POR MARIA TERESA MURCIA CANO, CRONISTA OFICIAL DE FRAILES (JAÉN)
Sábete Sancho … todas estas borrascas que nos suceden son señales de que presto ha de serenar el tiempo y han de sucedernos bien las cosas, porque no es posible que el mal ni el bien sean durables, y de aquí se sigue que, habiendo durado mucho el mal, el bien esta ya cerca.
(Miguel de Cervantes Saavedra)
La pandemia de gripe de 1918 fue un evento de gran resonancia social, con consecuencias socioeconómicas y políticas importantes, tanto a nivel mundial como en nuestro país. Desde el punto de vista de la salud pública, su importancia reside en la elevada morbilidad que originó en la población.
En el año 1900 España estaba aquejada por un potente trauma provocado por la crisis generada tras el desastre de 1898 al caer derrotada frente a Estados Unidos. Perder las colonias de Cuba, Puerto Rico y Filipinas supuso la pérdida de más de 50.000 combatientes, provocando una intensa conmoción en la sociedad española. A principios del siglo XX España era una sociedad eminentemente agrícola, en donde la principal fuente de riqueza radicaba en el cultivo, manipulación y comercialización de los productos del campo. Sólo algunos sectores como el vino, aceite y frutas, comenzaban a despegar con exportaciones a Europa. Al inicio de la Primera Guerra Mundial se produjo un auge económico para el país. La situación de neutralidad permitió un crecimiento considerable de la producción y de las exportaciones de materias primas, carbón y manufacturas, convirtiendo a España, gracias a la desaparición de la competencia y a la enorme demanda, en abastecedora de muchos productos para los países en guerra. La gran pandemia se produjo en el año 1918, conocida con el nombre de Gripe Española, y fue causada por un brote de influenza virus A del subtipo H1N1. La pandemia se desarrolló en forma de tres ondas epidémicas: la primera fue comparativamente benigna, muy contagiosa pero no especialmente mortal; en otoño se inició una segunda onda, de extraordinaria gravedad y con una elevada mortalidad entre los afectados, que alcanzó su máximo en el mes de octubre y finalizó en diciembre de 1918; y la tercera onda se presentó entre febrero y marzo de 1919, terminando en el mes de mayo.
Se calcula que el número de víctimas de la Primera Guerra Mundial, que finalizó en 1918, fue de diez millones de personas; el mismo año, murieron el doble durante la epidemia de gripe que resultó ser más mundial todavía que el conflicto. Países neutrales como España resultaron más gravemente afectados que algunas de las naciones que participaron en la guerra. En un mapa del mundo elaborado por epidemiólogos, descubrimos focos de gripe tan diversos como Odesa en Rusia, Mashed en Persia, Bristol Bay en Alaska, Río de Janeiro (Brasil) y Zamora, a orillas del Duero. Zamora fue una de las ciudades del mundo en la que más mortífera fue la enfermedad: mató al 3 por ciento de la población.
El nombre de gripe española surgió el 29 de junio de 1918, cuando el inspector general de Sanidad, Martín Salazar, anunció ante la Real Academia de Medicina que dos terceras partes de la población de la capital estaban enfermas de una gripe desconocida en otros lugares. Ignoraba que la epidemia causaba estragos desde primavera en el cuerpo expedicionario estadounidense en Francia, así como en el Ejército británico y en el francés. La prensa de los países europeos que participaban en la guerra se censuraba severamente, y no podía hacerse mención alguna de reveses militares o epidemias que afectaran a la moral de las tropas. Mientras, en la España neutral, la prensa no ocultaba nada y, al ser libre, informaba con todo lujo de detalles de los estragos que causaba la enfermedad, lo que acabó por convencer a los españoles de que el mal era local. Los gobiernos vecinos aprovecharon esta oportunidad para explicar que la enfermedad venía de otro lugar. Pero en España muchos se quejan de este nombre de gripe española, y ven en ello una especie de complot contra España, comparable al de la Leyenda Negra que, en el siglo XVI, exageraba los crímenes de los conquistadores. En este cuadro de la epidemia, Zamora fue un enigma durante mucho tiempo, hoy en día resuelto. Los habitantes de Zamora fueron supuestamente víctimas de su fe y de su obispo, Antonio Álvaro y Ballano. Este obispo de 38 años, convencido de que la gripe era un castigo divino, multiplicó las misas y las procesiones, contribuyendo así a propagar la enfermedad. En aquella época, aunque se desconocía el virus de la gripe, y el modo preciso en que se transmitía, sí se conocía el fenómeno del contagio y las autoridades médicas sabían que había que evitar las concentraciones. La prensa local, «El Heraldo de Zamora», y nacional, «El Liberal», explicaban sin cesar los mecanismos de contagio y reclamaban medidas sanitarias enérgicas; pero como esta prensa era más bien anticlerical, reafirmó a las autoridades eclesiásticas en su interpretación divina de la epidemia.
