POR FRANCISCO JOSÉ ROZADA MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE PARRES-ARRIONDAS (ASTURIAS).
Parres, delimitado de forma natural por la cordillera de El Sueve, el río Cúa, los montes de Cea y Cetín y el río Sella; con los concejos vecinos de Cangas de Onís, Ribadesella, Caravia, Colunga, Piloña, Ponga y Amieva, ocupa un lugar central en esta comarca del oriente asturiano.
Hace más de seiscientos años que la historia de Parres va ligada al Coto de Las Arriondas, y juntos -como concejo y capitalidad del mismo, respectivamente- trabajan por mejorar este bello rincón a medio camino entre el Cantábrico y los Picos de Europa.
La Iglesia, el cercano Monasterio de San Pedro de Villanueva o las Casas de Nevares, Robledo y Bada, controlaban sus latifundios en forma de pequeñas caserías dispersas por diferentes lugares del concejo.
Dominaba por completo una economía agrícola y la tierra era trabajada por los vecinos con poco margen de beneficio, cuya situación debió ser tan dura como podemos imaginar, aunque -al menos en la teoría- instituciones como los monasterios tenían un concepto de los bienes terrenales que proscribían la usura, condenaban la avaricia y consideraban el trabajo como un deber que pesa sobre el hombre durante su paso por la tierra.
La benignidad hacia criados, arrendatarios y colonos -inspirada en principios éticos y religiosos- seguro que tendría una presencia más notable entre los que dependían de las órdenes monacales y eclesiásticas que entre los que servían a los terratenientes civiles, con poco sentido de sus deberes de humanidad con el prójimo, aunque hay documentadas sonoras excepciones.
Han pasado seiscientos cincuenta y tres años desde que el muy guerrero Conde de Trastámara -después rey Enrique II de Castilla y León- crease el Condado de Las Arriondas, como pago a los nobles que le apoyaron en su rebelión asturiana de quince años antes.
Desde la atalaya condal de la vecina Coviella, Hernando Suero-Díaz, el primer conde, contemplaría los mismos ríos y montañas que nosotros en este tiempo.
Transcurrieron seiscientos treinta y cinco años desde que el obispo don Gutierre mencionase los “celleros de Arreondes”, cuando España aún era Spanna.
Han pasado más de cinco siglos desde que este Condado de Las Arriondas se transformase en Coto, exactamente en 1482, cuando aún faltaban diez años para que Cristóbal Colón llegase a lo que él pensaba que eran las Indias Orientales.
Hubo que esperar un siglo para que Felipe II, en virtud de una bula pontifica de Gregorio XIII, incorporase a la Corona las propiedades que el Obispado tenía en Parres, momento en el que aquellos pocos vecinos -nuestros antepasados en estos lares- compraron en pública subasta esa mitad del Coto por 254.725 maravedís.
Pero aquellos aproximadamente doscientos cincuenta vecinos del Coto, viendo que seguían subordinados a la casa de Nevares, a pesar de ser dueños de la mitad del mismo, renunciaron a su propiedad y se la vendieron, en 1672, al Regidor del Concejo, Bernardo Estrada.
Muchos de aquellos privilegios se acabaron con la famosa Desamortización de Mendizábal y se unieron -bajo un solo ayuntamiento representativo- los cotos de Llames, Fuentes, Las Arriondas y los dos distritos que tenía el Concejo de Parres.
De modo que, desde 1827, Arriondas pasó a ser la definitiva capital del concejo, como lo había sido Cuadroveña durante dos siglos, Bada desde finales del siglo XVII y, de nuevo, Cuadroveña desde 1761.
El patrimonio histórico-artístico de nuestro concejo nos ofrece un interesante conjunto de monumentos que las diferentes etapas de la Historia nos han ido dejando cual sedimentada documentación viva de los que nos precedieron en el tiempo.
Iglesias, capillas, ermitas, casonas, molinos, fuentes (por citar algunos casos concretos), salpican cada rincón del concejo, desde Llames a Cofiño, desde Bada hasta Nevares, desde Toraño hasta Arobes.
El cuidado y ayudas para la buena conservación de estos pequeños monumentos -tanto religiosos como civiles- debe de ser uno de los puntos de meditación de un programa que sea revitalizador y dinámico para su conservación de cara al futuro, recabando fondos para su cuidado, en colaboración con sus legítimos propietarios.
De hecho, es una realidad que -poco a poco- se va materializando, como es el caso de tantas fuentes y lavaderos que se han restaurado en estos últimos años, así como los accesos a pueblos y quintanas, iluminación pública, traídas de agua, rehabilitación de antiguas escuelas para dedicarlas a otros fines, etc.
Lo mismo habrá que decir del patrimonio etnográfico general, disperso por pueblos y valles parragueses.
Son notables nuestros atractivos turísticos, basados en un bien pautado reglamento de pesca y caza, junto con el disfrute del piragüismo, la montaña, el folklore o la gastronomía local.
Interés especial se dedica ya -y debe mantenerse- a las numerosas fiestas y tradiciones populares que se celebran a lo largo y ancho de todo el concejo de Parres durante buena parte del año, en las cuales las simbiosis cívico-religiosa está casi siempre presente.
Las fiestas de Santa Rita que -con sus 129 años- son las más antiguas de la villa y que giran en torno al 22 de mayo de cada año, junto con las organizadas por la Sociedad de El Bollu-La Peruyal que -desde 1949- llena las calles de Arriondas con su folklore, carrozas y buena música cada último domingo de julio y los dos días que le preceden más el que le sigue, jornadas que han sabido aunar la voluntad y el entusiasmo de miles de parragueses y simpatizantes, sean socios o no de la misma.
La colaboración con la Sociedad que mantiene la fiesta es imprescindible, como se ha hecho hasta ahora.
Las fiestas de El Carmen, el Certamen de la Castaña y Productos de la Huerta, la joven fiesta dedicada a Los Indianos, junto con la muy internacional Fiesta de Las Piraguas-Descenso Internacional del Sella, aúnan en torno suyo a miles de personas deseosas de disfrutar de las mismas.
El Descenso del Sella precisaba de algunas revisiones, porque se había perdido buena parte de su esencia festiva tradicional, ahora felizmente recuperada.
La que se autodenomina “organización más desorganizada” -gran punto de atracción del estío asturiano- cerró acuerdos puntuales a varias bandas desde el Comité Organizador con los ayuntamientos de Parres, Ribadesella, Piloña y Cangas de Onís.
Otros festejos populares mantienen su esencia y la asturianía de siempre, como es el caso de tantos pueblos del concejo que gracias al empuje de los vecinos, simpatizantes y amigos, además de socios -en algunos casos- tienen el futuro asegurado, y saben mantener las tradiciones que nos legaron nuestros antepasados, porque la vida no es una felicidad ni una desgracia: es una posibilidad maravillosa y el llevarla a buen término es responsabilidad de cada uno.
La escritora Dolores Medio llamaba a Arriondas “la bien situada”, nosotros hacemos extensiva la definición a nuestro concejode Parres: «el bien situado».
Vivimos tiempos que requieren audacia y prudencia -a partes iguales- para proseguir sin sobresaltos, ya que la vida es un permiso y el gasto de la edad no se detiene, sigue creciendo desde las raíces.