POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
Tanto se ha dicho y escrito sobre San José que, en verdad, nada sabemos de él, de su vida, de su profesión… San Lucas (1-26) nos dice únicamente que era descendiente de «la casa (estirpe) de David».
Todo lo demás son especulaciones de santos y de escritores religiosos que han querido «profesionalizar» la actividad laboral del esposo de María sin fundamento histórico alguno.
San José, créanme, es el SANTO DEL SILENCIO.
Desde tiempos antiguos se tendió, quizá por motivos pictóricos, a asignarle la profesión laboral de «carpintero».
San Gilario de Poitiers (367), San Beda el Venerable (735) y San Anselmo (1 109) insinúan que era herrero y herrador; San Agustín lo cataloga como albañil; San Ambrosio conjuga la carpintería y la herrería… Finalmente Fray Jerónimo Gracián de la Madre de Dios (1597), en su «Sumario de las excelencias del glorioso San Joseph, esposo de la Virgen María», aúna todas las opiniones:
«San Joseph supo muy bien y con mucho primor el arte del herrero y también la del carpintero y cualquier otro arte mecánico porque era industrioso e ingenioso sobre manera».
¡Hombre!
Está claro que algún oficio debió ejercer para asegurar el sustento de su familia y, así hemos de aceptarlo, fue un ARTESANO (faber) general (un «curiosu», diríamos en Colunga), no específicamente carpintero (tignarius), ni jefe de obras (proefectus fabrum) ni un obrero asalariado por cuenta ajena.
¿Sabía cocinar? Pues me temo que no, y que la «artista de los fogones» sería su esposa María, siempre atenta al cuidado de los suyos.
Y como José trabajaba y el Niño enredaba, pues eso: había que contemplarlos sorprendiéndolos con alguna dulcería sabrosa, barata y fácil de hacer.
Y así -perdonen mi fantasía, que es la de «un santo» -un día que José arreglaba una mesa deteriorada, se dijo María al ver las virutas que salían de la madera al cepillarla: ¡Idea! Voy hacer una pasta con harina de trigo, unos huevos, aceite, miel. La estiro con el rollo, corto tiras, las enrollo en un palo y las frío en aceite. Al enfriar les quito el palo y verás qué cosa más rica.
Dicho y hecho: Aquí están las afamadas VIRUTAS DE SAN JOSÉ.
Y en otra ocasión en la que el Niño estaba griposo y con apetencias de dulces suaves, le insinuó José a su esposa: ¿Por qué no le preparas al Nenín una cremina dulce y ligera, de esas que tu sabes hacer y «entran solas»?
Otra vez, dicho y hecho. Ya tenemos la CREMA DE SAN JOSÉ.
Dícese que la receta la copiaron los catalanes («CREMA QUEMADA o CREMA CATALANA»); nosotros a lo nuestro y seguiremos con el nombre del Santo.
La elaboramos así:
De un litro de leche, que estará ya en un cazo grande, apartamos una taza en la que desleiremos 6 yemas de huevo, 200 g de azúcar (aproximadamente) y harina fina de maíz o de trigo (sobre 3 cucharadas abundantes).
Se reserva.
Se pone el cazo con la leche al fuego junto con una rama de canela y piel de limón; después de dar unos hervores se retiran la canela y el limón y se añade la taza de leche con sus ingredientes. Prosigue la ebullición, removiendo de continuo la mezcla para que no forme grumos ni «pegue» en el fondo del cazo hasta conseguir una crema fina, espesitaa al par que ligera. Se distribuyen cazuelas de barro, individuales, y ya fría, se espolvorea con una mezcla de azúcar y un poco de canela molida que se requema (carameliza) con un hierro candente.
FELIZ DIA DE SAN JOSE, a Josés, Josefas, Josefinas, Pepes, Pepitas, Pepín, Pepón, Pinín, Pinón , Pinas , Padres , Carpinteros, Herreros, Artesanos…
Y para los que están, son o visitan Sanxenxo (Pontevedra-Galicia) sepan que en O Santo, 13.
Nantes, en el MESON DO ALBARIÑO, obsequiaran con una sorpresa a quienes encarguen allí su comida de celebración.
Me pareció escucharlo en «Radio Vaticano».