Cuando esta terminó por sí sola, el obispo de Zamora se congratuló por la eficacia de sus misas. Este obispo no fue un caso aislado, ya que en todo el mundo, cuando acabó la epidemia, en vez de producirse un auge de la medicina científica, sucedió lo contrario: la opinión pública sacó la conclusión de que la medicina científica no servía de nada frente a las epidemias y que era mejor recurrir a las medicinas alternativas, como la homeopatía, que empezó a desarrollarse en aquel entonces. Hubo que esperar una generación para que los antibióticos y las vacunas se generalizasen. No existe una respuesta absoluta a la pregunta básica de quién fue el primer enfermo, pero lo más probable es que esta gripe procediera de EE.UU. y que fuera transportada por soldados estadounidenses; en cualquier caso, es seguro que la gripe no fue española, aunque siempre se llamará así en los libros de historia. Hoy en día conocemos bien el recorrido del contagio: por barco, de puerto en puerto, a través de navegantes portadores del virus. Las poblaciones más gravemente afectadas fueron las que, como en Suráfrica, nunca se habían enfrentado a este virus.
Un siglo después, Ha vuelto ha suceder con el COVID-19. ¿deberíamos estar tranquilos en cuanto a nuestra capacidad de resistir a una epidemia vírica?, bastan solo unas horas para que una persona afectada dé la vuelta al mundo. En 2003, el virus del SRAS, que causa neumonías graves, apareció de manera casi instantánea en Hong Kong y en Canadá. Se incubó probablemente en el sur de China, pero las autoridades locales no lo habían detectado o censuraron la información. Y nos acordamos también del ébola en 2015, menos contagioso, y por supuesto, del sida. Lo más peligroso para la salud mundial siguen siendo los virus del tipo gripe, porque se propagan muy rápido. Por tanto, si recordamos que la gripe española causó más víctimas que las dos guerras mundiales juntas (probablemente sesenta millones de muertos frente a cuarenta), debemos temer un virus mutante en la era de la globalización instantánea. Sería más destructivo que el cambio climático.
PRIMEROS CASOS EN ESPAÑA DE LA GRIPE DE 1918
En España la primera oleada de aquella gripe se dio a conocer oficialmente el 20 de mayo de 1918 en Madrid. Las festividades de San Isidro, con sus verbenas, bailes y corridas, parece que potenciaron la difusión del virus. El desarrollo de aquel primer brote fue muy explosivo. En la primera semana hubo ya 30.000 atacados y para el 1 de junio la cifra se elevaba a 250.000. Al principio la ciudadanía no dramatizó la situación. La gripe se convirtió más bien en uno de los temas preferidos de chistes y chascarrillos a la vez que llenaba las páginas de los diarios de divertidas caricaturas alusivas. Pero los más observadores señalaron que la epidemia provenía de Francia, donde ya hacía estragos en el mes anterior. No hay que olvidar que durante los años de la guerra hubo un intenso tráfico de obreros portugueses y españoles al país vecino donde suplían temporalmente a los trabajadores que hacían la guerra. Con rapidez la enfermedad se irradió, siguiendo los caminos del ferrocarril, a las ciudades cercanas de Cuenca, Toledo y Salamanca y desde éstas al resto del país. Las zonas más afectadas fueron Extremadura, Andalucía, con especial incidencia en las provincias de Córdoba y Jaén, y la mitad sur de la Meseta Central.
