POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Dejé multitudes y atascos festivaleros y huí al Gamoniteiro para disfrutar el atardecer, la noche a la intemperie y, con la luna casi nueva, sin contaminación lumínica ni de la otra, admiré la lluvia de Perseidas o lágrimas de San Lorenzo, así llamadas porque después de morir éste santo de origen español martirizado en una parrilla el 10 de agosto de 258, se observó en el cielo este fenómeno, que se repite cada año. El cometa Swift-Tuttle, cuya órbita se interseca con la de nuestro planeta, cuando se acerca al Sol desprende partículas que forman su cola incandescente, nuestras órbitas respectivas se cruzan estos días y esas partículas se desintegran al entrar en nuestra atmósfera a más de 200.000 Km. por hora, produciendo las susodichas lágrimas o estrellas fugaces a las que los cursis como yo suelen pedir un deseo. ¿Qué pedí? Fuego para hacer una parrillada de chorizos criollos.
Fuente: http://www.lne.es/