo lo contrario. Hay muchos más ejemplos. Entre ellos, la tradición del «Niño Crucis», que se encuentra materializada en uno de los altares de la iglesia parroquial. Allí existe un «niño Jesús Barroco», “en cuyo sagrario hay una cruz que contendría una pequeña astilla del árbol en el que [supuestamente] fue atormentado Jesucristo”, relata Antonio Herrera Casado.

“Cuando en verano se acercaba al pueblo una nube que pudiera traer pedrisco, algún niño cogía en sus manos la reliquia e iba con ella hasta la puerta del templo, donde esperaba un rato mientras las mujeres rezaban. El milagro se realizaba cuando la nube se alejaba del pueblo…”, explican los expertos etnólogos.

Pero, con el paso del tiempo, la mencionada tradición cayó en desuso. “Por los años 1950–1960, la población de Palazuelos disminuyó debido al éxodo hacia las grandes ciudades. Una circunstancia que, unida a que los seguros comenzaron a amparar las cosechas, provocó que la costumbre comenzara a desaparecer”, explicaba en 2011 el cronista oficial de Maranchón y etnólogo José Ramón López de los Mozos en uno de sus trabajos de investigación.

Esta costumbre nos habla de las preocupaciones de los vecinos de Palazuelos a lo largo de la historia. Hay que tener en cuenta que una de las actividades económicas más relevantes en la localidad ha sido la agricultura. Por ello, no es extraño que sus ciudadanos se encomendaran a quien hiciera falta para intentar proteger las cosechas, que eran su medio de vida.

De todos modos, esta villa serrana también ha conocido otras industrias en sus calles. “A finales del siglo XIX y principios del XX, hubo todo tipo de oficios y profesiones. Desde herreros a carpinteros, pasando por sastres, peluqueros, leñadores, carboneros, pastores o maestros”, explican los especialistas Anselmo del Olmo y José Antonio Alonso.

“La profesión artesana que más se prolongó en el tiempo fue la de herrero, dado que la calza de los animales de carga y arrastre había que hacerse periódicamente, así como la elaboración de clavos y rejas para la construcción”, añaden Del Olmo y Alonso.

Por tanto, Palazuelos se constituye como una villa poseedora de un inmenso patrimonio –material e inmaterial– y con una luenga historia a sus espaldas. Una riqueza que en nada tiene que envidiar a la de localidades cercanas, como Sigüenza y Medinaceli. Por tanto, bien merece una visita. Se trata, en definitiva, de una magnífica manera de conocer la Serranía de Guadalajara, una de las comarcas más impresionantes del centro de España.

Bibliografía.

DEL OLMO ORTEGA, Anselmo; ALONSO RAMOS, José Antonio. “El Museo del Herraje de Palazuelos (Guadalajara)”, Cuadernos de etnología de Guadalajara, 47–48 (2015–2016), 281-312.

HERRERA CASADO, Antonio. Crónica y guía de la provincia de Guadalajara. Guadalajara: Diputación de Guadalajara, 1988.

HERRERA CASADO, Antonio; MONÉS PONS, Isidre. Sigüenza y alrededores. Guadalajara: AACHE Ediciones, 2018.

LÓPEZ DE LOS MOZOS JIMÉNEZ, José Ramón. “La reliquia de Palazuelos (Guadalajara) como motivo de sociocentrismo religioso (Un ejemplo de etnografía en la literatura actual)”, Revista de folklore, 351 (2011) 4-10.

Fuente: http://henaresaldia.com/

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