A finales de agosto la enfermedad parecía haber desaparecido, pero rebrotó con fuerza al iniciarse el otoño no sólo en las regiones del centro peninsular sino también en las del Levante, que habían permanecido indemnes durante la primavera. Fue entre septiembre y noviembre cuando más muertes causó. El ferrocarril fue de nuevo la pieza clave en su entrada desde Francia, al traer a nuestro país de regreso el medio millón de españoles que habían ido a la vendimia francesa y los miles de portugueses repatriados tras acabar la guerra: por un lado por Port-Bou, difundiendo la infección desde Cataluña hasta Almería, por otro desde Irún, desde donde llegaba a Medina del Campo. Justamente en esta última estación se pretendió examinar desde septiembre a los que llegaran desde Francia con el objeto de aislar a los enfermos y desinfectar a los sanos. La Guardia Civil fue la encargada de vigilar los vagones de los portugueses, hasta que estos, tras ser llevados a vías muertas, eran enganchados al tren que se dirigía a Salamanca sin que sus pasajeros pudieran descender. Lo peor fue que muchos morían como animales en los propios vagones.
AGLOMERACIONES Y CONTAGIOS
Muchas fiestas patronales, ayudaron también a expandir violentamente la enfermedad por la movilización de los aldeanos de unos pueblos a otros. Una vez establecida la epidemia de gripe y dada su extrema contagiosidad y rapidez de difusión, no se esperan radicales efectos de las medidas sanitarias adoptadas por los Poderes Públicos. El aislamiento colectivo de enfermos es incapaz contra los casos latentes o simplemente sospechosos y contra los que padecen tuberculosis abierta. La desinfección simultanea de los infinitos focos y lugares es completamente atópica. Por estas razones, la única defensa salvadora es la profilaxis individual. Todas las reglas de profilaxis personal contra la gripe pueden resumirse en estas dos proposiciones:
• Evitar la debilitación del organismo.
• Evitar el contacto con los agentes infecciosos.
De la primera se deducen los siguientes preceptos:
1. Metodizar el trabajo diario corporal y mental, de tal modo que no se llegue al cansancio, ni mucho menos el agobio y el agotamiento, que ponen el organismo en condiciones de receptividad para las infecciones de todo género. Sueño reparador.
2. Aireación constante, paseos al aire libre, renovación del aire de las habitaciones y, si es posible, tener las ventanas abiertas.
3. Huir de los lugares cerrados de reunión (teatros, cines, escuelas, etc.) mientras dure la epidemia gripal.
4. Régimen alimenticio apropiado al individuo y compensador de las pérdidas sufridas por el trabajo que realice.
La segunda proposición induce al cumplimiento de las siguientes prescripciones:
1. Evitar el contacto con los enfermos y sus productos.
2. En caso de tener absoluta necesidad de dialogar con convalecientes o sospechosos de enfermedad, conviene evitar el contacto directo, hablando a cierta distancia para que las partículas pulverulentas emitidas por la boca del enfermo al hablar o al toser, no alcancen las vías respiratorias del sano.
3. El saludo, mediante el contacto directo de las manos, y el beso, tan corriente entre señoras y niños, deben ser proscritos.
4. Es de rigor el lavado frecuente de las manos, sobre todo antes de sentarse en la mesa.
5. Conviene emplear medios de limpieza y antisépticos en los vestíbulos de las vías respiratoria y digestiva.
LA PANDEMIA EN ALCALÁ LA REAL
De los años 1901 a 1940, se produce un aumento generalizado de la población, pero rompe esa tendencia los años de 1911 a 1920 al descender la intensidad del incremento de población. Los hechos que confluyen en esta década son las emigraciones a ultramar, guerra de Argelia, y sobre todo la epidemia de gripe de 1918. Esta epidemia se prolongará hasta 1921.
En Alcalá de 1917 a 1923 fueron tantos los cambios de gobierno, y la crisis de autoridad, con la coacción al poder público por colectividades y grupos con la táctica de la violencia, ya fueran anarquistas, sindicalistas o Juntas militares de defensa, huelgas de obreros, o de diversas profesiones, que se conoce este periodo de tiempo como época de los disturbios. El régimen monárquico empieza a tambalearse ente el avance de los partidos republicanos y las agrupaciones marxistas, fortalecidas estas con la noticia de la revolución rusa.
