POR FRANCISCO SALA ANIORTE, CRONISTA OFICIAL DE TORREVIEJA
El vocablo circo que la época del imperio romano tuvo un significado siniestro y sobrecogedor –sobre todo para los que pisaban la arena contra su voluntad-, en nuestros días tiene un sentido festivo, pese a que el hombre se empeñe en dramatizarlo a veces, encerrándose en una jaula con varios leones. La presencia de las fieras en el circo, sin duda alguna, debe de ser reminiscencia de aquellos tiempos en que las fieras devoraban a las personas, pese a que uno de los espectáculos más lentos en evolucionar haya sido el circo.
‘Panem et circenses’, ‘Pan y circo’, literalmente, ‘pan y juegos del circo’ era una locución latina peyorativa de uso actual que describía la práctica de un gobierno que para mantener tranquila a la población, ocultar hechos controvertidos o, actualmente para designar también un estado en el que los políticos o mandatarios dan a los gobernados pan -alimento y comodidades- y circo -entretenimiento- para que así no vean que realmente los problemas que hayan, surtiendo a las masas de alimento y entretenimiento de baja calidad y con criterios asistencialistas.
La frase fue creada en el siglo I por el poeta romano Juvenal y en su origen describía la costumbre de los emperadores romanos de regalar trigo y entradas para los juegos circenses (carreras de carretas y otros) como forma de mantener al pueblo distraído del mal hacer político.
Julio César mandaba distribuir el trigo gratuitamente, o venderlo muy barato, a los más pobres, unos 200.000 beneficiarios. Tres siglos más tarde, Aureliano continuaría la costumbre repartiendo a 300.000 personas dos panes gratuitos por día.
Equivale en la actualidad a ‘pan y toros’, «pan y fútbol», ‘pan y diversión’ y a un etcétera muy largo en que entrarían ocupaciones laborales, becas, prebendas y favores y hasta un quiosco en cualquier paseo o playa, y canonjías de un claro clientelismo político.
Respecto a las fieras circenses en Torrevieja hay hoy una revolución animalista, sumándose a la tendencia de restringir los animales como divertimento circense para evitar el posible maltrato que en algunos de los casos sufren. No fue hasta el Siglo XIX cuando se originaron las primeras representaciones en fastuosos recintos cerrados, unos espectáculos de masas protegidos por grandes carpas y lonas.
Unas primeras noticias circenses en Torrevieja aparecen en la década del ochenta del siglo XIX, cuando unos carteles anunciaban la función a cargo de la ‘Compañía Ecuestre Wolsi’, celebrada el domingo 10 de julio de 1887 por la tarde. La gente se dirigía a la Plaza de la Constitución, donde reunida la banda de música dirigida por el maestro Gil Lucco, rompía la marcha con bonito pasodoble dirigiéndose alegre al circo de los hermanos Wolsi para presenciar los trabajos de su compañía. La plaza estaba concurrida, y a las cinco, después de interpretar la banda un vals, se leía en el rostro de las concurrentes muestras de ansiedad por aplaudir a los hermanos Wolsi, y a los artistas que le acompañaban, que gozaban de muchas simpatías en la localidad a donde habían actuado en otras ocasiones desde hacía varios años.
La señorita Jarque, después de hacer un reverente saludo, se subió a la cuerda, demostrando al entusiasmado público que era una notable equilibrista. Se repitieron los aplausos y a disgusto de los presentes se retiró la Pilar Jarque dejando su reputación perfectamente sentada. Se ejecutaron varios cuadros gimnásticos por los hermanitos Jarque, demostrando su habilidad, los pequeños artistas. La simpática señora Clotilde Wolsi, mostró un bonito caballo que, tras dejarlo suelto y en libertad, hizo varios trabajos, recogiendo muchos aplausos. La joven señorita Consuelo, estuvo admirable en el difícil ejercicio, ‘El Ferro-Carril Aéreo’, donde fue unánimemente aplaudida. Los señores Wolsi y Juano, verificaron sobre dos caballos difíciles ejercicios, en los que fueron también muy aplaudidos.
También se ejecutaron con mucha destreza difíciles ‘Juegos Japoneses’ –acrobacia sobre caballos-, llevados a cabo por el excéntrico Venturini, uno de los primeros artistas circenses que se exhibía por aquel entonces en España. El público entusiasmadísimo lo aplaudió diferentes veces por su notable habilidad.
El señor Wolsi trabajó diestramente sobre un caballo en pelo, siendo también aplaudido; y después de los saltos mortales practicados por el clown Frank Camers, el público la clase en el trapecio de Ángel Jarque manifestando su destreza y habilidad en unos difíciles requiebros. Terminó el espectáculo la niña Jarque sobre un caballito a galope.