En el mes de octubre de 1918, se declara la epidemia gripal por parte del gobierno del rey. A mediados del mes de octubre, se reconoce la declaración de epidemia gripal, y se admite que en la ciudad alcalaína ya existen infinidad de atacados. Ante semejante problema de salud pública se procede a desinfectar las casas de los enfermos, y también las dependencias municipales, con especial atención a los retretes. Y se completan los acuerdos con la ampliación del cementerio, con el fin de ensancharlo, ya estaba faltando capacidad para enterrar a los fallecidos la mayoría a causa de la pandemia gripal.
Para el 21 de octubre la situación sanitaria había cambiado enormemente a peor, en concreto en tres de las aldeas: La Hortichuela, Ribera y Mures. Achacable mayormente a las bolsas de miseria y pobreza predominantes en esos lugares. Dice el acta del AMAR: … y de los cuadros miserables que se presentan por la falta de recursos, tanto para atender a la curación como al sostenimiento de los atacados pobres, que son la mayoría, y considerando que sería inhumano dejarlos en el desamparo, aparte de los trastornos que se ocasionarían a la salud pública …
El acuerdo aunque corto indica la precaria situación económica que vivían los ayuntamientos: … se acuerda abrir una suscripción pública, que encabeza el ayuntamiento con 500 pesetas. No quedan aquí los acuerdos, también se decide la creación de una Junta que estará formada por uno de los tenientes de alcalde, un concejal, los párrocos, y el médico, auxiliados por el personal de la Cruz Roja. El acta se refiere al gran número de alcalaínos fallecidos y califica la época de tristes circunstancias.
Algo parecido son los acontecimientos en Frailes. En aquellos tiempos se fueron abriendo paso las ideas socialistas con la creación de la sociedad obrera Amantes del Progreso. Aunque es la gripe la que preocupa de manera singular. Con fecha 27 de octubre de 1918 la Junta Local de Sanidad de Frailes toma el acuerdo debido al estado sanitario que atraviesa la localidad con la epidemia gripal, … se pueda por conducto del Ilustrísimo señor gobernador de la provincia, y el excelentísimo ministro de la gobernación, desinfectantes y aparatos para combatir la misma. Poco más se podía hacer con una crisis económica y política galopante.
Y los miedos y preocupaciones que, generalmente, conllevan también un sentimiento de culpa que necesita el arrepentimiento y la súplica para restablecer un equilibrio perdido sustentado en lo sobrenatural, y que solo la Iglesia, representante de Dios en la tierra, puede proporcionar mediante las imágenes sagradas que, paseadas por el campo o la población para que contemplen su desolador aspecto, intercedan ante Dios y así conseguir su intervención. Se trata de las rogativas que no faltaron es esta horrible pandemia. Con fecha 8 de enero pero ya en 1919, se acuerda autorizar al alcalde de Alcalá la Real, a la sazón Miguel Duran Serrano, para que se ponga de acuerdo con los hermanos mayores de Nuestro Padre Jesús y de la Virgen de las Mercedes, para hacer una fiesta religiosa en acción de gracias por el fin de la epidemia de gripe. Y así debió ser pues el 19 de marzo el Ayuntamiento abona la cantidad de 636 pesetas por los gastos habidos en la función de iglesia, la salve solemne y la procesión en acción de gracias con las dos imágenes por las calles alcalaínas. Fue este año de 1919 espectador de un hecho inaudito, como fue el ver en la calle y en procesión a Nuestro Padre Jesús y a la Santísima Virgen de las Mercedes.
La epidemia de gripe tuvo un gran impacto en nuestra sociedad y la percepción que un individuo tuviera del riesgo de padecerla o de las acciones que pudieran ejercerse para prevenirla o incluso de la utilización de los servicios sanitarios dependió entre otros factores, de la información recibida a través de los medios de comunicación. De modo que el grado de difusión de la epidemia atrajo la atención de la opinión pública, que varió a lo largo del tiempo, pasando de la broma y el sarcasmo al temor y el miedo.
Fuente: https://mteresamurcia.com/